Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
iñaki esteban
Jueves, 22 de marzo 2018, 01:04
«Quien piense que he vuelto a Bilbao para acomodarme, es que no me conoce. Y si alguien nota el más mínimo síntoma, que me saquen a palos». Con esta declaración, Miguel Zugaza prometía emplearse a fondo para dar un rumbo nuevo y brioso ... al Bellas Artes. Transcurrido un año desde su vuelta a la dirección, ya puede presumir de haber conseguido el récord histórico de visitantes, con más de 315.000 asistentes en 2017. En ese ejercicio la sala BBK, la principal para muestras temporales, estuvo cerrada desde el final de la cita con Renoir de mayo hasta finales de julio, cuando acogió la colección de Alicia Koplowitz.
El relevo de Javier Viar por Zugaza comenzaba con este vacío que ocupaba una parte importante del periodo estival, el más determinante para la afluencia de público. En ese momento quedó confirmado que el nuevo director llegaba de su anterior destino, la dirección del Prado de Madrid, con una exquisita agenda. La empresaria mostraba por primera vez sus excelentes fondos en París en una exposición que tenía como eje la representación de la mujer a lo largo de la historia del arte.
Txuspo Poyo, artista «Con la marcha de Zugaza a Madrid, llegaron quince años de austeridad para los artistas vascos»
F. Javier San Martín, crítico «La muestra sobre la creación vasca desde 1968 indica por dónde quiere ir»
El siguiente destino sería Bilbao, pensó Zugaza. Y así ocurrió. Fue él quien convenció a Koplowitz, estudiante de Bellas Artes en su juventud, que entrase en el patronato del Prado. Gracias a esa amistad, el museo bilbaíno se convirtió en el primero en España donde se mostró su colección. Un primer y sonado éxito.
Con menos de 30 años ocupó la subdirección del Reina Sofía. Cumplió el gran sueño de ser el director del Prado con 37 años. Llegaba de su primera etapa en el Bellas Artes bilbaíno. Cuando tomó posesión del puesto, en 2002, el museo madrileño funcionaba como punching ball del boxeo político y el ánimo de su espectacular plantilla estaba K.O.
Con trabajo, diplomacia y cercanía consiguió hacerse con el personal, hasta con los guardas de sala, a los que saludaba cuando pasaba por las galerías. Ahora es una de las pocas personas en el mundo que puede llamar –sin que chirríe– Philippe a Philippe de Montobello, el aristócrata con orígenes familiares en Biarritz, que dirigió el Metropolitan de Nueva York durante tres décadas.
Para explicar su regreso, hay que rebobinar y detenerse en la primera llamada del alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, entonces máximo responsable del patronato del Bellas Artes, proponiéndole la vuelta. Viar quería jubilarse. Y Zugaza llevaba quince años en Madrid. Su familia seguía residiendo en Durango y él iba y venía todas las semanas. Muchos puntos de avión para canjear en vacaciones, pero también mucho deseo de estar con los suyos.
El nombramiento se efectuó un 18 de marzo, del año pasado. Dos días después explicó cuáles consideraba sus retos: conseguir un mayor presupuesto –el actual es de algo más de siete millones de euros– y más espacio.
Zugaza ha hecho de las ampliaciones uno de sus grandes activos profesionales. Empezó en 1996, cuando acababa de ser nombrado director del museo del parque y convocó un concurso de arquitectura que ganó Luis María Uriarte. En 2001 se inauguraron las nuevas instalaciones y poco después se marchó al Prado.
Allí, muy cerca de su despacho de la calle Ruiz de Alarcón número 23, se encontró con las manifestaciones que exigían parar el proyecto de Rafael Moneo para el claustro de la iglesia de Los Jerónimos. Ganó la batalla y hoy el Prado es inimaginable sin ese espacio. Días antes de dejar el cargo, presentó la remodelación del Salón de Reinos diseñada por Norman Foster.
Sobre el papel, Zugaza es la persona llamada a construir el nuevo Bellas Artes de Bilbao. Pero esta ampliación coincide con la del Guggenheim y ambos museos luchan por los mismos –y escasos– recursos públicos y coincidentes patrocinadores: un caso de libro de competencia directa en un mercado cerrado.
Cada museo está tirando por su lado. El Guggenheim está mirando sitios y el Bellas Artes ha encargado un estudio, siempre el primer paso de cualquier cambio de envergadura. Ante tal concentración de deseos y necesidades, la Diputación y el Gobierno vasco han optado por bajar el suflé anunciando que no hay dinero para estas iniciativas en esta legislatura, aunque por otro lado la entidad foral haya abierto la veda de la costosa obra pública, cuando el Guggenheim puede colgarse la medalla de ser la inversión más productiva de las últimas décadas.
Si hace un año Zugaza realizó a los tres días toda una declaración de intenciones, ahora se mantiene en silencio. De momento está remodelando las salas del edificio antiguo para ganar claridad, con una tarima de madera en el suelo criticada por el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro. Ha conseguido aumentar el número de amigos del museo y de patronos, con la incorporación de Petronor y de las fundaciones Santander y Gondra Barandiarán, además de colaboraciones de entidades como la Obra Social de La Caixa.
No menos importante para la caja del museo ha sido la modificación de los horarios gratuitos, reduciéndolos a dos horas cada jornada, de seis a ocho de la tarde. Además, todas las muestras temporales exigen sacar la cartera. Antes, el 65% del público entraba gratis a todas las exposiciones.
Viar aseguró al salir que había «una parte importante de la programación ya hecha». Pero lo cierto es que el ‘Made by Zugaza’ está presente en cada una de las muestras pasadas, actuales y futuras. No sólo la colección Koplowitz, sino también la de Eduardo Arroyo, Arcimboldo, Goya y la que llegará en noviembre sobre el arte vasco desde 1968, que él mismo está comisariando junto a Miriam Alzuri y Begoña González, ambas de la plantilla del museo. A ello se suman la de vídeo titulada ‘Different Trains’, de Beatriz Caravaggio, en una sala que iba a tener continuidad y no la ha tenido.
De este primer año podría deducirse un esquema de lo que el director tiene en mente: una combinación de muestras de arte clásico como las de Arcimboldo y Goya, de inapelable contenido para los aficionados y con un fuerte atractivo popular, también para los extranjeros que cada vez acuden en mayor número al museo; arte moderno como el de Arroyo u otros artistas; y máxima atención a la creación vasca.
Precisamente la ampliación estaría justificada, entre otras razones de tipo funcional –con la posibilidad de llevar las oficinas fuera del museo, como ocurre en el Prado–, por la exposición de la colección de arte vasco contemporáneo. Zugaza remite siempre en su discurso a los estatutos fundacionales del Museo de Arte Moderno de 1924, integrado después en el Bellas Artes. Su promotor, Lorenzo Hurtado de Saracho, justificó su puesta en marcha por la «euforia plástica» que vivía Bilbao y por la consecuente necesidad de estar muy cerca de los creadores del entorno. Esta es también una de las tareas que Miguel Zugaza se ha impuesto a sí mismo.
La idea de estar muy cerca de los artistas vascos lleva muchos años en la cabeza de Miguel Zugaza. De hecho, cuando se marchó a Madrid acababa de presentar en el Bellas Artes ‘Gaur, Hemen, Orain’, comisariada por Guadalupe Echevarría y Bartomeu Marí. El título –hoy, aquí y ahora– hacía referencia a los tres grupos de artistas que formaron en los años sesenta respectivamente en Gipuzkoa, Bizkaia y Álava, Chillida, Oteiza, Balerdi y Sistiaga, entre otros. Pero el objetivo no era exponer la obra de estos artistas, sino captar el reflejo de lo que se estaba haciendo en esos momentos, justo el inicio del siglo XXI.
En la nueva aproximación al panorama artístico participaron Ana Laura Aláez, José Ramón Amondarain, Ibon Aranberri, Txomin Badiola, Inazio Escudero, Jon Mikel Euba, Gema Intxausti, Pello Irazu, Asier Mendizabal, Moraza, Itziar Okariz, Txuspo Poyo, Sergio Prego y Darío Urzay, entre otros.
La exposición quería marcar un punto de partida y una línea de futuro, así como actualizar la colección. De hecho, existía el compromiso verbal de comprar una parte representativa de la obra expuesta por parte de Zugaza, que no se cumplió cuando entró Javier Viar.
Los artistas protestaron. «Resulta inverosímil que un proyecto que prácticamente echa a andar sea abandonado a su suerte. Una vez más, los artistas nos sentimos engañados», escribía en este periódico Txomin Badiola (Bilbao, 1957) en abril de 2002. Los creadores presagiaban un futuro pintado en negro y de hecho esas dos generaciones representadas en la muestra apenas han tenido cabida bajo el anterior mandato. Por esta razón, el regreso de Zugaza ha sido en este círculo por lo general bienvenido. «Con su vuelta se recupera simbólicamente el rumbo», declaró Asier Mendizabal (Ordizia, 1973) a EL CORREO hace un año.
De la misma opinión es Txuspo Poyo (Alsasua, 1963), participante en aquella muestra. «Zugaza activó un encuentro generacional con lo que ocurría en ese momento. Su partida a Madrid cristalizó en austeridad durante 15 años hacia los artistas vascos contemporáneos». A su juicio, la extensión del museo debería servir para ampliar la colección de obras de estos creadores que, a pesar de la «euforia plástica» a la que se refería Hurtado de Saracho y que ahora también se siente, apenas se han beneficiado de tal entusiasmo.
Francisco Javier San Martín, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU y autor de libros como ‘Dalí-Duchamp’, celebra la muestra sobre el arte vasco a partir de 1968, después del «desierto atravesado». «El museo debe promover, estudiar, conservar y exponer a los artistas de su entorno. Como decía Dürrenmatt, hay que luchar por lo evidente».
En su opinión, el hecho de que Zugaza haya retomado esa iniciativa indica «por dónde quiere ir». Una responsabilidad que para Txuspo Poyo, que aplaude la creación de una sala para vídeo, debería concretarse también en «una presencia más directa de los artistas tanto en presentaciones, charlas y simposios para dotarla de una visibilidad en el espacio público».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.