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La experiencia artística, según el italoargentino Lucio Fontana (Rosario, 1899-Varese, 1968), no puede ceñirse a ponerse frente a obra, mirarla y pasar a la siguiente. Apreciarla no sólo compromete la vista sino a todo el cuerpo, su movimiento y el espacio que se ... crea en esa relación entre la persona y el objeto. Fontana lo expresaba así en los manifiestos que escribió en la misma época en que realizó 'Estructura de neón' (1951), una instalación de luz ahora en el atrio del Guggenheim, donde permanecerá «por un plazo de mínimo de tres años», según el director general del museo, Juan Ignacio Vidarte.
Su ubicación en una apertura hacia un lucernario del edificio de Gehry ofrece al visitante una espectacular perspectiva de la arquitectura del Guggenheim y de sus recovecos, en sintonía con los trazos rizados de los tubos de neón del artista, que suman más de cien metros de longitud.
Vidarte recordó que Fontana, atento a las relaciones entre arte y tecnología, quería probar este material industrial que ya se utilizaba en los letreros de las calles y que luego han hecho suyo muchos artistas, como Jenny Holzer, cuya pieza 'Bilbao' se sitúa a escasos metros de la del italiano. Ambas forman el recodo lumínico del museo.
El préstamo de la obra ha sido una consecuencia de la exposición que el Guggenheim le dedicó a Fontana en 2019, con el comisariado de Manuel Cirauqui, y de las conversaciones posteriores con la fundación que vela por la obra del artista.
Es una pieza que puede considerarse al mismo tiempo un dibujo o un garabato colgado en el aire, una escultura o una lámpara vanguardista. Partidario de relacionar arte, tecnología e industria, el creador italiano hubiera estado de acuerdo con cualquiera de estas interpretaciones.
'Estructura de neón' fue un encargo de la Trienal de Milán de 1951, una cita que une el arte y el diseño. Con esta obra, Fontana propuso un reto constructivo a la industria del momento debido al retorcimiento de un material todavía nuevo como era el neón. Cirauqui destacó la coherencia de la pieza con una de las proclamas del 'Segundo manifiesto' (1948) del movimiento espacialista, fundado por el italiano: «Con los recursos de la técnica moderna, haremos que aparezcan en el cielo: formas artificiales,/ arco iris de maravilla/ carteles luminosos». Según Vidarte, las curvas de esta escultura de luz se parecen a las que Gehry dibujó en una servilleta de papel, en una de sus primeras visitas a Bilbao, para hacer el boceto inicial del Guggenheim.
Muy conocido por sus hendiduras con cúter en el lienzo, Fontana fue también un pionero de las instalaciones. Su trayectoria como escultor empezó en el taller de lápidas y monumentos funerarios que tenía su padre en la ciudad de Rosario. Estudió en Milán y a su vuelta a Argentina, a comienzos de los años cuarenta, participó en los movimientos de vanguardia del país latinoamericano, que estaban reformulando el lenguaje abstracto. Fundó la Academia Altamira en Buenos Aires y redactó el 'Manifiesto blanco', que firmó con sus alumnos. El 'Segundo manifiesto' tuvo una notable influencia en Equipo 57, colectivo en el que militó Agustín Ibarrola, y también en Jorge Oteiza, que entonces vivía en la capital argentina. A su regreso a España en 1949 se trajo buena parte de los conceptos elaborados por Fontana, como la idea de que el vacío podía ser generador de la obra de arte.
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