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El Madrid «absurdo, brillante y hambriento» de 'Luces de bohemia' ha traído a Bilbao su galería de personajes, que siguen siendo tan reconocibles como en 1920. El Callejón del Gato se instalará esta semana en el Arriaga –viernes y sábado– y después se llevará sus espejos deformantes a Pabellón 6, del 22 de diciembre al 30 de enero. La última producción de la sala de Zorrozaurre, la primera que une en el mismo elenco a artistas veteranos y de la Compañía Joven, es un clásico radicalmente moderno, mucho más leído que representado.
Aunque se suele citar como estreno oficial el que dirigió José Tamayo en 1970, la primera representación íntegra en España de la obra de Valle-Inclán fue en Bilbao en 1966. Al frente estaba Luis Iturri con su compañía Akelarre, recién creada. «Era el preámbulo de la profesionalización del teatro vasco». A Ramón Barea, que tenía 17 años, le vio haciendo teatro leído en un club juvenil y le reclutó como mozo de la taberna de Pica Lagartos. «Mariví Bilbao era La Pisa Bien», recuerda. Solo hicieron tres funciones, dos en el Campos Elíseos y una en la Universidad de Valladolid, «porque no permitían más, era teatro de cámara y ensayo».
Años después, Barea interpretó a Max Estrella, «un personaje con el que te juegas mucho», bajo la dirección de Helena Pimenta, y ahora es él director. Conoce tan bien la obra que no ha caído en la tentación de actualizar el esperpento. «Prefiero dejarla como está, porque, sin tener que hacer piruetas, los guiños a la actualidad salen solos», explica. «La obra de Valle tal cual, con un siglo de antelación, puede ser un espejo deformante del momento que vivimos. Incluso la escribió durante una pandemia, que fue un periodo muy creativo. ¡Qué antigua es la picaresca y qué antiguo es el descontento con los gobernantes!».
Asegura que 'Luces de bohemia' «se entiende mejor representada que leída. El lenguaje –rico en argot y expresiones castizas– fluye mucho más. Hay escenas que son un homenaje a la zarzuela o al melodrama y por otro lado es un teatro muy brechtiano, muy moderno para la época». Nueve intérpretes dan vida a medio centenar de personajes. Solo hay dos fijos. La «primera pieza» en la que pensó es Alfonso Torregrosa, que interpreta a Max Estrella. A su lado, como Latino de Hispalis, «quería poner a una mujer», Ione Irazabal. Son los únicos que no visten de blanco, con atuendos de inspiración goyesca. Ramón Ibarra, Chema Trujillo, Yeray Vázquez, Unai Elizalde, Sandra Martín Gómez, Nagore Cenizo-Arroyo y Diana Irazabal cambian de papel a la vista del público.
También se va adaptando el espacio escénico. Tablones de madera con ruedas y espejos dan forma a la taberna, el calabozo, la redacción de un periódico, la cueva del librero Zaratustra... los escenarios que recorre Max Estrella en su última noche. «Es uno de esos personajes en los que piensas desde que empiezas, ¿Cuándo tendré la edad?», afirma el veterano actor durangués, con cuarenta años de trayectoria. El poeta ciego que definió para siempre el esperpento –»la tragedia nuestra no es tragedia»– y que da nombre a los premios de referencia de las artes escénicas es un personaje «poliédrico», el que más se resiste a los estereotipos. Torregrosa lo ve como «un hombre de su tiempo, un tiempo convulso y violento, que se defiende ante una situación que para los que estamos en el mundo de la cultura es reconocible. La inestabilidad, la incertidumbre...».
'Luces de bohemia' Autor: Ramón María del Valle-Inclán. Director: Ramón Barea. Reparto: Alfonso Torregrosa, Ione Irazabal, Ramón Ibarra, Chema Trujillo, Yerai Vázquez, Unai Elizalde, Sandra Martín Gómez, Nagore Cenizo-Arroyo y Diana Irazabal. Espacio escénico: Ramón Barea y María Casanueva. Vestuario: Betitxe Saitua. Espacio sonoro: Adrián García de los Ojos.
Ione Irazabal aborda con Latino de Hispalis «otro personaje muy tierra» tras interpretar a Madre Coraje. «Para mí no es importante si es hombre o mujer, pienso más en arquetipos. Max y Latino son dos caras de una moneda, son personajes que se complementan», asegura. «Es como la sombra«. Aunque dice frases inmortales como »¡No te pongas estupendo!«, »muchas veces está escuchando, tramando... viene de la tradición del pícaro, del bufón». Ella también participó en la versión de Helena Pimenta, «hacía de madre con el niño muerto y de modernista. Después de casi veinte años, empecé a estudiar el texto y me vinieron todas las imágenes de entonces. El tiempo en el teatro no existe».
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