![Lorenzo Ascasíbar, el último clásico](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202105/24/media/cortadas/lorenzo24-kW2H-U140467084807EFD-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Teresa Flaño y m. alonso
Lunes, 24 de mayo 2021, 00:34
«Le he dedicado la vida a la escultura y la escultura me ha dado vida». Así resume Lorenzo Ascasíbar sus siete décadas dedicadas al arte, en las que ha producido más de 700 obras que se encuentran repartidas entre el País Vasco y Estados ... Unidos. A pesar de su extensa trayectoria, es desconocido para la mayoría del público, quizás porque la mayor parte de su carrera profesional la ha desarrollado en el extranjero y porque se ha centrado en la escultura figurativa, principalmente religiosa. Su obra 'St. John', ubicada en el cementerio St. Raymond de Nueva York, se erigió en honor al presidente John Fitzgerald Kennedy en el primer aniversario de su asesinato y le supuso el reconocimiento de la crítica de EE UU.
A sus 90 años, ha llegado el momento de subsanar esa falta de reconocimiento. Durante las próximas semanas va a recibir una serie de homenajes que incluyen sendos actos en su localidad de nacimiento, Elgeta, y en Vitoria, donde está afincado. El programa comenzó hace unos días con la presentación en el Museo de Reproducciones de Bilbao de un libro en el que Miguel Ángel Elkoroberezibar recoge su testimonio directo. El escenario para presentar la recopilación de sus vivencias y obras no fue elegido al azar, ya que fue ahí donde comenzó su carrera.
En el Museo de Reproduciones asistió durante cuatro años y medio a las clases impartidas por Higinio Basterra, que también fue maestro de otros escultores como Ricardo Iñurria, Joaquín Lucarini y Nemesio Mogrobejo. Él mismo se define como «el último de los clásicos de la época de Basterra. He sido el cierre de una manera de trabajar y tras de mí no veo a nadie en mi línea. Lo clásico es lo más difícil y lo que más me llega al alma».
Ascasíbar considera la escultura como una práctica muy difícil porque requiere la conjunción de técnica y sensibilidad. «Es difícil entenderla en su totalidad sin ser escultor. Solo tú puedes darte cuenta del trasfondo que hay tras la obra, de su proceso de elaboración».
En 1949 ganó el Concurso de Artistas Noveles. Su primera exposición individual la realizó en 1952 en la Sala Arte de Bilbao, que fue escenario de gran parte de la obra que realizó antes de partir a América. Frecuentó las clases de dibujo de José Luis Salinas y de pintura de José de Lorenzo Solís en la escuela sindical de la calle Ercilla, y colaboró puntualmente con el escultor Joaquín Lucarini en su estudio de Matiko, conocido como 'El Olimpo'. Lo mismo hizo con el escultor José Larrea, ayudándole a hacer sagrados corazones y piezas de grandes dimensiones.
Entre la obra suya que puede verse en Bizkaia, destaca el busto del arquitecto bilbaíno Ricardo Bastida en el Museo de Reproducciones, la imagen del Hermano Garate en la capilla gótica de la Universidad de Deusto y la de Valentín de Berriotxoa en Amorebieta.Ya había realizado algunos encargos importantes -el monumento público a Vicente Goikoetxea en Aramaio, la estatua del explorador Manuel Iradier para Vitoria-, cuando se animó a viajar a Estados Unidos. «Fui a América sin nada, con las manos en los bolsillos. La escultura me dio de comer, me facilitó un medio de vida. Hice obra comercial para sobrevivir y logré conseguir dinero con obras mayores», recuerda en el libro.
Allí se especializó en trabajar el granito. Tenía un taller en el Bronx. En el cementerio de Saint Raymond de ese barrio de Nueva York se encuentran piezas como el monumento de la entrada, el 'Triangular Pylon', 'Saint Paul' y el homenaje a Kennedy. De esa época son el monumento a Cristóbal Colón en Stamford y varias obras para el cementerio de esa ciudad de Connecticut, así como otra para el parque de bomberos de Long Island. «Obtuve un gran prestigio. Por Bridgeport, Stamford, New Canaan... Me fue muy bien. Mi obra fue distribuida a todo Estados Unidos. Está desperdigada, pero la mayor concentración se encuentra en Connecticut y Nueva York».
A mediados de los años 70 regresó con su familia a Euskadi. Se instaló en Vitoria y retomó la pintura, principalmente los paisajes. «Fue muy duro, pero mereció la pena», concluye sobre su periplo americano.
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