Si existiera el mandamiento «no viajarás», Álvaro Machín (Santander, 1976) sería un gran pecador. Por querencia, profesión, azar y, sobre todo, pasión, ha unido en el tiempo trayectos, testimonios, retratos y relatos. De esa fusión, del aprendizaje, la experiencia y las ganas de contar historias, ... el periodista ha mutado en cronista y este en narrador de un atractivo cruce de caminos. El fruto es 'Un millón de pasos' (las vueltas por el mundo de un tipo corriente), de Ediciones El Desvelo, la obra que hoy vive su puesta de largo en la librería Cámara de Bilbao, en un acto presentado a las 20.00 horas por el periodista César Coca, adjunto a la dirección de EL CORREO. Con la curiosidad en la maleta, el autor y su libro inician ahora su viaje más difícil e insólito, el que lleva hasta los lectores.
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- ¿Cómo perdió la virginidad viajera?
- Unos días en Salamanca y una noche al otro lado de la frontera con Portugal con mis padres. En Guarda, en un hotel que tenía en el suelo una moqueta gruesa y tras pasar una mañana en una de esas tiendas portuguesas fronterizas de las que salías cargado de toallas. Yo era un adolescente (ya hace mucho) y nunca habíamos ido de vacaciones. Lo recuerdo como algo maravilloso, y me faltó tiempo con mi padre para más.
- La primera vez que 'dio una vuelta', ¿tenía el presentimiento de que llegaría tan lejos?
- Siempre me parecieron interesantes las personas que habían viajado. Posiblemente no pensaba llegar a los mismos lugares. Luego fue como la carrera de un saltador de altura. Fui subiendo el listón. De la escapada con amigos al viaje intenso en solitario. De llevar todo reservado a ir sólo con un billete de avión de ida y vuelta. Todo, por curiosidad. Pero me falta mucho para llegar lejos.
- Entre el hotel de mil estrellas que es el Sáhara y el último aeropuerto que ha pisado, ¿caben tantos trayectos como historias?
- Las historias están a la vuelta de la esquina. Sea Maliaño o Saigón lo que esté al otro lado. Lo que sí puedo decir es que disfruto contando historias. En el periódico, a diario, o en este libro.
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- ¿La vuelta al hogar es el viaje ideal?
- La vuelta al hogar forma parte de todo viaje. Hay que saber volver.
- 'Un millón de pasos' equivalen a...
- Una curiosidad de un millón de toneladas.
- Supongo que, en la pandemia, ir de su casa al Paseo de Pereda con el kit de periodista también fue otro tipo de viaje.
- Sí, uno sobrecogedor. Me tocó salir mucho cuando estábamos confinados. El primer día fue curioso. A partir de ahí sentí angustia, ansiedad. A ese viaje no quiero volver. En unos años nos parecerá una alucinación. Pero no. Hasta hace cuatro días íbamos paseando por la playa con una mascarilla.
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- Sostiene hacia el final de su libro que el mundo es «hostil y maravilloso, pero está lleno de buenas personas». Confiese: su viaje ideal hubiese sido andar el camino de Oz....
- En todos los viajes te encuentras con espantapájaros, leones cobardes y hombres de hojalata. Pensar que todo el mundo es bueno es un error. Hay que saber donde te metes. Yo nunca he tenido un problema serio y me he topado con gente maravillosa, pero intento viajar con el sentido común en la maleta.
- ¿Se viaja mejor con un destino fijo, o en la improvisación?
- Cada viaje es diferente. A mí me gusta planificar, pero recuerdo, por ejemplo, en Sri Lanka que, de la noche a la mañana, cambié de planes, me metí quince horas en un autobús de los que salen en los documentales de La 2 y me fui al lado opuesto de lo que tenía pensado.
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- ¿Su libro es un claro ejemplo de que hay más disfrute en contar el trayecto que en recorrerlo?
- Es que a mí me gusta mucho contar historias...
- Ha viajado por trabajo, con amigos, oportunidad, placer, azar, en solitario, con su pareja...¿En cada uno de esos trayectos cabe un aprendizaje?
- Claro. Más allá de conocer mundo, del aprendizaje en general, el viaje es un gran examen de las compañías. Incluso, de saber si uno soporta su propia compañía.
- ¿Quién fue primero, el Álvaro Machín periodista o el viajero?
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- Me cuesta distinguir entre uno y otro. Va en el 'pack'.
- ¿Cuál es su mapa ideal viajero?
- El que me lleve a disfrutar. Yo soy muy disfrutón y es fácil en ese sentido pintarme el mapa.
Un trayecto: El viaje en tren de Kandy a Ella, en Sri Lanka.
Un lugar: El mirador sobre la playa de Mataleñas.
Un paisaje: El del amanecer en Zlatni Rat (Croacia) con mi pareja.
Un país: España, pero como hablamos de viajes por el mundo, Vietnam.
Una ciudad: Estambul.
Un cruce: Junto a mi casa. Para coger dirección Bilbao o Santander. Así empieza todo.
Un olor: El del pato a la pekinesa en Pekín.
Un relato escuchado en un viaje: Todos los que escuché en la casa de Neruda en Isla Negra (Chile).
Un viaje sin retorno: En el Transiberiano se quedó la peor parte de mí.
Un viaje imposible pero deseado: Haberme ido de joven a aprender inglés. Ya es tarde. No hay reloj que dé vuelta hacia atrás.
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