

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La primera biografía en castellano de Stefan Zweig (1882-1942) demuestra lo que todos sabíamos. Nadie es infalible. Ni un santo. Ni está libre de ... la rumorología o el chismorreo. El libro de Luis Fernando Moreno Claros, 'Vida y obra de un gigante de la literatura' (ed. Arpa), se hace eco de líneas de investigación ya divulgadas en el mundo germano. Es probable que algunas sorprendan, sobre todo a los que piensan que el talento o el genio deben ir de la mano de la intachabilidad moral. ¿De verdad era un exhibicionista que merodeaba por los parques? ¿Por qué razón se lanzaría ese rumor después de su muerte? ¿Quiénes desvelaron esa faceta de su personalidad?
Doce años después del suicidio de Zweig en la ciudad brasileña de Petrópolis, Thomas Mann fue el primero en tildar a Zweig de exhibicionista en una carta dirigida al médico berlinés Paul Orlowski en la que reflexionaba sobre la hipocresía y represiones de la vida sexual de la burguesía vienesa. El novelista alemán (él mismo, homosexual clandestino, con inclinaciones incestuosas según consta en sus propios diarios) se despachaba en esa misiva al hablar del autor de 'El mundo de ayer': «A mí nunca me lo reconoció, pero en su círculo íntimo era sabido (que era un exhibicionista), y también que padeció situaciones terriblemente penosas por ese motivo».
Poco después, en 1958, el escritor y marchante de arte Benno Geiger, estrecho amigo de Zweig hasta 1939 y militante del partido nazi, confirmaba en sus memorias, disponibles de momento solo en italiano, que «padecía de ese impulso irresistible de desnudarse en presencia de una chica joven en un lugar solitario». Este material tan sensible siempre ha intrigado a los biógrafos, desde Donald A. Prater a Oliver Matuschek, pasando por George Prochnik, aunque solo haya tirado del hilo al máximo el periodista Ulrich Weinzierl, no en vano publicó en 2015 una investigación titulada 'El ardiente secreto'.
Los diarios de Stefan Zweig son los que, según la interpretación de Weinzierl, abonan la hipótesis del exhibicionismo, más allá de las indiscreciones de Thomas Mann y Benno Geiger. En las anotaciones de 1912 –que pueden leerse en el volumen editado por Acantilado– se hace referencia a «las aventuras sexuales que solo merecen la pena por el peligro que entrañan» y aparece un neologismo (schaup) que alude a la 'ostentación vergonzosa'. ¿Pruebas suficientes? ¿No podrían revelar otro tipo de actitud? En la biografía de Moreno Claros, doctor en Filosofía y experto en literatura alemana, se impone el beneficio de la duda: «Las especulaciones son ociosas (...) Zweig fue hermético (...)». Hasta el punto de que se llevó sus secretos a la tumba. En 1942, a los 61 años, se quitó la vida junto a su segunda mujer, que trabajaba como su secretaria y a la que doblaba en edad. Radicado en Brasil, gozaba de fama mundial y una situación económica desahogada, pero no se sentía con fuerzas para seguir adelante.
Hijo de un industrial del sector textil y de una rica heredera de la banca italiana, el autor de 'El mundo de ayer' añoraba el Imperio austro-húngaro con el mismo dolor de un patricio romano que ha sufrido el expolio de sus propiedades a manos de los bárbaros. Necesitaba paz y orden para trabajar. Su obsesión era la literatura y desdeñaba los juegos de poder. Se definía como apolítico y pacifista. Igual que Erasmo de Róterdam, su ídolo y modelo de comportamiento, confiaba en el progreso y descartaba una vuelta atrás. Cuando el nazismo se convirtió en la segunda fuerza más votada en 1930, le dio la bienvenida como «una revuelta de la juventud» contra la pasividad de los socialdemócratas.
El autor de 'La piedad peligrosa' cayó en el error de analizar la realidad sociopolítica desde el sentimentalismo y la empatía. No tardó en cambiar de visión y abominar del III Reich, pero nunca tuvo los arrestos de Castellio contra Calvino en la causa de Miguel Servet, quemado en la hoguera por haber descubierto la circulación sanguínea. Se metió en la piel del humanista francés para escribir un ensayo inmortal, pero su talante tenía muy poco de combativo. Tendía a la depresión y la melancolía. Los contratiempos le abrumaban y su cónyuge, enfermiza y proclive a la ciclotimia, contribuyó a hundirlo todavía más en la angustia.
En las 520 páginas de la biografía editada por Arpa se pinta un retrato exhaustivo, tanto privado como público. Se contextualizan sus obras y se indaga en sus viajes y amistades, como fuente de inspiración para su trabajo. Es muy ilustrativo aunque haya deslices como afirmar en el prefacio que Joseph Roth se suicidó, cuando murió de 'delirium tremens', y desentonan en un trabajo serio las referencias al signo astrológico de Zweig. Nada que reste méritos a un libro que recopila en castellano toda la información sobre un autor que continúa vigente. Algo que paradójicamente sorprende a Luis Fernando Moreno Claros, «porque casi todos sus libros están protagonizados por desgraciados y no hay ni pizca de humor en sus historias».
Salvando las distancias, será que tiene un estilo similar a Leonard Cohen, en la medida que aborda las tragedias «dentro de los confines de la belleza y la dignidad, que es la mejor manera de claudicar o tirar la toalla», como decía de sí mismo el cantautor de Montreal. Muy probablemente ambos estén destinados a ser clásicos que nunca pasan de moda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Descubre la fruta con melatonina que te ayudará a dormir mejor
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.