José Manuel Caballero Bonald, paseando por la Dehesa de la Villa, junto a su casa de Madrid. j. l. nocito

La última singladura de Caballero Bonald

El autor jerezano, premio Cervantes y uno de los más grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX, murió ayer a los 94 años

Domingo, 9 de mayo 2021, 23:56

«Somos el tiempo que nos queda», dejó escrito José Manuel Caballero Bonald cuando intuía que su futuro aún era largo y en su vida quedaba sitio para la aventura. Ayer ese tiempo terminó. El escritor jerezano, poeta por encima de todo, murió a los ... 94 años. Había vencido al coronavirus la pasada primavera, pero no pudo con la enfermedad que le había retirado de casi todo hace ya un tiempo. El autor inconformista, un «observador atónito de la realidad que ha llegado a desaprender cosas que sabía», ya es Historia.

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Caballero Bonald nació destinado a encarnar el tópico del señorito andaluz. Hijo de un empresario cubano y una madre de ascendencia francesa y origen aristocrático, en su familia había también varios casos de 'acostados', esos personajes que veían pasar la vida tumbados en sus camas, sin apenas salir de casa, disfrutando de sus rentas. Pero a los 18 años se fue de Jerez para estudiar Náutica, carrera que no terminó porque un problema grave de salud le hizo ver que tendría serias dificultades para viajar en barco de manera continua. Y eso cambió su destino.

SU OBRA

  • Poesía. 'Las adivinaciones', 'Las horas muertas', 'Manual de infractores', 'La noche no tiene paredes', 'Entreguerras'.

  • Narrativa. 'Dos días de septiembre', 'Ágata ojo de gato', 'Toda la noche oyeron pasar pájaros', 'Campo de Agramante', 'La novela de la memoria'.

  • Premios. Cervantes, Biblioteca Breve, Crítica (3 veces), Nacional (2), Reina Sofía y otros.

Empezó a escribir poesía cuando se puso a leer a los poetas que lo emocionaban. Era apenas un veinteañero y ya tenía premios importantes (el Platero, un accésit del Adonais) y se había unido a un grupo, el de la llamada Generación del 50, que habría de cambiar el rumbo de la poesía española. Aquellos jóvenes procedentes de familias acomodadas, creadores de obras muy diferentes pero unidos por la noche, el alcohol y el hedonismo, iluminaron la grisura de la vida española con sus versos. Eran «partidarios de la felicidad», en acertada expresión de Carme Riera.

Su estilo fue evolucionando desde un barroquismo intenso -heredero de Carpentier, Lezama Lima y otras lecturas de ese tiempo-, con algunas gotas de compromiso social, hasta unos versos más esenciales. También se inició en la novela. La primera fue 'Dos días de septiembre', escrita durante los años de profesor de Literatura en Bogotá -donde nació su primogénito-, de la que renegaría más tarde por su exceso de estética social.

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Su lenguaje poético evolucionó a partir de un trabajado barroquismo influido por Carpentier y Lezama Lima

estilo

Durante años, el escritor jerezano profundizó en el flamenco, fue productor discográfico y editor literario, se convirtió en la mano derecha de Camilo José Cela en su revista 'Papeles de Son Armadans', dio la primera oportunidad a muchos jóvenes poetas y disfrutó de las noches, de esa peculiar manera «de vivir y de beber» que abanderó su generación.

Política, vida y amor

Mucho más tarde, contaría que se hizo poeta por ser como Espronceda, que fundó una sociedad secreta, sufrió exilio y cárcel, fue perseguido, luchó contra el absolutismo, ejerció de diputado y se escapó con la mujer de otro. «Como no podía imitarlo en tantas hazañas, me limité a escribir y tratar de llevar una vida licenciosa, que era también una pretensión vana». Lo decía balanceándose ligeramente en una mecedora instalada en el salón de su casa, con su acento gaditano con un leve toque cubano suavizado por el francés, herencia de su madre.

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La apreciación pecaba de modestia, porque Caballero Bonald estuvo un mes en Carabanchel por decir lo que pensaba. Allí conoció a Dionisio Ridruejo y se formó su conciencia política. Más tarde apoyaría la Revolución cubana, de la que se alejó tras el 'caso Padilla'. Pero siempre sería un rebelde, un desobediente, un escritor inconformista con la vida y sus injusticias. «La historia es indulgente, merecidas las dádivas./ Los dioses son ya pocos y penúltimos./ Justos y pecadores intercambian sus sueños», escribió en 'Fábula'.

«El futuro es para mí una pared vacía, la meditación ante el muro»

aceptación de la vida

Fue uno de los poetas que mejor ha descrito el amor, el encuentro físico y el dolor por la pérdida. «Ningún vestigio tan inconsolable/ como el que deja un cuerpo/ entre las sábanas». Así lo describe en el inicio de 'A batallas de amor, campo de plumas', uno de sus poemas más conocidos.

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Galardonado con todos los premios importantes, ganador en 2012 de un Cervantes que parecía resistírsele, el escritor jerezano, que odiaba a los «andaluces profesionales», ocupaba ahora su tiempo escuchando música, de Schubert al flamenco, y paseando por la Dehesa de la Villa, un parque muy próximo a su casa de Madrid. Los meses de verano los pasaba en Sanlúcar, viendo el mar que siempre quiso surcar. Ya hace diez años, en una larga entrevista concedida a este periódico -varias horas de conversación sobre la poesía y la vida- aseguraba haber asumido estar en el fin del trayecto. «En un punto en el que ya nada vale mucho la pena. El futuro es una pared vacía, la meditación ante el muro, que es casi el título de un libro que ya no escribiré».

Antes, en otro de sus poemas, había dejado escrito un lamento que no hace justicia a su trayectoria: «Cuántos días baldíos/ haciéndome pasar por lo que soy». Uno de los grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX ha emprendido su última singladura.

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