Estamos en 2021. Y aunque parezca increíble, se queman libros. Como en la novela de Ray Bradbury 'Fahrenheit 451', escrita en 1953. Si no la han leído, aquí va un resumen: sociedad estadounidense del futuro, los libros son como la droga, están prohibidos, no se ... puede leer, que el conocimiento convierte a la gente en sujetos de los que uno no se puede fiar, los bomberos se dedican a buscar todos aquellos que todavía están escondidos en el país y darles fuego.
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El último caso ha ocurrido en Canadá. Allí se reitraon unos 5.000 libros de varias escuelas de la provincia de Ontario. Varios han ardido y no por accidente, sino que se han seleccionado minuciosamente antes de encender la mecha. El impulsor de la iniciativa ha sido el Consejo Escolar de Providence que aglutina a una treintena de centros católicos de habla inglesa.
Entre los volúmenes afectados están obras de Tintín, Astérix y Pocahontas. La razón para que hayan acabado en la hoguera es que tienen pasajes que pueden ofender a las comunidades aborígenes. Esta «purificación» de bibliotecas es, al parecer, «un gesto de reconciliación con las Primeras Naciones, y de apertura hacia las otras comunidades presentes en la escuela y en nuestra sociedad», ha explicado Lyne Cossette, la portavoz del Consejo. Así que todos aquellos libros que incluían la palabra indio o esquimal han sido seleccionados en esta limpia. También aquellos en los que se representaba a los aborígenes con el torso desnudo.
La iniciativa ha sembrado la polémica en el país, donde se han tenido que proncunciar las autoridades. El primer ministro de Quebec François Legault, considera lo ocurrido como «inaceptable», independientemente del contenido de los ejemplares: «Es un acto atroz». Mientras que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se ha mostrado evasivo: aunque nunca está de acuerdo con la quema de libros, no le corresponde a él ni a «las personas no aborígenes decir a los aborígenes cómo deben sentirse o cómo deben actuar para avanzar en la reconciliación».
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Esta quema no es la primera que se lleva a cabo en Canadá. Hace tres años, en 2019, ya se celebró otra de estas «ceremonias de purificación» en una de las escuelas promovida por Suzy Kies, copresidenta de la Comisión de Pueblos Aborígenes del Partido Liberal de Canadá. Los títulos prohibidos se quemaron y las cenizas se utilizaron como abono para plantar un árbol. Era la manera de «convertir así lo negativo en positivo». «Enterramos las cenizas del racismo, la discriminación y los estereotipos con la esperanza de crecer en un país inclusivo en el que todos puedan vivir con prosperidad y seguridad», explicó en un vídeo destinado a los alumnos.
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