Óscar B. de Otálora
Martes, 9 de enero 2024, 19:10
El estreno de la película de J.A. Bayona 'La sociedad de la nieve', en la que se relata el episodio registrado en 1972 en Los Andes, cuando los supervivientes de un accidente de aviación tuvieron que recurrir al canibalismo para poder sobrevivir, ha vuelto ... a poner de actualidad las historias de supervivencia extrema.
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Este filme, que representará a España en los Oscar, es una de las obras más conocidas sobre el recurso final a alimentarse de los compañeros fallecidos en una situación límite. Sobre ella ya se han rodado otras dos películas y escrito varios libros. Sin embargo, esta decisión forma parte de la historia de la humanidad y en más de una ocasión ha servido, como sucede con la película de Bayona, para crear obras de arte a partir del drama que implica recurrir a la antropofagia en sociedades civilizadas. La ficción de todo tipo ha recurrido a historias reales en las que la única opción es el canibalismo con la intención de buscar relatos dramáticos e impactantes, así como a dilemas morales al límite. Estos son algunos de los ejemplos históricos más conocidos.
Arte y crítica social
En 1819, el pintor francés Théodore Géricault presentó el que es su cuadro más famoso y que hoy en día se expone en el museo del Louvre: 'La balsa de la Méduse'. Este cuadro fue una de las primeras obras de la pintura romántica y tiene detrás un intenso de trabajo de investigación del autor sobre un caso real que había conmocionado la historia europea.
La pintura recoge la historia de la fragata Méduse, un barco que en 1816 había partido del puerto francés de Rochefort con rumbo a Senegal, junto con otros dos navíos. Su objetivo era llegar al país africano para asumir el control del territorio, tras un acuerdo alcanzado entre Inglaterra y Francia. Tanto el capitán de la fragata como los cargos políticos que se encontraban a bordo -en total viajaban 500 personas en el buque- se adelantaron con respecto al resto del convoy para ser los primero a llegar a Senegal. Esa decisión les condenó.
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La escasa pericia de la tripulación hizo que se alejaran de su ruta de destino y acabaran encallando en un banco de arena a 60 kilómetros de las costas de Mauritania. La Méduse no tenía botes para toda la tripulación, así que construyó una balsa improvisada para acoger a las 150 personas que no cabían en las lanchas. El 5 de julio, los botes comenzaron a remolcar la balsa pero las amarras se rompieron y la plataforma de madera, semihundida y con una bolsa de galletas como todo alimento para su más de un centenar de ocupantes, quedó a la deriva.
Aquella balsa fue encontrada el 17 de julio por otro barco, el Argus. Tan solo quedaban con vida quince personas. El relato de los supervivientes fue estremecedor. El egoísmo humano a la hora de luchar por la vida había hecho que en el diminuto espacio de aquellas maderas flotantes se hubieran registrado escenas de canibalismo, asesinatos, muertos por inanición y suicidios.
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El caso supuso una conmoción en Francia y reveló los casos de nepotismo en la corte real, ocupada por Luis XVIII tras la derrota de Napoleón. Géricault, al elegir este tema para representarlo en su cuadro, no solo recurrió al drama que encerraba la historia si no que también realizó una crítica social a la monarquía gala. La historia de La Méduse sería también llevada al cine en 2021 por el catalán Agustí Villaronga con el título 'El vientre del mar'. Con anterioridad había sido filmada también por el cineasta francoiraní Iradj Azimi, en un rodaje catastrófico que fue afectado por un huracán y que tuvo una distribución mínima que llevó al director a cortarse las muñecas ante funcionarios del Ministerio de Cultura galo en protesta por lo que interpretaba como trabas a su filme.
El cachalote asesino
Herman Melville y Edgar Allan Poe se inspiraron en el naufragio del ballenero norteamericano Essex para crear algunas de sus obras más famosas: 'Moby Dick' y 'La narración de Arthur Gordon Pym'. Su historia es el relato de una supervivencia llevada más allá de la naturaleza humana.
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El Essex había zarpado de Nantucket en 1819 para cazar ballenas en el Pacífico sur bajo las órdenes del capitán Owen Chase. El 20 de noviembre de 1820, un cachalote de dimensiones nunca vistas lo embistió y lo mandó a pique. La veintena de marinos del navío quedaron a la deriva a casi 4.000 kilómetros de la costa sudamericana. Apenas tenían agua para beber y provisiones. La suerte quiso que llegasen al islote Henderson, un trozo de tierra deshabitado y sin recursos. Tres hombres decidieron quedarse allí mientras los botes continuaban su viaje hacia la costa.
Fueron rescatados 95 días después del naufragio del Essex. Tan solo sobrevivieron ocho personas y su relato fue la historia de un viaje demencial, en el que acabaron eligiendo por sorteo a quien había que matar para alimentarse con su carne. La rifa incluía la elección de quién debía ser el encargado de quitar la vida al desafortunado que iba a ser devorado. El estado de locura de los marineros era tan profundo que cuando un barco se acerco a salvarles, ni siquiera lo vieron. Los tres hombres que se habían quedado en la isla cuando se encontraban ya agonizando. El capitán del barco, Owen Chase, quedó traumatizado por la historia y llegó a publicar un libro sobre lo sucedido. Pero su herida era tan profunda que acabó ingresado en una institución psiquiátrica durante ocho años.
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El escritor Hermann Melville eligió la historia del ataque del cachalote para crear su monumental obra 'Moby Dick'. Pero fue Edgar Allan Poe quien utilizó el relato de supervivencia extrema para escribir 'La narración de Arthur Gordon Pym'. Este relato se ha convertido casi en una obra canónica sobre el horror en el mar y ha inspirado a autores tan diversos como Julio Verne o H.P. Lovecraft. En 2015, el director norteamericano Ron Howard rodó una versión dulcificada de la historia -'En el corazón del mar'- que no tuvo éxito en taquilla.
Drama en el Ártico
El Erebus y el Terror eran los dos barcos británicos con los que el capitán John Franklin intentó encontrar en 1845 el Paso del Noroeste, la ruta que debía facilitar la travesía del Océano Ártico. Los dos navíos y sus 128 tripulantes desaparecieron sin dejar rastro. La esposa de Franklin consiguió convencer al Almirantazgo para que se organizase una expedición de rescate tras tres años sin tener noticias de la expedición. Los resultados fueron terribles.
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Los dos navíos desaparecidos eran los buques de exploración más avanzados para la fecha. Disponían de propulsión a vapor, así como refuerzos metálicos para soportar la presión de los hielos, reservas de provisiones para tres años y comodidades como calefacción en las habitaciones. Sin embargo, todos esos avances no ofrecieron ninguna ventaja ante las condiciones límite del Ártico.
Las expediciones de salvamento fueron incapaces de encontrar los dos navíos pero sí que localizaron una serie de pistas para intuir qué había sucedido con el Erebus y el Terror. Para empezar, consiguieron encontrar túmulos de piedra en los que algunos marineros habían dejado mensajes en la convicción de que algún día alguien los encontraría, como así fue. Pero los exploradores también consiguieron entrar en contacto con los esquimales inuit, que habían visto a hombres blancos rondando por su territorio.
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La historia que se fue recomponiendo revelaba como los dos barcos habían quedado atrapados en el hielo en el Estrecho Victoria. Para evitar morir en aquella trampa helada, la tripulación abandonó los buques y buscó una salvación en tierra. Pero para entonces, muchos marineros se encontraban ya enfermos por el escorbuto e intoxicados por el plomo de las cañerías internas de los navíos que conducían el agua potable. Algunas fuentes también atribuyen ese envenenamiento a las soldaduras de plomo de las latas de conserva, aunque esta versión está en entredicho.
Cuando se comenzaron a descubrir cadáveres, los exámenes médicos encontraron que algunos de los huesos tenían marcas de haber sido devorados. La tesis del canibalismo entre los tripulantes, que ya habían manejado algunos autores, se afianzó. En los años 80 del siglo pasado, las pruebas científicas reafirmaron la idea de que los marineros se habían devorado para sobrevivir. En 2014 se consiguió localizar el Erebus gracias a un robot submarino y, dos años más tarde, se encontró al Terror. Las investigaciones sobre estos pecios siguen en marcha.
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Los primeros en llevar a la literatura la historia de estos dos barcos desaparecidos fueron Wilkie Collins y Charles Dickens. La tragedia se convirtió en un canto épico que influiría también en Julio Verne a la hora de escribir 'Las aventuras del capitán Hatteras'. Pero quien convirtió esta aventura en un hito sin igual fue el escritor de 'best sellers' Dan Simmons, con su libro 'El Terror'. Simmons convirtió la expedición del capitán Franklin en el culmen del horror ártico y mezcló la desesperación humana con aspectos sobrenaturales para crear una obra sin par. En 2018, Ridley Scott produjo la serie con el título del libro, en la que llevó a la pantalla el drama de los barcos desaparecidos con toda su tripulación a bordo.
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