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El 1 de marzo de 2019 me encontraba en Chicago para impartir un curso de Literatura Vasca, invitado por el Instituto Etxepare, con los profesores Mario Santana y Amaia Gabantxo. Era una época de mucho frío (pude medir 17 grados bajo cero), una ancha soledad ... y largo tiempo para leer. A las 15:35, hora CET, llegó un mensaje que cambió mi estancia y mi percepción de la ciudad.
Comenzaba diciendo: «Kaixo: Esti da nire izena eta Muskizkoa naiz DBH ko irakaslea. Iraleko ikastaroan Gabriel Aresti idazlea landu genuen eta etxean bere 2 poema ditudala komentatu nion irakasleari». Y el final ya cambiaba mi plan de trabajo y en cierto sentido mi vida intelectual. Una persona que no conocía me hacía un regalo inesperado e impagable. Algo tuvo que ver la profesora que le aconsejó que me enviara el mensaje. Guardo mi gratitud hacia esa docente. Gotzone, mila esker!
Y a las 17:05, hora CET, Esti me envió las fotos de los poemas. De los dos poemas que, no había que cavilar demasiado, iban a crear una nueva cronología en la producción artística de Gabriel Aresti.
En este momento hay que poner la atención en los dos segmentos del titular. Por una parte dos sonetos; por otra, 1953. Comencemos por la cronología. Los sonetos están fechados en 1953. Son los primeros poemas que se conocen hoy. El futuro dirá, mientras tanto estos son los primeros poemas de Gabriel Aresti. Hasta la fecha se sabía, gracias a la labor de Anjel Zelaieta en su memorable biografía de Aresti, que la publicación más temprana de Aresti se había producido en la revista 'Euzko Gogoa' de Guatemala en 1954. El poeta, por su lado, consideraba que su «bautizo de tinta» había tenido lugar en Caracas en la revista 'Eusko Gaztedi'. Joxe Azurmendi anota que el texto del poeta bilbaíno se publicó en enero de 1955. Pudo ser que enviara su contribución antes a Venezuela, pero que su aparición se retrasara y tomara la delantera la revista de Guatemala.
Estos dos sonetos son importantes, porque son los primeros que se conocen de Gabriel Aresti; porque son del 53, un año y medio anteriores a los que conocíamos.
Son dos sonetos. Bueno, dos sonetos y una anotación irónica y humorística al firmar el libro de religión «Por causas ajenas a su voluntad…». ¿Qué podemos decir de los poemas? Pues, en primer lugar, que corresponden a un artista adolescente, que los escribe con 19 años. Que son sentimentales, dirigidos a una chica (16 años entonces) por la que siente amor y desamor. Un tanto excesivos en el uso de un lenguaje elaborado y elevado. Más que correctos en la estructura y en el uso del ritmo.
Y que son inconformistas. En vez de la estructura normal de dos cuartetos y dos tercetos, Aresti utiliza el esquema del Soneto de Shakespeare, es decir cinco versos, cinco versos y dos para cerrar el poema, lo que denota algunas de las lecturas del joven aspirante a escritor. Aspirante, pero que ya muestra una sólida educación a nivel de léxico, de uso de las palabras, algunas elevadas o raras, más comunes en su tiempo, hoy olvidadas. Sobre el valor de los poemas quiero comentar que le leí uno a una amiga hace pocos días y dijo que le había alegrado el día porque le había gustado.
Entre los escritores circula la leyenda de los baúles perdidos llenos de originales que quisiéramos que aparecieran. Se perdieron los escritos de Walter Benjamin. Se alude al baúl de Ernest Hemingway. Hay baúles perdidos y otros bien hallados. Un baúl recuperado y en reposo es el de Fernando Pessoa.
Este descubrimiento de los dos sonetos de Aresti no se corresponde con un baúl, quizás con una recuperación en unas hojas de un libro. Debemos a Mariví Gaubeka Villacián el feliz hallazgo de estos textos del aprendizaje del poeta. Y a la generosidad de su familia el haberlos podido dar a conocer. Son los rasgos inconfundibles del retrato de un artista adolescente... de Gabriel Aresti.
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