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Toda novela tiene un motor de arranque y el de 'Los pacientes del doctor García' (Ed. Tusquets) fue la imagen de un portal de Madrid, el número 14 de la calle Galileo. Almudena Grandes sintió algo cuando supo que ahí, en ese lugar por el ... que ha pasado tantas veces, vivió Clara Stauffer, la responsable de la red que salvó de la detención a centenares de nazis que llegaron a España tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Stauffer, la única mujer que estuvo en la lista de dirigentes nacionalsocialistas reclamados por los aliados al Gobierno de Franco, tiene un papel muy relevante en la cuarta entrega de la serie 'Episodios de una guerra interminable'. En ella, dos republicanos, un médico y un diplomático, logran infiltrarse en su grupo con la misión de elaborar informes con los que poner contra las cuerdas en el ámbito internacional al franquismo.
- Su novela tiene más de 200 personajes. ¿Cómo se organiza algo así para no perderse ni que se pierda el lector?
- Antes de empezar a escribir la novela, me cuento a mí misma la historia en unos cuadernos en los que también defino los personajes, sobre los que voy haciendo anotaciones con bolígrafos de distintos colores, y luego hago una lista de capítulos en los que describo qué voy a contar y quiénes van a aparecer en cada uno. Es mi manera de llevar un orden.
- Un puñado de personajes son reales, y hay uno muy importante: Clara Stauffer. ¿Cómo la encontró?
- Habia leído cosas sobre ella en 'La guarida del lobo', pero lo determinante fue saber que su casa estaba en una calle muy próxima a donde yo vivía y por la que he pasado muchísimas veces. Y luego está la foto en la que aparece con un trofeo tras haber ganado en 1931 la travesía a nado de la laguna de Peñalara. De la suma de esas imágenes y el dato de que dirigió la red salió el impulso para la novela.
- Pese a que ella salvó a criminales de guerra la ha convertido en un personaje fascinante.
- Es un personaje lleno de matices. Era gran deportista, hablaba varios idiomas, se benefició en definitiva del nuevo estatus de la mujer en la España republicana, y luego se hizo amiga de Pilar Primo de Rivera y se dedicó a impedir que otras mujeres pudieran hacer lo mismo que ella. Representa a una mujer que se entregó en cuerpo y alma a una causa muy perversa. Fue el ángel bueno para gente muy mala.
- En su novela hay una historia intensa entre un republicano y una falangista. Primero vive oculta ella y luego él. ¿Se dieron muchas relaciones asi durante la guerra?
- Muchas, porque una guerra libera mucho. Piensas que si no vas a salir de eso, qué más da todo lo demás. Necesitaba que mi personaje tuviera una puerta de entrada el mundo de Clara Stauffer y esa relación la hacía posible. Quería una historia de sexo antes que de amor, porque el amor supone lealtad. De todas formas a ese personaje femenino le sucede como a tantos franquistas de aquellos primeros años: que terminaron por sentir nostalgia de las libertades que habían vivido de jóvenes.
Clara Stauffer. Nacida en Madrid en 1904, hija del gerente de la cervecera Mahou. Aficionada al esquí y la natación, hablaba varios idiomas, tocaba el piano y triunfaba en la alta sociedad madrileña. Estaba afiliada a la Falange en España y al partido nazi en Alemania. Fue la única mujer de la lista de los 104 reclamados en 1947 por el Consejo de Control Aliado para que España los entregara para ser juzgados. Murió en Madrid a los 80 años.
Creación y verdad
- ¿Condiciona mucho trabajar con personajes reales, resta libertad? Porque también aparece Negrín...
- Hay que buscar un equilibrio entre libertad de creación y lealtad a la verdad histórica. Creo que la clave es ser leal al legado del personaje. A Negrín lo tengo muy estudiado desde hace mucho tiempo. Y cuanto se planteaba alguna duda llamaba a Moradiellos, su biógrafo, y le preguntaba si sería verosímil. Además, he usado mucho de lo que llegué a conocer de Negrín gracias a Francisco Ayala.
- ¿Y para su forma de hablar, sus estados de ánimo?
- Hay que apostar. Se trata de evitar el acartonamiento de los personajes que a veces se da en algunas novelas históricas. Me han ayudado otras cosas, como las fotos de Negrin y Azcárate -otro personaje de la novela- en Inglaterra, en las que aparecen con aspecto descuidado y muy envejecidos. Fueron de los que peor llevaron la derrota y el exilio.
- ¿Ha querido reivindicar a personajes reales semidesconocidos, como el doctor Bethune, que gracias a sus logros en materia de transfusiones salvó a tanta gente en Madrid?
- No entiendo cómo no tiene una calle o un hospital. Regaló su invento a la ciudad y se salvaron miles de vidas. Pasa con él como con los estudiantes que protagonizaron la revuelta del 46, de quienes tan poco se ha hablado. Sí, los reivindico a ellos y a una clase social completa que ha desaparecido para la Historia: la burguesía republicana. Se ha asociado la República al proletariado y no es verdad: quienes la pusieron en marcha, escribieron una Constitución y crearon un aparato de Estado fueron intelectuales miembros de una burguesía que venía del siglo XIX.
- Otro homenaje, este de tipo bien diferente, es a Galdós.
- No habría podido escribir estas novelas sin él. Hay pequeños guiños galdosianos, como personajes de unas que se cuelan en otras: aquí aparecen de las tres primeras de la serie, e incluso de 'El corazón helado' y 'Los aires difíciles'. Yo no puedo escribir como Galdós porque soy una escritora de los siglos XX y XXI, pero comparto con él la ambición de crear un mundo completo en mis novelas.
- La literatura española de la segunda mitad del XX se olvidó por completo de Galdós. ¿Por qué cree que fue así?
- Porque fue una víctima más de la Guerra Civil. Los mejores intelectuales de la gran generación que vivió la República salieron al exilio y siguieron amando a Galdós. Los que se quedaron, que eran los más mediocres, decretaron que era una antigualla. Y luego su opinión terminó por imponerse.
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