![«Quise que en mi obra el hombre común contase su vida y que eso tuviera altura»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202110/04/media/cortadas/entrevista-iribarren-kHuG-U150726558760R7-1248x770@El%20Correo.jpg)
![«Quise que en mi obra el hombre común contase su vida y que eso tuviera altura»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202110/04/media/cortadas/entrevista-iribarren-kHuG-U150726558760R7-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Con 'El escenario' (Ed. Visor), el poeta donostiarra Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) da un nuevo paso en su trayectoria y tras dejar atrás primero el protagonismo en los poemas y después la posición del observador de los pequeños acontecimientos cotidianos, ahora su escritura ... se vuelve más descriptiva. Cambia, aunque de forma imperceptible porque no parece que lo haga. A lo que sí mantiene la lealtad es a la idea de escribir una «poesía de personaje, es decir, en la que el hombre común contase su vida y eso tuviese altura poética. Es una empresa bastante complicada».
- Parece que no se mueve, pero lo hace con sigilo. ¿Es este libro la culminación de su segunda etapa poética o el primero de la tercera?
- Es una buena pregunta. Mi poesía tiene varias etapas, dos bastante diferenciadas. La primera, hasta 'La frontera y otros poemas', con una poesía más callejera, nocturna y canalla, si se quiere. Y posteriormente, se va reposando, empieza a ser una poesía de observación y se prolonga durante bastantes libros. No sé si hasta 'El escenario', pero sí empieza aparecer una poesía que es más de la descripción que de la observación.
- Al principio, usted era el protagonista, luego fue el que observaba y ahora empieza a ser el que evoca y recuerda.
- Y el que la describe, pero fuera de plano, sin protagonismo.
- En el terreno poético, ¿se ha ido de un lugar que empezaba a estar muy concurrido? Proliferan los poetas que le imitan y le reivindican.
- Bueno, creo que siempre he hecho un camino que se ha creado a medida que publicaba. Tampoco es que yo tuviera una idea precisa. Sí tenía claro hace ya muchísimo tiempo que iba a hacer una poesía de personaje, es decir, en la que el hombre común contase su vida y eso tuviese altura poética. Es una empresa bastante complicada.
- A esa idea siempre le ha sido fiel.
- Siempre y creo que sigo siéndolo. En cuanto a los seguidores, no sé. Siempre pasa: en cuanto alguien suena un poco, la gente se fija y más en mi caso, con una poesía tan accesible, que empuja a la gente a escribir. Lo ven tan sencillo que piensan: «Eso lo hago yo». No me parece nada mal, de alguna forma hay que empezar. Lo que sí puedo decir es que a mí no me parece tan sencillo porque o yo tengo poco talento o a veces me cuesta. Sobre todo, me cuesta la elipsis y conseguir la tensión que busco. No es algo que me salga de tirón, pero yo, encantado de que haya gente que quiera seguir este camino.
- Hay gente que le confunde con sus poemas, sobre todo, con aquellos en los que sale peor parado, comenta en uno.
- En el primer libro ya dije que mi poesía era de ficción realista autobiográfica. Y pese a la contradicción en los términos, algo de eso hay porque debemos recordar siempre que el que cuenta no es el poeta, sino el poema. Tú tienes una idea en la cabeza, pero mientras escribes surgen una serie de cosas que igual controlas al 90%, pero aparecen otras a las que casi te obliga el poema. El que comunica no es el poeta, es el poema. En el que cita, quise ironizar la condición humana, parece que a todos nos hacen felices las desgracias del otro.
- Aún no es tan viejo, pero aquí ya aparece en algunos poemas un tono bastante crepuscular.
- Es que este libro está escrito durante la pandemia. No quiero pensar en la gente que la ha sufrido directamente, pero hubo días muy agobiantes, no sé si por tanta información. Fueron días con tintes apocalípticos y al final pensabas: «Esto no es ninguna broma, a ver si voy a volver algún día a casa jodido y me muero». Esa sensación ominosa se trasladó al tono general del poemario. Los temas que van adquiriendo importancia en la vida cambian: a los veinte años, la muerte no te ronda tanto. Igual, un amigo que se ha pegado una hostia en moto, pero al rato te habías olvidado, pero a partir de una edad, está ahí, es una sombra que va a tu lado.
- Durante el confinamiento, se quedó sin su materia prima: pasear y observar.
- Me agobiaba bastante. No echaba en falta a la gente, ni nada, sino salir cuando a mí me gusta, a dar una vuelta, pero solo. De hecho, alguna vez me escapaba, pero por lo demás, como tengo cientos de novelas policíacas lo que hacía era leer.
La costumbre de observar
- Cuando comenzó a publicar, ¿imaginaba que escribiría un libro como 'El escenario'?
- Yo creo que empecé a darme cuenta de que mi poesía tenía una cierta posibilidad de desarrollo a partir del tercer o cuarto libro. Vi que estaba perfilando el trayecto de una vida. Escribo mucho en primera persona y eso ayuda, pero no creo que me imaginara publicando, no ya 'El escenario', sino tantos libros porque esto de la poesía te puede no volver..
- Los que parece que desfallecen en este libro son los poemas de amor.
- No se puede escribir poemas de amor como si tuvieras treinta años o si lo haces es un poco ridículo. Otra cosa es escribir poemas sobre el tema del amor, entonces tú ahí te sales.
- Los que permanecen presentes son los bares y, en su caso, las terrazas, tan denostadas últimamente.
- Los bares son el corazón y los latidos de las ciudades. En un poema digo que «una calle sin bar es una calle sin alma», y parece muy pretencioso, pero lo veo así. Junto a la rueda, la aspirina y cuatro cosas más, los bares son el mejor invento del hombre. Yo llevo toda la vida en los bares, estuve dentro de la barra, ahora estoy fuera y me gusta mucho estar solo. .
- Y algún poema hay dedicado a los viejos 'compañeros de viaje' de la lucha en la calle y que han acabado en despachos...
- Lo peor de todo es cuando siguen con un discurso subversivo y te dicen: «Bueno, que tengo prisa», y cogen el Audi y se van. «Oye, tío, un poco de respeto. A mí me da igual tu vida y me parece muy bien, pero es que...».
- Me dirá que no, pero el Premio Euskadi, ¿le supuso algo? Al margen del dinero, digo.
- No sé cómo decirlo... Es que yo tenía 58 años cuando lo gané y llevaba publicando mucho tiempo. Luego ves que se lo dan a alguien de treinta años y dices: «Jodé, qué suerte tienen algunas o algunos». No me quejo, me lo dieron y me parece bien. Me alegré pero era mayor ya.
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