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Manuela Carmena habló ayer de sus memorias como alcaldesa de Madrid en un encuentro distendido con 14 suscriptores de EL CORREO. La antigua jueza se reunió en la sede del periódico y tras interesarse por la figura oronda de Don Celes entró rápidamente en materia. «La política no es una profesión, sino una responsabilidad», defendió ayer durante su charla. «¿Aquellos que la ejercen trabajan por mejorar la situación de los ciudadanos? Quienes viven de ella han de ganar, porque si no es así te quedas en la calle. Mucha gente se introduce en las listas porque no ve otra salida. Algunos, cuando las cosas van mal, o han votado a Soraya Sáenz de Santamaría o Susana Díaz y pierden pie, son contratados por empresas que buscan sus redes de relaciones».
La autora de 'La joven política' (Península) ha escrito un ensayo en el que disecciona a la clase política y sus maneras de hacer tras la experiencia municipal. La agresividad, la descalificación y el insulto son recursos habituales en el trabajo municipal, según su experiencia. «Hemos llegado a extremos en los que la deslealtad es hablar con el rival, mientras que mentir por el partido es lo conveniente. Colaborar con el otro se ha convertido en un pecado mortal», lamenta.
El doble discurso se ha vuelto habitual, según explica. «Cuando implementamos Madrid Central la oposición se nos echó encima, el proyecto se tachó de disparate. Y cuando acabó el pleno, un representante del Partido Popular se me acercó y me dijo que lo habíamos hecho estupendamente, que era algo necesario».
Considera que la democracia no puede ser algo estático. Afirma que lo que fue útil para 1978 no tiene por qué serlo en el año 2030, y que hay que tomar medidas. «Cuando intentaba cambiar los reglamentos y esta forma de dirigirse, me achacaban que caía en cierto buenismo», alega. «Esperanza Aguirre aseguraba que había que venir llorada de casa, qué estupidez. Lo que hay que buscar es que unos y otros lloremos lo menos posible».
La regeneración del debate político, a su juicio, requiere establecer límites y tomar medidas. «No se trata de algo propio del plano municipal, sino de todos los colectivos institucionales», indica. «Todas las ideas deben tener su sitio y todas merecen un respeto porque cada concejal representa las ideas de un grupo de ciudadanos», aduce. «Insultar hace de la política algo lento, umbrío e ineficiente».
La rehabilitación de la clase dirigente pasa por tener otra visión del político, en opinión de Carmena. «Además de saber qué pretenden hacer, estaría bien que supiéramos qué han hecho antes laboralmente y cómo les ha ido, sin son personas equilibradas y educadas, como quien acude a una entrevista de trabajo y expone sus valores», defiende y afirma que, en estos tiempos de desideologización, habría que analizar los programas concretos. «No sabemos lo que votamos porque ahora los partidos se definen en función de su posición contraria a los demás, pero no se comprometen a nada».
La que fuera regidora de la capital española entre 2015 y 2019 aseguró que nunca se ha sentido atraída por la política institucional. «El ministro Barrionuevo me ofreció una secretaría y lo rechacé, le propuse el nombre de amigos, pero me di cuenta que no sienta nada bien que rechaces un cargo», recuerda. ¿Y volver a la escena pública? «No», responde con rotundidad. «No por nada, sólo es que tengo 77 años».
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