«Ahora más que nunca, decir 'buenos días' en el ascensor se ha vuelto casi un acto político»

Se trata de su tercer libro de versos, con una selección de 19 poemas, escritos entre 1999 y 2024, y se incluye también el libreto de la ópera 'Saturraran' , con música de Juan Carlos Pérez, que estrenó el pasado junio en el Teatro Arriaga con la Coral y Sinfónica de Bilbao. La crítica elogió el resultado, un reconocimiento que le da ánimos para seguir experimentando. «Estoy abierto a todos los desafíos. Necesito moverme, cambiar, progresar...».

- Los versos de su último poemario huelen a mar y nostalgia.

- No podía ser de otra manera. Piense que soy de Ondarroa y vivo en Nueva York. Siento muy dentro el Océano Atlántico que hermana ambas orillas. Toda mi familia ha vivido del mar y eso forja el carácter. Nunca dejas de buscar nuevos horizontes.

- Ya, ya. Pero usted buscaba el futuro en Nueva York y ahora parece que se ha sumergido en la infancia y la juventud. Al menos, con muchas de las poesías que acaba de publicar.

- El pasado siempre vuelve. Por mucho que busques una nueva vida, no puedes dejar todo atrás. Es importante hacer las paces con tu propio pasado para mirar hacia el futuro. Mantener las distancias también ayuda a la introspección. Ves con más claridad lo que llevas dentro. Te aleja de las inercias y de la vorágine de tu entorno habitual.Es como... ¡desaparecer!

- ¿Le parece positivo que le pierdan de vista?

- No es mala sensación. Me ayuda a plantearme las cosas de manera más tranquila. A los escritores nos puede beneficiar ese alejamiento. No olvidemos que Ovidio escribió en el exilio versos maravillosos sobre Roma y en la formación de un dublinés de pura cepa como James Joyce fue importantísima la experiencia de París.

- Usted rinde homenaje a las mujeres que le educaron y dieron ejemplo de fortaleza y tolerancia. ¿No le han enseñado nada importante los hombres?

- Me gusta que me haga esa pregunta, sobre todo porque los hombres jóvenes están un poco perdidos en estos tiempos y hay que trabajar con ellos. ¡Claro que aprendí mucho de mis mayores! Lo primero que me inculcaron mi padre y mis tíos fue la importancia de la bondad. Los hombres de mi familia eran buenas personas, de eso no tengo ninguna duda. En segundo lugar, me enseñaron a no ser demasiado espontáneo o explosivo. Lo fundamental era la amabilidad y la cortesía, sin perder nunca las formas. Tranquilidad y poso ante todo.

- Actitud y valores que no están de moda en la Casa Blanca...

- Nada, nada, se ha impuesto un modelo de masculinidad tóxica con Donald Trump. Pero, ojo, al mismo tiempo hay una reivindicación o militancia de la amabilidad y la sonrisa muy interesante en Estados Unidos. George Saunders, el autor de 'Lincoln en el bardo', va en esa línea y me parece muy revelador.

- ¿En qué sentido?

- Ahora más que nunca, decir 'buenos días' en el ascensor y respetar al prójimo se han convertido casi en un acto político.

- ¿De verdad no se siente con ganas de marcharse de Estados Unidos?

- No hay que ser apocalíptico. Recuerdo que al poco de darse a conocer el resultado de las elecciones, nos mandaron un email de la escuela de mis hijos para dejar las cosas muy claras. Nos decían que Nueva York como Estado no tenía la obligación de cumplir con las futuras leyes federales. Así que, entre otras cosas, no dejarían de ayudar a los migrantes en situación irregular. Hubo una reacción por parte de los centros desde el minuto uno.

- ¿Sus hijos están muy americanizados? Ya lleva con ellos allí ocho años.

- ¡Cuantas más lenguas, mejor! ¡Cuantas más identidades, también mejor que mejor! Que se amontonen como los libros en la mesa de noche. Eso me parece una riqueza maravillosa. Nosotros hablamos en euskera cuando estamos en casa, mis hijos tienen muchas amistades con las que hablan en español y la vida en general nos exige mayormente el uso del inglés. Disfrutamos de las tres lenguas, que es lo que hay que hacer. Mis hijos tienen sus raíces pero también pueden volar. Eso es vital.

- ¿Dudó a la hora de dedicar un poema al lehendakari Agirre? ¿No deberían mantenerse los versos al margen de la ideología?

- Hombre, yo siempre dudo (risas) y eso no es malo (risas). De la figura de Agirre lo que me interesaba era su exilio y la lucha contra el totalitarismo. Como cualquier ser humano, debió experimentar tensión entre su libertad y el sentido del deber. Era el lehendakari pero también una persona.

- ¿Cuál es su mantra en las clases de escritura creativa en español que imparte en la Universidad de Nueva York?

- Quiero que mis alumnos sean libres y valientes, con los ojos puestos en el mañana. Deben pensar en lo que será la sociedad dentro de diez años. No tienen que copiar y seguir las tendencias de rabiosa actualidad porque eso no lleva a ninguna parte. Un éxito así no es más que una moda más. No hay que apostar por caminos trillados sino renovar, tanto en la novela como en la poesía. No tienes que repetir más de lo mismo, sino abrirte a nuevos horizontes.