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Karmele Jaio (Vitoria, 1970) acaba de publicar en castellano el libro de relatos 'No soy yo' (Destino), la traducción -con algunas incorporaciones- de un título de 2012. Mucho ha llovido desde entonces, pero lo que cuenta es tan reconocible como entonces. Porque es lo que ... vivimos cada día.
- Oigo hablar mucho de reflejar la cotidianidad en la literatura. 'No soy yo' es eso, ni más ni menos.
- Creo que a través de los relatos y de las novelas anteriores intento desvelar eso que esconde la cotidianidad, la normalidad. Escribir ficción te permite ver lo que hay debajo. Miro mucho a mi alrededor e intento mostrar lo que no se ve en una primera mirada, unas puntas de iceberg que te hacen pensar que ahí abajo hay un mundo. Todos llevamos una vida aparentemente normal, pero debajo hay terremotos, choques de placas tectónicas. Y a través de los cuentos y las novelas trato de ver eso y lo que no decimos. Las palabras no dichas me interesan más que lo que los personajes dicen.
- ¿Hay más aún bajo la cotidianidad de las mujeres, que son las protagonistas de estos relatos, o más cosas silenciadas?
- No son historias de mujeres, sino desde mujeres, desde la mirada de mujeres. La gran protagonista es esa mirada. Hemos sido representadas muchas veces en literatura, se nos dice cómo somos y sobre todo cómo tenemos que ser, pero aquí lo que se recoge es su mirada. No se habla solo de la vida de las mujeres, sino de un mundo que las rodea, de lo más importante de todo, que son las relaciones humanas. Están en un alto en el camino, ya han vivido experiencias de peso y se miran al espejo diciendo ¿soy yo?, ¿quería llegar aquí? Se plantean qué ha hecho la vida con ellas o, más bien, qué han hecho ellas con lo que la vida ha hecho con ellas. Es ese momento vital en el que la vida, que ha ido muy rápido, de repente se para y miras hacia atrás. El edadismo nos afecta a hombres y a mujeres, pero esta sociedad penaliza especialmente envejecer a las mujeres por cómo se valora todavía nuestro aspecto físico.
- Lo cuenta de forma muy sencilla.
- Me gusta aterrizar las cosas en lo concreto, concretar esa grandes palabras. Cuando lo ves reflejado en algo muy concreto de la vida, lo ves mejor. La literatura hace eso: hablar de temas universales llevándolos al día a día. Es que es ahí donde están, en el día a día. Nos afectan a diario.
- Muchos de estos relatos tienen más de una década y hace bastante menos que esta mirada de la mujer ha empezado a tener más espacio editorial y en medios. ¿Se ha sentido alguna vez eso que llaman una adelantada a su tiempo?
- No, porque hay novelas de, por ejemplo, Arantxa Urretabizkaia de hace muchísimo tiempo que hablaban desde la mujer. No han tenido tanta visibilidad o no se les ha dado tanta importancia como ahora, que hay un poco más. Pero no creo que yo haya hecho algo que no se hubiera hecho antes, sino que ahora se ve más lo que hacemos que lo que hacían las escritoras que nos han precedido.
- En esa mirada hay un personaje que se da cuenta de que ha puesto al marido y los hijos en la cúspide de una montaña... que es tan alta como tan profundo el agujero en el que ella se ha metido.
- Hay mucho en los relatos de esa renuncia de muchas mujeres, como la pintora que no llega a ser pintora, la responsabilidad de los cuidados que limita para el desarrollo de sus carreras, y de ese vacío que les queda.
cotidianidad
- ¿Sabe que la palabra nido aparece unas cuantas veces?
- El nido vacío está presente, ese momento en el que los hijos e hijas se hacen mayores. Hay algo que necesitan rellenar. Algo que no han hecho y deberían haber hecho, algo que no han podido hacer, porque la vida ha ido muy rápido y ahora miran atrás y ven el agujero. Cada una reacciona de distinta manera.
- El nido es también el pecho del hombre en el que apoyarse...
- Sí, aparece esa necesidad de protección que nos han vendido, de estar protegidas por alguien. Son muchos mensajes que han ido calando durante toda nuestra vida y que inconscientemente hemos llevado encima. Pero llega un momento en la vida en que lo ves con perspectiva y más claro. En ese momento están estas mujeres. Fíjate lo que hice... y sobre todo lo que no hice.
- ¿Cuánto de esto ha sentido usted? ¿Ha mirado a la cima y ha visto el agujero?
- Síiii (risas). Todo lo que escribimos no son cosas que necesariamente nos han ocurrido pero la necesidad de escribir sobre algo viene por algo que has sentido. Lo has vivido tú o alguien cercano. Nos alimentamos del día a día y de la realidad. Un escritor o una escritora está robando continuamente de lo que ocurre alrededor, de lo que hay debajo de eso, de las razones de actuar de las personas. En el primer relato se dice que la vida del escritor se cuela en las ficciones como una lagartija entre las piedras. Más que la vida, la mirada, lo que siente. Y por supuesto yo he sentido muchísimas de estas cosas: el agujero, la penalización...
La autora de 'La casa del padre' presenta 14 historias de mujeres que pasan por un momento crítico en sus vidas.
Catorce relatos hay en la versión en castellano de 'No soy yo' y aunque muchos ya estaban en aquel libro que se publicó en euskera hace una década, otros cuantos son nuevos. 'El grito' y 'El espejo' son de 2017; el primero lo publicó la Fundación Athletic y el segundo se pudo leer solo en inglés gracias a una iniciativa literaria sobre lenguas de la Unión Europea. 'Instrucciones para un encuentro' es de 2021, 'Sol de abril' refleja el confinamiento domiciliario de 2020 y 'Fresas de invernadero' es también reciente. Sobre estos, en cuanto a si la autora reconoce su voz, no hay nada que preguntar. Sobre los otros, sí.
- ¿Cómo es reencontrarse con ellos tantos años después?
- Es extraño (risas). Me reconozco en la esencia, en la mirada. Hay algunas cosas que, diez años después, piensas que escribirías de otra manera, pero el hecho de traducirlos yo misma me ha permitido hacer algún pequeño cambio. Sin cambiar la esencia, claro.
Jaio también se encargó de las traducciones de dos de sus novelas, 'Las manos de mi madre' (en euskera en 2006) y 'La casa del padre' (de 2019), ambas dos éxitos en euskera. Y dos historias muy distintas. Porque la cotidianidad está presente en todo lo que escribe... «pero yo sí noto que el tono es muy distinto». Hay quizá más tristeza, o aceptación, en la primera, y más denuncia desnuda en el resto.
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