Luis Alberto de Cuenca en el despacho de su domilio madrileño. Óscar Chamorro

Luis Alberto de Cuenca: «Homero y Tintín son para mí igual de maravillosos»

Poeta, exsecretario de Estado de Cultura, letrista de la Orquesta Modragón y contertulio de Garci, el escritor visita este miércoles Bilbaopoesía: «La corrección política me aterra tanto como Auschwitz»

Miércoles, 16 de marzo 2022, 13:48

Los muñecos de C-3PO, Tintín y el increíble Hulk se mezclan con los clásicos grecolatinos en las estanterías de la fabulosa biblioteca de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) en el barrio de Salamanca. Filólogo y poeta, investigador literario del CSIC, filósofo, columnista, traductor, ... ensayista y editor, este contertulio habitual de Garci en sus debates de cine también ha escrito canciones para la Orquesta Mondragón y Loquillo «denunciando con humor los totalitarismos y las imposiciones de quienes quieren hacernos la vida imposible». Este miércoles 16 de marzo, dentro del festival Bilbaopoesía, recitará sus versos junto a Julio Martínez Mesanza en la Biblioteca de Bidebarrieta, al hilo de una conversación con el también poeta José Fernández de la Sota (19 horas, entrada libre).

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–Afirma que durante el confinamiento fue incapaz de escribir.

–El confinamiento me dejó secó, no era capaz de escribir una línea. Tuve una parálisis el primer mes, el momento más duro, con noticias de gente que conocíamos todos y que se estaba yendo al otro barrio. Recuerdo que ir al supermercado era una aventura peligrosa. En un momento dado, se eliminó esa dificultad creativa y empecé a escribir incluso de manera compulsiva. Y surgió 'Después del paraíso', un libro del que está a punto de surgir la segunda edición en Visor. De repente, llegaron cuatro versos: «Mensajera de bienes, vestida de hermosura / y cubierta de un manto de luz, flor de la sangre / que todavía fluye por mi cuerpo, te siento / viva en todos los actos de mi triste existencia».

–¿De qué sirve la poesía en una guerra?

–La poesía épica ha cantado las gestas guerreras que merecían ser cantadas, porque siempre hay héroes en las guerras, de eso no cabe la menor duda. Pero la poesía nunca ha desencadenado una guerra. La poesía siempre es positiva, en una guerra no pinta nada la pobre porque no puede evitarla. Y la poesía social también ha servido para denunciarlas, es una vertiente importante en nuestro país a partir de los años 50, que condena todo lo que puede haber de perverso en el vértigo que desencadena la guerra.

–Usted no distingue entre la llamada alta y baja cultura.

–Es uno de mis rasgos fundacionales. Nací con ese respeto a la cultura popular, que no nos la podemos cargar en beneficio de la gran cultura. Todas son manifestaciones de lo mismo, de la acción por la que el hombre doma y civiliza a la naturaleza. Eso se puede hacer desde una vertiente popular y desde una vertiente culta.

–Le satisfacen de la misma manera los clásicos grecolatinos que 'Juego de Tronos'.

–Solo diferencio el estado de ánimo, pero moralmente me retribuye y consuela tanto lo uno como lo otro. Yo creo en la cultura como bálsamo; tan bálsamo es 'Juego de Tronos', o mejor dicho 'Canción de hielo y fuego', porque yo leí a George R. R. Martin ante de ver la serie, que los clásicos. Homero y Tintín son para mí dos personajes igual de maravillosos.

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–¿Qué ha aprendido en los tebeos?

–Todo lo que sé. Tengo un libro en el que reuní todos mis poemas relacionados con los tebeos que se titula '¿Qué haría yo sin mis tebeos?'. Poca cosa. Gracias a ellos he aprendido que en este mundo hay personas que buscan su destrucción y otras en cambio desean construir cosas. Los tebeos me han ayudado a diferenciar el mal y el bien. Heráclito sostenía que el bien y el mal eran la misma cosa, pero los tebeos me defendían de ese relativismo. Ayer se lo decía al presidente de la Asociación de Amigos del Guerrero del Antifaz: debemos tener esta asociación como un emblema de actuación y principios; aunque sea quimérico, tenemos que intentar ser como los héroes de nuestros tebeos de la infancia. Buscar el bien y el beneficio de la colectividad.

Luis Alberto de Cuenca en su biblioteca. José Ramón Ladra

–¿Qué le parece que se quemen libros de Astérix, de Tintín y Lucky Luke en Canadá por racistas y discriminatorios?

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–Una barbaridad, un atentado contra la estética y la moral. En un país tan civilizado como Canadá, estos señores parecen no saber que 'Tintín en el Congo' está escrito en una época paternalista con respecto a la población autóctona, pero eso no quiere decir que sea perverso y que haya que quemarlo. La corrección política está invadiéndolo todo con su totalitarismo y sentido del absurdo. También dicen que los cuentos de Perrault y de los hermanos Grimm están llenos de rasgos equívocos. Lo que ocurre es que están escritos en un determinado momento, hay que ubicar cada obra en su época y contexto. Yo soy un enamorado de la Historia, todo es banalizable desde el punto de vista diacrónico. No podemos tener un punto de vista que infrinja las normas del paso del tiempo.

–La cultura de la cancelación de cultura tiene poco.

–No estoy muy al tanto de las últimas denominaciones... A mí la corrección política me aterra tanto como Auschwitz, por eso utilizo siempre el sentido del humor, como en la canción que he compuesto para Loquillo, 'Political Incorrectness'. Nos salvamos por el humor, el hombre es el único animal capaz de reírse, porque las hienas parece que se ríen, pero es un gesto equívoco.

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Vídeo. Videoclip de 'Political Incorrectness', canción de Loquillo escrita por Luis Alberto de Cuenca.

–Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura. ¿Quedó desencantado de su paso por la política?

–Mi paso por la política fue efímero. No saqué un sentimiento de frustración por haber perdido cuatro años de mi vida, aprendí muchas cosas y desastaqué asuntos como el Museo de Altamira. Siempre puedes hacer menos cosas de las que pretendes, pero no me arrepiento de aquello. Nunca he sido político, yo no acepté aquel cargo, sino que la puerta estaba entreabierta y yo entré.

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–Dedicó un poema a José María Aznar.

–Sí, uno titulado 'Libros'. Estoy muy contento de habérselo dedicado. Jose Mari era muy aficionado a la poesía, su biblioteca particular estaba acribillada de libros de poesía que me consta que leía. Me pidió que le dedicara un poema. Tardé en hacérselo, lo hice cuando dejé de ser Secretario de Estado.

–¿Se lo dedicaría también a Ayuso?

–Ayuso me parece una persona extraordinariamente atractiva desde todos los puntos de vista. Una gran política que lo está haciendo muy bien. Soy muy ayusista. Tengo la desgracia de no conocerla, nunca la he saludado.

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«Ayuso me parece una persona extraordinariamente atractiva desde todos los puntos de vista»

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–Ahora que el PP pacta con Vox en Castilla y León, ¿cree que la cultura saldrá perdiendo con la ultraderecha en responsabilidades de gobierno?

– No lo creo, eso es aventurar demasiado. Más bien al revés, cuando partidos de extremo –aunque tampoco demasiado extremo– abordan una situación de poder se doman. Sus posibles aristas se van redondeando y son menos agresivas. Es bueno estar en el poder porque educa mucho, enseña que las revoluciones son muy difíciles de hacer desde un lado y desde el otro. Esos partidos en el poder se hacen menos antisistema, se van civilizando en el buen sentido de la palabra.

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–¿Hoy serían posible letras como la 'Caperucita Feroz' que escribió para la Orquesta Mondragón?

–Son bastante transgresoras y estoy orgullosísima de haberlas escrito. Siempre denunciamos con humor los totalitarismos y las imposiciones de quienes quieren hacernos la vida imposible.

–Sin embargo, usted nunca escucha música pop ni rock.

–Sí, es curioso, aunque me encanta el contacto con la Mondragón y Loquillo. Soy poco musical, en el fondo, una gran carencia. Para Borges, como escribió en su poema sobre los dones, la música era muy importante. En mi caso, la literatura lo llena todo y no tengo tiempo de escuchar música, siempre estoy leyendo.

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–La cinefilia tradicional se muere, las salas agonizan. ¿Garci y ustedes tienen la sensación de ser los últimos de Filipinas?

–Esa sensación la he tenido mucho antes de estar en la tertulia de Garci, siempre me he sentido un perro verde, un último de Filipinas desde pequeñito. Ahora se ha acentuado más. Yo no me considero cinéfilo, sino aficionado al cine. Solo veo lo que me interesa, lo que configura mi visión del mundo. Meto muchas cuñas literarias cuando puedo y el cine lo considero una traslación a imágenes de la literatura. Pero sí, tengo la sensación de ser final de raza. Las cosas estás cambiando mucho, aunque parece que en EE UU la gente vuelve tímidamente a las salas.

–¿Cuál es su máxima certeza?

–Que hay que sembrar en tierra buena para recoger frutos. Hay que ser buena gente. Lo dijo Platón: lo bueno es lo mismo que lo bello.

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