Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Teresa Abajo
Domingo, 28 de octubre 2018, 01:17
En la mesa donde trabaja Bernardo Atxaga, solo quedan huecos libres para las ideas. Su próxima novela,'Etxe zaharrak, hilobi berriak'(Casas viejas, tumbas nuevas), nacerá rodeada de libros en varios idiomas, cuadernos de notas, recuerdos familiares y todo tipo de útiles para escribir y ... dibujar, desde tinteros hasta rotuladores fosforitos. Le acompañan un techo de vigas de madera, un cerezo que parece a punto de entrar por el balcón y las fotos enmarcadas que le hizo Ernesto Valverde. También un retrato a lápiz firmado por su amigo José Luis Zumeta en un mantel de papel «de alguna cena». Fue en agosto de 1988, el año en que cambió su vida y el rumbo de la literatura en euskera con la publicación de 'Obabakoak'.
Se ha traducido a 26 idiomas y en su despacho guarda ediciones en japonés, hebreo... Treinta años después, el hombre del retrato a lápiz ha vuelto a Obaba con la adaptación teatral dirigida por Calitxo Bieito, que, tras representarse en Euskadi y Barcelona, se ve estos días en Madrid y el próximo año viajará a Stuttgart. No quiso acercarse a los ensayos porque «no hay que entrar en un frontón cuando el partido de pelota está en juego» y, además, su complicidad con Bieito fue inmediata. La obra, en cambio, la ha visto varias veces. «Casi me la sé de memoria. Calixto es muy alemán y ha sacado la parte alemana, expresionista, del libro». El lugar donde viven «Klaus Hanhn, que lleva dentro a su hermano pequeño muerto, y le habla y le riñe, el hermano que se convierte en su hermana... Calixto ha abierto un libro que antes parecía un poco encerrado en esa historia de siempre».
- El teatro siempre ha sido muy importante en su vida.
- He visto todo el teatro que he podido. En Bilbao vi a José Luis Gómez hacer 'Informe para una academia' de Kafka. La historia de un mono al que atrapan y traen en un barco, y comprende que su única salida está en convertirse en ser humano. Magistral. Han pasado cuarenta años y me acuerdo perfectamente de cómo decía: «Yo no buscaba la libertad, solo buscaba una salida». ¡Cuántas veces habré repetido yo esa frase! Y hace tiempo decidí que no soy un diccionario de citas, solo repito las que para mí han sido claves.
Sus 26 relatos forman una novela «que tiene al menos tres ejes», dice su autor. «Obaba es todo el mundo rural», donde «no existe el lenguaje psicoanalítico» y surgen creencias relacionadas con animales, como que si nos dormimos sobre la hierba un lagarto se nos meterá en la cabeza. «Hay otro eje metaliterario y otro expresionista, las historias que suceden en Hamburgo»
Lo dice arropado por miles de libros en su casa de la localidad alavesa de Zalduondo, un señorial edificio de piedra de 1683 que han ido reformando a lo largo de 25 años. Cuenta que «fue como la construcción de un barco» y esa sensación se respira en la biblioteca, que ocupa toda la última planta y es como si envolviera la casa entera. Hasta la cocina, donde sobre el fuego de chapa conserva la matrícula 'Nevada-Obaba' que llevaba en el coche durante su estancia en Reno, donde ejerció de profesor. Al mirar hacia atrás, tiene «la convicción de que, si hubiera nacido en un lugar donde el teatro tuviera una presencia fuerte, habría sido probablemente un autor teatral. Pero el teatro necesita programación, infraestructura. En cambio, con una hoja de papel haces lo que quieres».
Su primer texto en euskera, 'Borobila eta puntua' era una pieza teatral de vanguardia, «un juego entre un círculo y un punto» que le hizo llegar a Gabriel Aresti, y éste le animó a continuar. No fue por casualidad. «Tenía veintipocos años y, en los setenta, el mensaje más político y el más progresista estaba en el teatro. Álex Angulo, Carlos Panera y Maskarada, Ramón Barea... en la literatura poco se podía hacer, solo aquello que el censor no entendía: vanguardia, surrealismo y humor. Incluso en Asteasu, mi pueblo, había un grupo de teatro cuando yo era adolescente, porque el cura era muy aficionado. Hicieron 'La mordaza' de Alfonso Sastre en euskera una vez, luego lo prohibió la censura».
Sus inicios «En los 70, el mensaje más progresista estaba en el teatro. Se hacía lo que el censor no entendía: la vanguardia»
Sus lecturas dramatizadas «La gente responde. Si lo haces bien, se crea complicidad inmediatamente»
Sus referencias «Yo vengo de la casa de Aresti, no de la de Oteiza. Su figura cada vez se engrandece más»
Empezó a escribir teatro para niños, como 'El caso del equilibrista que no podía dormir', «porque pensé que sería más fácil de representar. Así me fui formando como escritor. 'Lección sobre el avestruz', 'La lección de Groenlandia...' Me interesa la vanguardia por el tratamiento especial del lenguaje. ¿Sabes lo que hace? Todo el tejido muerto del idioma lo expulsa». Esa vena teatral también saldrá a relucir en su próxima novela, que se compone de siete piezas: «La primera, con un planteamiento más convencional. La segunda, menos, la tercera...» y la última será un 'remake' de 'Lu eta Le', la obra que se representó en el Arriaga el año pasado con la muerte como personaje principal, «hablando y contando chistes».
- Ha recorrido muchos pueblos vascos con lecturas dramatizadas.
- He hecho muchísimas y todavía lo hago. No recuerdo una sola ocasión en que la gente no respondiera. Si lo haces medianamente bien, se crea una complicidad inmediatamente. Todos en sintonía, afinados.
A mediados de los 80 se subió a una furgoneta con Ruper Ordorika, Joxemari Iturralde «y dos músicos de Vitoria, Alberto de la Casa y Nando de la Casa». Sin hacer ningún tipo de publicidad, iban por los pueblos con 'Henry Bengoaren Inventarium' «y todavía hay gente que me dice que ver ese espectáculo le cambió completamente la idea de lo que era la literatura vasca». Con textos y canciones, hacían inventario de la casa en Hamburgo de un joven que había desaparecido. «Siempre me acuerdo de la primera vez, en la escuela de armería de Eibar. El que más asustado estaba era Ruper Ordorika. Había 300 chavales y se quedaron callados... fue esa sensación de que habíamos dado en una diana». Mucho después, empezó a hacer 'El camino del lagarto' en Asteasu, un recorrido inspirado en pasajes de 'Obabakoak'.
- ¿Por qué nos gusta tanto escuchar historias?
- Ahí hay algo profundo, algo que está en una tradición de miles de años. Igual que el cuerpo parece que está hecho para escuchar la música... leer y escribir es lo que los griegos llamaban una técnica. Hablar no es una técnica, es anterior. Es natural.
Le preocupan los datos de lectura, «hay una crisis general», y cree que debería practicarse más la literatura en vivo. «Le escuché decir una vez a Roland Barthes que el humor era la última casa de la poesía y yo le parafraseo. El vivo y el directo es la penúltima casa de la literatura. Teatro, recitales, lecturas... ese es mi mantra. Todo el mundo se fija en la producción, y nadie se fija en a quién le llega eso». Al euskera le ve con buena salud, ahora que el batua tiene cincuenta años recién cumplidos. No olvida el consejo que le dio Gabriel Aresti cuando leyó su primer trabajo: «o eres purista o eres escritor». «El lenguaje tiene que ser muy estándar, la literatura no lo es. Yo quiero un euskera manchado. Vengo de la casa de Aresti, no vengo de la casa de Oteiza. Para mí Aresti ha sido... cuanto más tiempo pasa, más se engrandece su figura».
Bernardo Atxaga es uno de los 200 intelectuales vascos que firman el manifiesto en defensa de una reforma «en clave federal» de la Constitución para reforzar el autogobierno, junto a otros escritores como Ramón Saizarbitoria, Edurne Portela y Felipe Juaristi. Al preguntarle por ello, baja el tono. «Todo lo que digo sobre literatura es con extremo convencimiento, pero de política hablo con extrema humildad. Muchas veces me he dado cuenta de que opiniones que he tenido en el pasado no eran especialmente acertadas». El texto le parece «bien meditado y bien escrito, apelando a lo mejor de la gente y no a lo peor. Los extremismos, y ahora se está viendo con el nuevo jefe del PP, intentan sacar el monstruo de la gente».
– ¿Esta reforma evitaría situaciones como la que vive Cataluña? – Cataluña se ha puesto en una posición difícil de asimilar desde un realismo político, con un vicio de salida. Y cuando en el País Vasco oigo decir, incluso a políticos de derechas, que sienten envidia de lo de Cataluña, digo: bueno, aquí hay mucha gente que se está saliendo de la curva.
– ¿Es eso lo que le ha llevado a firmar?
– Con total prudencia, me parece que en el punto medio puede establecerse una relación con el resto del Estado y al mismo tiempo garantizar cuestiones culturales. Yo firmo este tipo de cosas por aquello de 'no voy hacia la luz, es la oscuridad lo que me mueve'. Las oscuridades que veo tanto en la derecha española como en el caso catalán me empujan a ir a otro lugar, aunque piense que igual no tiene futuro.
– En Euskadi se acaban de cumplir siete años del final del terrorismo.
– Aquí estamos convalecientes. Hemos salido de una crisis fuerte que ha traído sufrimiento y una conciencia, un conocimiento. En el País Vasco hemos aprendido bastantes cosas. Entre otras, que los problemas hay que encararlos con voluntad y también con realismo. Hay que pensar en lo que se puede hacer debajo de las nubes, al menos en el tema de la identidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.