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Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936) y José Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1955) fueron los intelectuales públicos de mayor resonancia en España desde la década de los diez del pasado siglo hasta la Guerra Civil. Llenaban teatros e incluso plazas de toros, como ... hizo el filósofo vasco en Las Ventas en 1917. Sus artículos en periódicos gozaban de numerosos seguidores que después de leerlos llevaban sus opiniones a las calles y a los cafés. Entre ellos también hubo algún reproche poco elegante, cuando no infundado, sobre todo por parte de Ortega.
«En su necrológica sobre Unamuno en 'La Nación', le llamó 'juglar' porque prefirió ser un autor literario que un filósofo sistemático, cosa que él tampoco fue. No vio, como sí hizo María Zambrano, que la filosofía de Unamuno no sólo estaba en los ensayos, sino también en sus novelas y en su poesía. Le caracterizó como un 'ornitorrinco' por ser un bicho raro, una mezcla de especies distintas, aunque luego él mismo se aplicó el calificativo. Y también le echó en cara que ser nativo del euskera, lo que no era cierto, le había llevado a prestar demasiada atención a las palabras, una atención nada sorprendente en un catedrático de Griego y de Lengua Española», explica Juan Luis Fernández Vega.
Historiador, filósofo y periodista, acaba de publicar 'Las sirenas y el inquisidor' (Universidad de Cantabria, 12 euros, 8 en formato digital). En el libro se recogen algunos de los poemas que escribió en el Palacio de La Magdalena de Santander en el verano de 1934, donde acudió para dar un curso sobre 'Don Juan y el donjuanismo'; artículos de la época publicados en periódicos como 'Ahora', dirigido por Manuel Chaves Nogales, y en 'El Norte de Castilla'; y varios prólogos a ediciones de libros suyos como 'Amor y pedagogía' o al 'Retablo infantil' del autor santanderino Manuel Llano.
Antología de poemas, artículos y prólogos escritos por Miguel de Unamuno. Doctor en Historia y licenciado en Filosofía y Periodismo. Editado por la Universidad de Cantabria.
«Ortega le echó en cara que ser nativo del euskera le llevó a prestar demasiada atención a las palabras»
En su estudio preliminar, Fernández Vega reconstruye el ambiente intelectual del primer tercio del siglo XX, sobre todo de los años republicanos, a través de las figuras y aportaciones del escritor vasco, Ortega y Zambrano. «Unamuno era muy conocido porque escribía en los periódicos desde los 16, cuando debutó en 'El Noticiero Bilbaíno', y por su gran producción periodística en su edad adulta, para ayudar a mantener a su familia de ocho hijos. Sus obras se tradujeron a varios idiomas y tuvieron mucho éxito en Francia. En 1936, fue investido doctor 'honoris causa' en Oxford y fue un serio candidato al Nobel. También se ganó las simpatías de los intelectuales extranjeros por sus posturas anticolonialistas. Ortega no tuvo este éxito internacional y sintió celos».
Sus extracciones sociales eran muy diferentes. El bilbaíno había crecido en el Casco Viejo, barrio popular donde los hubiera, y había conseguido su plaza de profesor de Griego en Salamanca gracias a Menéndez Pelayo. Ortega pertenecía a la élite intelectual. Su abuelo había fundado 'El Imparcial', fue de los primeros en salir a estudiar al extranjero, en este caso a Alemania, daba clases en la Universidad Central de Madrid y estaba directamente implicado en las empresas culturales más notables del país, como la editorial Espasa, la 'Revista de Occidente' y el periódico 'El Sol', en el que también colaboraba Unanumo.
Lo popular y lo aristocrático
Su poder era enorme, «lo que también se ha reflejado en la atención que se ha prestado a las dos figuras, incluso después de la muerte de Franco. Ortega ha mantenido una posición central, muy apoyada por medios con mucha influencia en la cultura y en la política. Nadie puede decir que a Unamuno no se le haya hecho caso, pero sí se nota que trabajó por su cuenta, más con el apoyo del público que del poder».
Ambos fueron liberales, como muchos escritores de la época, aunque con una perspectiva muy distinta. «Unamuno integraba liberalismo y tradición. Estaba acostumbrado desde su infancia en el Casco Viejo a hablar con todo tipo de personas. Ortega defendía un liberalismo aristocrático. Los mejores debían dirigir a los demás. Ninguno de ellos tuvo éxito en sus propuestas políticas, como demuestra la Guerra Civil», interpreta Juan Luis Fernández. Sólo María Zambrano entendió a uno y a otro, y lo hizo a través de su concepto de 'razón poética', la síntesis de racionalidad orteguiana y pasión unamuniana.
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