Escribía Gabriel Zaid en su obra 'Los demasiados libros' que el problema del libro «no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir», de manera que por esa paradoja ... fatal el futuro del libro no corre peligro, porque esos universitarios seguirán publicando su obra, aunque nadie la lea.
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No ha sido esa la historia que Francisco Javier Rojo eligió para sí mismo. Fue un lector inagotable y apenas dejó su nombre en alguna publicación. Durante 25 años fue leal con sus lectores a los que todas las semanas, primero en EL CORREO y luego también en 'El Diario Vasco' (excepto cuando el suplemento Territorios se iba de vacaciones) ofrecía su comentario de lectura de un libro en euskara. Una trayectoria a la que el grupo de investigación Laida de la UPV rinde homenaje en un libro que recopila sus reseñas, con edición de Oihane Calvo Ugarte. Este jueves se presenta a las 17.00 horas en el Espacio Correo de Gran Vía 45 y se puede descargar gratuitamente en www.laida.eus.
Comenzó su andadura el 7 de marzo de 1996 con una reseña sobre el libro de 'Ezpataz hil' de Koldo Biguri, una narración breve, y decidió publicar su última colaboración el 7 de febrero de 2021, dedicando su columna a 'Kilker bat autopistan', un libro de ensayo de Bernardo Atxaga. Son dos símbolos del camino que ese lector infatigable que es Francisco Javier Rojo. El primero tenía 40 páginas y se compraba en pesetas. El último más de trescientas y cuesta 20 euros. Ha cambiado la sociedad, pero su lectura permanece.
Se dice pronto, pero son más de mil cien reseñas de libros publicadas, un ejemplo de tesón en un mundo convulso como el del sistema literario vasco, tan pequeño y, por ello, tan intenso. Un campo literario donde resulta fácil el debate, la crítica al crítico y el disparo al pianista, si hace falta. Y en esa corriente intensa de opinión se ha movido con libertad de criterio la escritura de Francisco Javier Rojo. Un analista de la crítica literaria vasca ha comentado que situarse geográficamente en Bilbao, lejos del centro de producción de la literatura en Donostia, le ha conferido a Rojo una libertad de criterio y en consecuencia poder escribir críticas negativas.
Jorge Luis Borges imaginó en 'Del rigor de la ciencia', una conocida narración, un mapa que fuera exacto, que reprodujera en todos sus detalles aquello que representaba: «Los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él». Los casi cincuenta artículos que publicaba cada año se acercaban al mapa borgiano, porque en esa cartografía podía verse con exactitud la situación de la literatura vasca del momento.
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