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Eider Rodríguez (Errenteria, 1977) abandona por un momento el relato corto, con el que se ha consagrado como una de las voces literarias más personales del país, para abordar en 'Material de construcción' (Random House) su propia memoria personal. Novela con innegables rasgos autobiográficos, la ... narración se articula en torno a las repercusiones que en una familia provoca el alcoholismo del padre, todo contado desde el punto de vista de una de sus hijas, primero niña, luego adolescente, finalmente adulta. Ganadora del Premio 111 Akademia, 'Eraikuntzarako materiala' (Edit. Susa) se publicó hace un año en euskera y ahora aparece en castellano, en traducción de Lander Garro y la propia escritora.
- Antes de empezar: para referirse a la protagonista de la novela, ¿va a hablar en primera persona o prefiere llamarla «la narradora»?
- Prefiero «la narradora». No me sale decir «yo» y «mi padre». Voy a decir «la narradora» y «el personaje del padre».
- ¿Por qué?
- Porque no es una autobiografía, es una novela. Yo la he escrito bajo esos términos y cobertura. En el libro no hablo de mí misma o de mi padre, sino de personajes. De lo contrario, no hubiera sido una novela, sino un testimonio y no lo es.
- ¿Y cómo convertir en material literario esas vivencias?
- A mí me encantan los libros testimoniales, pero tienes que encontrar un lugar en el que te sientas cómoda. Quería hacer algo literario, necesitaba una distancia y construir un artificio para relatar esta historia.
- Hay un viaje idiomático de ida y vuelta: escribió en euskera unos acontecimientos que se desarrollaron en castellano y ahora traduce a ese idioma la novela.
- Estoy segura de que si hubiera escrito este libro en castellano hubiera sido otro completamente distinto. Los diálogos son inventados, no se produjeron y si hubieran tenido lugar, hubiesen sido en castellano, no en euskera.
- Precisamente, de niña la narradora encuentra en el mundo del lenguaje una tierra firme, regida por unas reglas y normas.
- Encuentra mucho cobijo en la ortografía y en las normas de todo tipo porque son un control que puedes ejercer sobre algo. Es un espacio en el que hay cosas que están bien y otras que están mal, y ahí puede ser una pequeña jueza y ponerse por encima de gente que no sabe diferenciarlas. Piensa que puede aprender la realidad a través de las palabras. Cuando crece, deja de hablar porque piensa que el silencio es la mejor de las protecciones hasta que se da cuenta de que las palabras siguen brotando y se quedan en su interior.
- La muchacha consigna varias veces que grita para adentro. Este libro, ¿sería su grito hacia afuera?
- Sí, yo no esperaba escribir este libro, pero esta historia, que era la mía, se me interpuso entre dos relatos que estaba escribiendo. Quería escribir esto y, a la vez, me decía: ¿pero cómo voy a escribir esto? Y tras comentárselo a gente próxima, me di permiso para hacerlo. Y la historia vino sola. Era algo que acarreaba, pero que nunca había afrontado y tras pasar un duelo, la escribí.
- El relato se articula en torno a la degradación física y psíquica del padre a causa de su alcoholismo.
- La imagen que puede explicar esto es la de un reloj de arena, siendo el padre la parte de arriba y la hija, la de abajo. Según se autodestruye uno, la otra se va construyendo con esa misma arena.
- En el proceso de escritura, ¿averiguó por qué bebía el padre? En el libro parece que no.
- No, no, no lo he averiguado. No lo sé. Escribí este libro para entender ciertas cosas y la principal era saber por qué bebe mi padre, pero no tengo una respuesta. Intento ponerle cerco a esa pregunta y lanzo diferentes hipótesis, ninguna de las cuales me satisface: la pérdida de la lengua, la falta de afecto por parte de su familia, un carácter depresivo -que se ve ya en las cartas que envió durante la mili-, pero no lo sé, no he descubierto el motivo.
- La narradora carga con una gran culpa, pensando que su existencia primero, su carrera después, sus hijos más tarde... deberían haber sido motivo para que su padre dejara de beber. Sin embargo, no sucedió.
- Sí, está muy bien visto. De alguna manera, el alcoholismo es una enfermedad familiar que recae de una manera distinta en cada miembro. La narradora se pregunta por qué su nacimiento no fue suficiente para que su padre dejara de beber. O los nietos que le dio... «Todas esas ofrendas que te he hecho». Es algo que lleva con tristeza y con impotencia. La protagonista vierte una mirada muy dura sobre su padre, pero también sobre sí misma.
- El sentimiento que atraviesa el libro es la vergüenza, una terrible vergüenza. Ahí el libro funciona como un conjuro porque pone todas las cartas sobre la mesa.
- Pues igual sí. Puede ser. Igual que hay actores que dicen que son muy tímidos y tú te preguntas qué hacen entonces en un escenario... Al final siempre tenemos esa parte de miedo contrafóbico: te ridiculizas de golpe y ya está. ¿Qué queréis? ¿Hablar de mí? Pues aquí tenéis el material. Ésta es mi mierda. Pero la controlo yo también. A mí me ha sentado bien escribir esta novela. Me ha servido para metabolizar, no un trauma porque no considero que lo sea, pero la vergüenza se ha desvanecido.
- ¿No cree que una infancia y una juventud tan marcadas por ese problema dejan el núcleo personal 'averiado'?
- Sí, la verdad es que sí. Las vivencias que tenemos y más en la infancia nos hacen ser de una manera u otra. Y esa manera de ser la he traído a mi literatura porque yo sí que escribo con esa violencia, con silencio, con tendencia a lo sucio. No me gusta escribir sobre cosas bonitas. Todo eso está ahí. Y a nivel personal, por supuesto que me ha afectado mucho, pero trauma es cuando algo no te deja vivir. Yo no tengo eso porque escribo y seguramente lo hago por eso.
- Quizás la tentación para la protagonista sería renunciar a tener pareja, a formar una familia y a tener hijos.
- O al revés: lo voy a hacer mejor. Me encanta escribir sobre la familia porque para mí es un filón, no sólo la mía, sino la de todos vosotros. Me encanta ver esas relaciones truculentas o luminosas porque también hay historias de solidaridad increíbles dentro de la familia. Intentas aprender de los errores para no volver a cometerlos, aunque eso casi nunca sirve de mucho. Lo que sí tengo es mucho rechazo a las adicciones.
- La protagonista dice que el fallecimiento de su padre le libera del miedo a la muerte. ¿No la teme?
- A ver, no quiero morirme, pero sé que va a pasar. Mucha gente piensa que es algo que les pasa a los otros, pero yo lo tengo muy interiorizado.
-¿Sí?
- Sí. Y he aceptado que en un momento dado me tengo que morir. Hay cosas mucho peores que la muerte, tal y como digo en el libro. Hace unos años que acepté profundamente eso. Durante muchos años fui muy hipocondríaca y ahora no lo soy. Cambia mucho la vida cuando aceptas eso.
- En la novela, la madre echa otra piedra en la mochila de la niña al decirle que si no se divorcia es por ella.
- Eso es lo que dice el personaje. La madre es el pilar. Una mujer con un humor y unas ganas de vivir y de tirar para adelante inauditos; es gracias a ella que la familia se mantiene a flote. Es un personaje muy importante tanto en la novela como en mi propia vida. Sabía que iba a ser una historia triste, pero este personaje me ha servido para meter humor. Es el contrapeso en ese triángulo que forman padre, madre e hija.
- Sin embargo, la narradora no sigue los consejos que le da: no cree en nada, ni en política, ni en religión, ni en el amor.
- Los hijos estamos para hacer lo contrario de lo que nos dicen los padres, afortunadamente. El personaje de la hija no hace caso, pero tampoco es impermeable a sus consejos.
- La narradora se pregunta si el amor romántico no es también tóxico entre padres e hijos.
- Hablamos del amor romántico en la pareja, pero la mayoría de los dramas de verdad la gente los tiene con sus padres. Es muy duro dejar de hablar a tu madre o a tu padre, pero a diferencia del divorcio, casi siempre pasa una factura muy bestia. Ahí hay mucho que desmontar todavía y de eso no se ha escrito tanto.
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