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Hace semanas lo veía claro Kepa Torrealdai, presidente de la Asociación de Libreros de Bizkaia y gerente de la librería Elkar en el Casco Viejo. «Nosotros barajamos el 11 de mayo como la fecha más probable para abrir. Más de dos meses con los establecimientos ... cerrados sería una catástrofe», aseguraba entonces sin medias tintas. Pero, claro, la decisión estaba en manos del Gobierno central, asesorado por los expertos en salud pública que hacen seguimiento de la pandemia del coronavirus en España.
Todo estaba en el aire hasta este martes, cuando el Ejecutivo de Madrid anunció que el 4 de mayo, dentro de cuatro días, se permitirá «la apertura de locales y establecimientos con cita previa para la atención individual de los clientes». Así reza la normativa que regula las condiciones de la fase 0 del plan de desescalada. Y por si no quedara claro, ya se encargó rápidamente el Ministerio de Cultura de subrayar que en ese epígrafe se incluye también a las librerías. «Son comercio minorista y la necesidad de cita previa responde a las circunstancias actuales. Todos tendremos que adaptarnos», explican fuentes del Ministerio de Cultura a EL CORREO.
Los libreros de Euskadi, todavía asimilando la información y la cercanía de la fecha de la posible apertura, no disimulaban ayer su desconcierto «porque la dinámica de llamar por teléfono antes de venir a la tienda es incomprensible; nosotros nunca hemos funcionado así, eso es más propio de peluquerías o de la consulta del médico». Sea como fuere, en el País Vasco, así como en la inmensa mayoría de librerías del resto de España, se ha decidido subir la persiana justo una semana más tarde, el 11 de mayo. Ese día se dará el pistoletazo de salida a la fase 1, que autoriza «la apertura generalizada de los locales y establecimientos comerciales que no tengan carácter de centro o parque comercial».
Tras casi dos meses de cierre, la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) celebró ayer con alborozo que exista «un horizonte en el plan de desescalada», sin perder de vista la necesidad de un protocolo extremadamente riguroso «para garantizar la salud de los profesionales, lectores y clientes». Es decir, más allá de las pautas generales que marca el decreto del Gobierno, en todo lo demás han decidido seguir las recomendaciones de los libreros alemanes que abrieron sus establecimientos el 20 de abril.
A estas alturas, el gremio español conoce muy bien sus obligaciones de cara a la reapertura. Para empezar, necesitan hacer acopio de mascarillas y guantes para todo el personal; calcular el aforo máximo (no menos de 20 metros cuadrados por persona); disponer de guantes (o de gel) para los clientes; instalar mamparas ante la caja registradora; marcar señales que indiquen los itinerarios para mantener la distancia de dos metros; así como facilitar entradas y salidas para evitar que la gente se cruce. «Todos son gastos extra pero lo haremos sin dudar. No recibimos ni una sola ayuda pública pero hay que seguir adelante. Haremos esa inversión por el bien de todos», recalca Torrealdai.
Nadie les garantiza que vayan a disponer de material de protección suficiente, ya sean guantes o mascarillas. Deberán buscarse la vida y confían en que no haya problemas. Ya tienen bastante con reducir la plantilla y los horarios. Y aun así, no paran de darle vueltas al magín para cumplir las pautas que marca el plan del Gobierno. Javier Cámara, heredero de la librería más antigua de Bilbao, fundada en 1927, está entusiasmado con la idea de establecer «un horario preferente para los mayores de 65 años». Así lo establece la ley pero no es tan fácil acertar con la franja ideal. «Estamos en ello pero no sabemos qué les puede beneficiar más. ¿Muy pronto? ¿A mediodía? No sé.... Algo haremos, seguro», aventura el responsable de Cámara.
La incógnita principal es el estado de ánimo de la población. Más allá de estirar las piernas, queda la duda de si habrá ganas de entrar en un espacio cerrado para hojear libros con mascarilla y guantes. Fernando Tarancón, que lleva 25 años al frente de Joker, el paraíso de los amantes del cómic, dispone de 300 metros cuadrados y dejará entrar a unas 12 personas. Los clientes estarán a sus anchas. «¿Que si les animo a venir? Si quieren y pueden, claro. Pero lo primero son ellos. Si están pasando necesidad, no les voy pedir que se compren un tebeo», concluye el librero bilbaíno.
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