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Jon Agirre
San Sebastián
Viernes, 6 de octubre 2023
Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951), acaba de presentar el libro 'Paradisuaren kanpoko aldeak', o 'Exteriores del paraíso. Escritos cómicos y tristes' en su versión en castellano. Compendia escritos, poesía y reflexiones, entre ellas, las que atañen a la situación cultural del País Vasco. Y en este ... punto se muestra categórico: «,La impresión que tengo cuando leo sobre educación, tanto a quienes mandan como los que obedecen, es que están hablando del exterior, del envoltorio y de la caja y no de lo que tiene que haber dentro de la caja». Por ello, echa en falta en Lakua «una planta entera, que llamaría la planta de los filósofos, con una idea más global de la cultura».
– Ha publicado casi 60 libros de todos los estilos y géneros. ¿Qué le impulsa a seguir escribiendo?
– La necesidad (sin dudar). Hay un cuento tradicional de un padre que ordena a su hijo traer una carga de paja y este le responde que es imposible. Aun así, el padre le insiste en que la traiga. Al final, tras luchar, sudar y sufrir, consigue poner la carga encima del burro y la lleva. '¿Ves cómo podías traerlo?', le dice el padre. La necesidad siempre ayuda y así es en mi caso. Se podría interpretar desde la psicología, pero yo soy economista, de Sarriko. Yo he trabajado mucho para tener una cierta seguridad, que fue a los 40-42 años. Ahí es cuando logré ponerme de pie; hasta entonces, realmente mal.
– ¿Cree que la literatura, en general, tiene suficiente reconocimiento por parte de la sociedad o que solo llega cuando hay premios?
– La sociedad es una entelequia. Si hay un derecho que tenemos los escritores es a hablar en concreto, no a hablar en general. Cuando leo en entrevistas a alguien diciendo 'no hacemos lo suficiente para salvar la humanidad' me gustaría saber a quién se refiere. ¡Habla por ti! Hay de todo, hay gente con una gran sensibilidad artística. No creo que se pueda reducir a una única voz. Si me dices la sociedad o la cultura dominante, pues ya se sabe: cuatro detectives y un amor desgraciado. Con eso haces millones de libros. Si quieres vivir en lo dominante, pues vive. A mí, particularmente, me aburre sobremanera.
– En su último libro señala que la generación de escritores vascos en el Bilbao de los años 70 perseguía los grandes temas. ¿Se mantienen o existen hoy en día esos grandes temas?
– Si me permites un poco de fanfarronería, creo que es la mejor idea que se recoge en el libro. Cuando yo era joven corría hacia los grandes temas y ahora los grandes temas corren hacia mí. Recuerdo que se lo comenté a un escritor británico y me dijo que todo el mundo entiende esto a partir de una edad. Cuando eres joven te dejas arrastrar por la cultura o la literatura dominante, por los románticos, por los supuestos popes, todos inflados… La vida te da respuestas a todo, y cuando se te muere un amigo, pues ya está, el gran tema está ahí. Empiezas a ver la vida desde el otro lado. Nuestro oficio nos tiene que librar de una actitud tópica y estereotipada de lo que es la literatura.
– Durangoko Azoka es una fecha marcada en rojo y su poder de atracción hace que casi todo gire en torno a ella. ¿Quizá demasiado?
– Lo estupendo sería que hubiese un Durango cada tres meses y se vendiesen millones de libros (risas). Ya que existe Durango, felicitémonos, zorion dezagun gure burua! Ocurre lo mismo en todas las literaturas. El próximo fin de semana voy a la feria del libro de Génova porque te dicen: 'Con Turín y Génova igual salvamos el año'. Y es lo mismo en Cataluña. Siempre me acuerdo del comercial de Ediciones B que se pasaba la semana anterior a Sant Jordi mirando al cielo. 'Si llueve, mal año. Si hace sol, buen año', decía.
– Ha sido un autor que en su literatura no ha evitado la polémica e incluso se ha significado con valentía en temas como el terrorismo. ¿Le ha pesado o se ha arrepentido alguna vez? ¿Volvería a hacerlo?
– Depende. Tengo una versión nocturna de mi vida y una versión diurna. La nocturna me pesa, quizá llevada por mi carácter, que es muy sanguíneo. A veces, he hecho críticas en la dirección debida, pero sin medida. Estoy muy contento de 'Kilker bat autopistan' (Un grillo en la autopista), porque conseguí mi ideal, hacer las críticas en la dirección que yo creía y con otra mesura, con cierto humor y distancia. Creo que he mejorado con la edad. De joven era más un niño berrendo.
– Pero ¿le ha supuesto alguna carga?
– Cuando iba por ahí, siempre me parecía qué había una gran diferencia entre ser un escritor en euskera o en castellano. A Enrique Vila-Matas le preguntaban si el doble en la literatura tenía vigencia y, a mí, que qué me parecía el último asesinato de ETA.
– En una entrevista al hilo de 'Un grillo en la autopista' dijo que «la educación es el huevo que contiene la respiración de los próximos años».
– La impresión que tengo cuando leo sobre educación, tanto a quienes mandan como los que obedecen, es que están hablando del exterior, del envoltorio y de la caja, y no de lo que tiene que haber dentro de la caja. Yo no sé por qué ocurre lo que veo año tras año, día tras día, hable en Vitoria o en Cintruénigo. Todo lo que oigo al hablar con la gente que está directamente en contacto, la gente que enseña o aprende, profesores o alumnos, me parece sensato. Que está bien dicho, que es lo que habría que hacer. Y luego resulta que nada de eso aparece en ningún lado. Nadie habla de cómo hay que enseñar, de las materias. Respecto a la cultura vasca me extraña que no haya un proyecto 'ad hoc' para enseñarla. Tiene cantidad de joyas bellísimas y no hay nada de eso. Creo que en Lakua hace falta una planta entera, que llamaría la planta de los filósofos, gente que no piense solamente en el próximo curso o los exámenes y tenga una idea más global de todo lo que sea la cultura. En mi época estudiábamos autores como Tólstoi y Dostoievski. Me eran familiares. Ahora… 'hay que hacer grupos de tres, hay que.'.» vale, vale. Todo eso es la mecánica. Tenemos que hablar de hacia dónde va el coche.
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