Jonathan Coe (Bromsgrove, Reino Unido, 1961) ha venido al Festival Ja! bilbaíno con una deliciosa novela sobre Billy Wilder y el rodaje de 'Fedora'. Además de preguntarle por 'El señor Wilder y yo' (ed. Anagrama), el hombre que mejor ha reflexionados en su obra sobre ... qué significa ser británico traza un pesimista retrato de un país en el que parece haberse acelerado la Historia.
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–Habla en su libro del rodaje de 'Fedora', una película fuera de su tiempo cuando se estrenó en 1977, con 'Tiburón' y 'La guerra de las galaxias' poniendo patas arriba la industria cinematográfica.
–Yo en aquella época era todavía un estudiante de 16 o 17 años. Todos mis amigos querían ver 'La guerra de las galaxias' y 'Encuentros en la tercera fase' en cines atestados. Yo fui a una sala de arte y ensayo en Birmingham para ver 'Fedora'. Y éramos cuatro en la sala, me di cuenta de que era el final de una era. Para mí Billy Wilder era uno de los grandes, ya sabía que su estreno no iba a ser un exitazo porque en los cinco años anteriores el cine había cambiado de arriba a abajo.
–'Fedora', que no es una comedia, no se cuenta entre las mejores películas de Billy Wilder.
–Wilder era igual de bueno haciendo comedias, dramas o cine negro. En los años cuarenta, cincuenta y sesenta no hubo género que no tocase logrando obras maestras. Para mí, desde un punto de visto artístico no tenía tanto interés el proceso de rodar una gran película como el de hacer un fracaso. Era más interesante tratar de entender por qué las cosas no salieron como él pensaba. Hay gente que dice que este libro es diferente a otros míos, pero Wilder no deja de ser como los héroes típicos de mis novelas: empieza con un objetivo, tiene grandes esperanzas, y al final todo se va a la mierda.
–Wilder quería con 'Fedora' homenajear a su madre, que murió en Auschwitz.
–No era realmente un homenaje. Como los estudios no querían saber nada del proyecto buscó financiación en Alemania, un país con el que mantenía una relación muy ambivalente, amarga. Allí empezó a trabajar como periodista antes de dedicarse al cine y allí murieron su madre y su abuela en los campos de concentración durante la II Guerra Mundial. En ese momento de su vida también estaba enfadado con Hollywood, porque no le financiaban sus películas. Él lo describe como una situación 'win-win': si 'Fedora' resultaba ser un éxito se estaría vengando de Hollywood por no haber apostado por ella, y si era un fracaso, se vengaría de Alemania por lo que había hecho en Auschwitz.
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–'El señor Wilder y yo' es una novela y no un ensayo o una biografía canónica. ¿Así se siente más libre?
–Quería escribir una novela sobre Wilder y no una obra de no ficción por muchos motivos. Ya hay muy buenas biografías y estudios sobre su filmografía. Yo no tendría nada que añadir. En el pasado escribí dos biografías cortas sobre Humphrey Bogart y James Stewart y una larga sobre el escritor B. S. Johnson. Encontré que era un género muy frustrante porque no te da la misma libertad que la ficción. Cuando tienes que ajustarte a los hechos es más difícil contar la verdad.
–Tras el Brexit, la pandemia y la muerte de Isabel II, ¿sienten los británicos un sentimiento de orfandad?
–No soy muy monárquico.Por supuesto, me entristeció la muerte de la reina como la de cualquier otra persona. Pero la institución sobrevive. En este alargado y exagerado periodo de duelo de doce días me di cuenta de que el país es más monárquico que nunca. Resulta sorprendente. Rein Unido se ha visto puesto a prueba. Hemos perdido a una reina que ha estado setenta años en el trono y cambiamos de primer ministro en la misma semana. Es difícil imaginar un cambio político más radical, aunque su impacto en la vida de la gente no es tan importante como podríamos pensar. La vida cotidiana sigue. Los periodistas y escritores no debemos olvidar que la gente corriente no está tan atenta a los políticos como nosotros. Para muchos no hay diferencia de quién está en el trono o al frente del gobierno.
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–¿Sabe que en España nos fascina la monarquía británica? Devoramos 'The Crown' y los funerales de Isabel II. Y,mientras, tenemos un rey emérito defenestrado.
–A todo el mundo le encanta 'The Crown'... No sé, eso debería preguntárselo a los españoles. Supongo que, como muchos otros aspectos de la vida británica, la monarquía resulta algo exótico en otros países europeos. Con toda la energía y el tiempo que se le dedica resulta un gran espectáculo. Al igual que los culebrones tipo 'The Crown' o 'Downton Abbey', tiene buenos materiales: divorcios, infidelidades, debilidades humanas... Por otro lado, esta imagen tan británica no se corresponde con la realidad, tendrías que acudir a otros creadores para descubrirla.
–Hay muchos Boris Johnson por el mundo.
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–Las noticias van muy deprisa en mi país. Hace dos meses odiábamos a Boris Johnson y ahora le echamos de menos. Figuras como él, Trump o Bolsonaro ofrecen soluciones fáciles y rápidas. Se consideran fuera del sistema, rompen reglas, y eso resulta muy tentador a los votantes. En realidad, no dan ninguna solución real.
–¿Usted se siente europeo?
–Mucho, como ciudadano y como escritor. Reino Unido se integró en la Unión Europea en 1973, cuando yo tenía doce años. Desde entonces ha formado parte de mi identidad política. Y cuando votamos para salirnos lo sentí como un terrible error.
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–Es varón, blanco, británico y educado en Cambriddge. ¿Siente como escritor que tiene que dejar paso a voces de otros ámbitos?
–Escritores como yo han dominado el escenario durante décadas, y ahora tenemos que compartirlo con otras personas, dejar que se pongan al frente y nosotros retirarnos a un lado. Lo que no significa que tengamos que dejar de escribir, pero ya no somos las únicas voces que la gente quiere escuchar.
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