Santiago de Pablo | Catedrático de Historia Contemporánea
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Santiago de Pablo | Catedrático de Historia Contemporánea
«La integración social será uno de los retos de la próxima década»'Gente corriente en tiempos convulsos' es el título que ha elegido Santiago de Pablo (Tabuenca, 1959) para su último libro. Una obra en la que el Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV busca «recuperar» la vida cotidiana de los vascos de los años ... 30 en 200 páginas que buscan ilustrar «cómo vivían, qué comían o cómo se divertían» nuestros antepasados en una Vitoria «mitad rústica, mitad caballeresca» y «menos dinámica» que Bilbao y San Sebastián.
–¿Cómo era la vida del vasco promedio de los años treinta?
–Complicada. La mayor parte de la gente buscaba sobrevivir en el día a día, divertirse y quizás no estaban tan preocupados como solemos pensar ahora por la política. Quizás no es tan distinto de lo actual: la política y las broncas ocupan mucho espacio, pero la mayoría de la gente ocupa su tiempo en con quién van a salir por la tarde, con quién va a ver una película, el deporte…
–Un poco como lo de la investidura y el precio del aceite
–Exacto. Lo cotidiano era realmente duro: no había Seguridad Social, no había seguro de paro, había una crisis económica mundial especialmente dura. Era una época muy complicada, y por eso que la importancia de alimentarse y vestirse era muy potente en el día a día.
–Ha hecho hasta ahora unos trazos válidos para toda Euskadi, pero… ¿y Álava?
–Vitoria era una ciudad 'más integrada', no con las diferencias sociales tan grandes que se vivía en Bilbao… Esa Vitoria 'recoleta' de clases medias, de curas y militares, sin grandes aristócratas como los de Neguri, hacía una vida ordinaria más sencilla y donde la sociedad se mezclaba más: en el fútbol, en el cine se veía la misma película, todos paseaban por la calle Dato…
–En el libro habla de una Vitoria «mitad rústica, mitad caballeresca» entonces. ¿Rezuma todavía algo de ese carácter la Gasteiz de hoy?
–Es posible, pero Vitoria es la ciudad que más ha cambiado de los años 30 a aquí. La Vitoria de hoy bebe de la de los años 60, pero es verdad que hay cosas que se mantienen en las identidades. Hasta en las fiestas y las tradiciones. En esa época en fiestas la gente ya se vestía de blusa, de casero… En parte sí existe una continuidad.
–¿Son esos años 30 de Vitoria una laguna en materia de memoria histórica?
–Lo que pasa es que la memoria es muy selectiva y, a veces, interesada. En la República no es tanto que no se recuerde, sino que antes parecía que era la fuente de todos los males y, como sabemos, no es así. Luego resulta que ha venido otro momento en que pensamos que todo era perfecto en la República.
–Explíquese
–Los historiadores, como vamos a las fuentes, no nos lo podemos inventar. Hemos visto que es una época de contrastes. Quienes idealizan la República y, por contra, critican la Transición y la democracia, quizás no son conscientes de que de que ahora puedes tener una bandera republicana en tu balcón sin problema. En aquella época tener un signo monárquico era una multa y quizás cárcel porque estaba prohibido por la ley. Fue una época que tuvo muchas cosas positivas, pero también unos problemas que no se pueden obviar. Y eso se nota
–¿En qué sentido?
–Había una diferencia, sobre todo en Álava, entre los cambios políticos y los de la realidad y la mentalidad de la época. Unos iban muy acelerados mientras en la vida cotidiana en realidad no hay tantos cambios con respecto a los años 20. Un ejemplo claro es la ley de divorcio: se aprobó, pero en Álava no se divorcia prácticamente nadie. ¿Por qué? Porque no hay ese cambio social que hubo después.
–¿Qué retos ve en la Vitoria de los próximos años 30?
–Es complicado. Creo que conseguir la integración social. Eso es una diferencia enorme con respecto a hace 90 años que nos obliga a repensar muchas cosas y a crear una sociedad inclusiva de verdad. Además, hay que seguir avanzando en mujer, sostenibilidad y la vida de los barrios.
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