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Alfonso Carlos Saiz Valdivielso, autor de 'Un infierno helado'. M. Cecilio
Alfonso Carlos Saiz Valdivielso | Escritor

«Si Indalecio Prieto hubiera formado gobierno, no habría estallado la guerra»

El autor recrea en la novela 'Un infierno helado' la vida de un Bilbao vibrante y plural que se hundió con la contienda civil

Lunes, 9 de diciembre 2024, 00:40

Alfonso Carlos Saiz Valdivielso (Bilbao, 1940) muestra una extraordinaria memoria ejercitada a lo largo de décadas como profesor de Derecho en Deusto y como periodista y articulista de diversos géneros, destacando la crónica taurina. Grandísimo conocedor del Bilbao de la primera mitad del siglo XX, ... acaba de publicar 'Un infierno helado' (Dykinson, 2024), novela en la que condensa todos sus conocimientos sobre la etapa de la Segunda República y la Guerra Civil. Se trata de una obra excepcionalmente documentada por la que, además de personajes de ficción, desfilan figuras históricas de la política y la intelectualidad de la época, y en la que se describe un Bilbao vibrante y plural que se vino abajo con el estallido del conflicto.

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- Plantea su libro en dos etapas diferentes, las dos convulsas: el joven que viaja durante la Transición desde Argentina a su Bilbao natal y luego la historia de sus padres y su abuela en la República y la Guerra Civil.

- Efectivamente, el capítulo primero es la llegada en 1980 de un muchacho que nació aquí pero que lleva años en Argentina y quiere ver a su abuela para que le cuente los avatares y desventuras de sus padres. La última parte, el epílogo, es su regreso a Buenos Aires coincidiendo con la toma de posesión de Carlos Garaikoetxea al frente del Gobierno vasco.

- Los capítulos intermedios se desarrollan entre 1936 y 1938. ¿De dónde ha bebido para tejer esta historia en tiempos de guerra?

- Para empezar, la pensión de la calle García Salazar donde se desarrolla buena parte de la historia es una pensión que existió y en la que estuvo mi padre cuando llegó a Bilbao. Por lo demás, los personajes que habitan en ella son totalmente ficticios. Lo que yo he querido es plantear, en medio de tanta convulsión, una isla de convivencia de personas que viven en la pensión y son completamente diferentes de pensamiento.

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- Pero el colapso del país afecta a estos personajes que solo quieren hacer sus vidas en paz.

- Sí. Lógicamente les llegan chispazos por la tensión existente pero su relación es un islote de paz. Hay uno de Izquierda Republicana, otro del PNV, otro que es carlista y luego está Jesús, el protagonista, que no está definido políticamente pero tiene una cierta simpatía hacia las derechas.

- Jesús llega de Burgos a la estación de Abando en enero de 1936 y lo que más le sorprende es la cantidad y pluralidad de periódicos que ve en el kiosko.

- Es un guiño al segundo libro que escribí, 'Triunfo y tragedia del periodismo vasco'. Bilbao era la ciudad española con más periódicos. Un total de nueve, siete matutinos y dos vespertinos. Esto es algo que deslumbra a un señor que viene de provincias y se encuentra con una ciudad que, aunque empieza a estar convulsionada por los acontecimientos políticos, todavía conserva una vida plena y en ebullición.

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- Y también con mucha vida nocturna y de cabarets, según narra en un capítulo.

- Sí, aparte de la vida cultural estaba el puterío de Bilbao. Estaba el que era más de batalla, el de La Palanca, pero también el del Casino de Artistas, que era número uno en España. Se encontraba en la parte trasera del Teatro Campos Elíseos, en ese callejón o pasadizo que sigue existiendo y que une las calles Bertendona y Euskalduna. Un lugar cinematográfico al cien por cien.

- Sobre la vida cultural, rescata en esta novela a autores olvidados como Jesús de Sarría, artífice de la revista 'Hermes'.

- Hay tantos olvidados… Y de muy distinto pelaje. En Bilbao los cafés eran cenáculos literarios y artísticos. A decir verdad no había demasiada literatura ni arte, pero el que había era de mucha solidez. Y entre todas las tertulias la más notable, y de proyección nacional, era la del 'Lion d'Or'. Estaba presidida por un hombre que era el 'Sócrates bilbaíno', don Pedro Eguillor, al que asesinaron preso en los Ángeles Custodios.

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- ¿Cómo ha sido el trabajo de documentación? Porque las referencias son amplísimas.

- Para empezar volví sobre mis propios pasos y consulté los periódicos y la información que usé para escribir 'Triunfo y tragedia del periodismo vasco'. Al mismo tiempo me fui a la bibliografía, de la que tengo mucha porque he escrito bastante sobre Bilbao. Han sido tres tipos de fuentes: las periodísticas, la bibliografía no periodística y mis propios trabajos a lo largo de 50 años.

- Sorprende también lo detallado de la narración de los sucesos del buque-prisión 'Cabo Quilates', que usted narra día a día con toda precisión.

- Es la parte más cruda de la novela, pero necesaria. Y la narro día a día porque he tenido en mis manos las observaciones de mi padre, que estuvo preso en el 'Cabo Quilates'. No le gustaba hablar de ello, pero a veces le salían los recuerdos. Por otra parte, hay tres libros fundamentales escritos por José María Vicario, Joaquín Nebreda y el cura José Echeandía, que vivió de cerca los sucesos. Con todo ese material, esa masa madre, yo construyo un diario del protagonista de la historia.

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- ¿Existió ese 'ángel anarquista' de Soria que salvó a decenas de una muerte segura?

- En parte, sí. Mi padre me contó que hubo un miliciano, aunque no me dijo su filiación, que la víspera de la matanza del 25 de septiembre se acerca a una de las bodegas y dice a los presos que los va a trasladar a otro lado. Ante la desconfianza de los presos, porque se estaba asesinando a mansalva, les dijo: 'No vengo a mataros, vengo a salvaros la vida'. Finalmente le obedecieron diciendo, 'que sea lo que Dios quiera', a lo que el miliciano replicó: 'Será lo que quiera yo, no Dios'. Así, les pasó a otra bodega en la que los mezcló con presos comunes hasta que terminó la matanza. Lo que yo he ficcionado es que fuera de la CNT y originario del precioso pueblo de San Esteban de Gormaz, porque me parecía estupendo que fuera soriano, quería un personaje 'maketo'. Mi padre sí conocía su verdadera identidad, pero le perdió la pista después de aquellos días.

- Usted denuncia en este libro las masacres y atrocidades de todas las filiaciones políticas.

- Sí, por el lado franquista hay atrocidades como los fusilamientos de Irún, el bombardeo de Durango, el de Ochandiano, Gernika… Y luego los asesinatos de gente muy relevante, como 'Lauaxeta'.

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- O el del consejero vasco Alfredo Espinosa.

Espinosa era un personaje extraordinario. Y después estaban las atrocidades de los milicianos como en el 'Cabo Quilates' o en los Ángeles Custodios, Larrinaga y La Galera. Yo lo que hago es identificar la realidad. En estos últimos sucesos, en enero de 1937, ya estaba constituido el primer Gobierno vasco y en Gobernación tenía al frente a Telesforo Monzón, que miró para otro lado, siempre fue un hombre nefasto. Mandó al batallón número siete de la UGT a intentar parar a la chusma que subía hacia las cárceles y lo que sucedió fue que una buena parte del batallón se unió a ellos y empezaron a fusilar a mansalva. Y su militancia es una circunstancia que no se puede ocultar. ¿Eran malos socialistas? Sí. Pero eran socialistas de la UGT.

- El lehendakari Aguirre no quiso cesar a Monzón.

- Juan de Ajuriaguerra, que en mi opinión era un gran tipo, le dijo a Aguirre que cesara a Monzón inmediatamente por el delito de omisión, pero Aguirre no le hizo caso con el pretexto de que el Frente Popular estaba muy crecido y le hubieran impuesto a un comunista como relevo de Monzón.

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- Otro nombre indispensable en su libro es Indalecio Prieto, figura que usted conoce en profundidad.

- Yo con Prieto tengo una relación de amor-odio. Entre sus cualidades, era un periodista excepcional, un hombre que adoraba Bilbao (cuestión que a mí me gana, claro) y un parlamentario de diez. Pero también tuvo defectos, en particular, sus famosos tres errores. El primero, intervenir en la huelga de 1917 por designio de Pablo Iglesias. Lo hizo por disciplina de partido. El segundo, ser el paladín de la destitución de Alcalá Zamora como presidente de la República en abril de 1936. Lo hizo con un discurso antológico, pero con muy mala fe.

- ¿Y el último error?

- Tras la caída de Alcalá Zamora, Azaña le pide a Prieto que forme gobierno, porque ve venir la tragedia ya en el mes de mayo. Prieto se dispone a hacerlo, pero la facción de Largo Caballero, con mayoría en el grupo parlamentario, le obliga a no aceptar. Si Prieto se hubiera hecho cargo de un gobierno, aunque fuese provisional, no hubiera habido Guerra Civil.

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- Esa es una afirmación muy contundente.

- Tal y como menciono en el libro, el 1 de mayo del 36 Prieto da un mitin en Cuenca en el que abre su corazón sobre los problemas pendientes de la República, como el de la justicia social, y pide por patriotismo que se detenga la sangría de crímenes políticos que ya se estaban produciendo. Y, sobre todo, señala a la persona que le consta que va a estar al frente del levantamiento militar.

- Señala a Franco con meses de antelación.

- Sí. Textualmente, dice: 'Se llama Francisco Franco Bahamonde y es un general valiente y con mucho prestigio entre sus compañeros, no puede ser más que él'. Prieto lo sabía, pero el entonces presidente del Gobierno, Casares Quiroga, le replica: 'Ya está usted con la menopausia, no nos cuente cuentos de viejas'.

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- Casares Quiroga, el mismo que cuando los militares se levantaron en Marruecos semanas más tarde, dijo: 'Pues yo me voy a acostar'.

- Eso te demuestra qué catadura tenía. Y además era tonto. Lo malo es que todas estas cosas la gente las ha olvidado. Por eso creo que, si de algo puede valer este libro, es para dar a conocer esa época, con sus cosas buenas y cosas malas.

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