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Como un refugio, como un tejado a dos aguas bajo el que cobijarse. Así dijo ayer el escritor Galder Reguera que veía él el libro... ... y no era mala imagen, dado que llovía, mucho, sin parar, y que encima hacía frío. Vamos, que hacían falta muchos de esos tejaditos para cobijar a las personas y los libros que han salido a la calle en la celebración del Día del Libro -y de los Derechos de Autor y de Autora, tal y como el coordinador de las ferias del Libro de Euskadi quiso recordar durante el acto de inauguración-. La lluvia es mala noticia cuando se trata de poner el tenderete en plena calle, pero allí estaban las librerías de Bilbao poniendo al mal tiempo buena cara. Y bien apretaditas, lo cual tiene su lectura negativa -poco sitio hay- y también una positiva: hay poco sitio porque ahora son muchas y ya no caben en el tramo de la calle Berastegi delante de los juzgados donde se instalan cada 23 de abril que no cae en fin de semana.
Ya lo había anunciado la semana pasada el nuevo presidente de la Asociación de Libreros de Bizkaia, Javier Cámara. Berastegi ya no les vale como ubicación y van a proponerle al Ayuntamiento que les busque una nueva. No hay otra «si se quiere celebrar un Día del Libro fuerte», uno que dé cabida -cobijo, refugio, stand de venta- a todas las librerías que hay en Bilbao ahora. Desde la pandemia, cuando los libros se convirtieron en producto de primera necesidad para algunas personas, han surgido nuevos negocios libreros, con proyectos diferentes, distintas apuestas. Y este martes debutaban en Berastegi establecimientos como La Saturnina, la librería de Basurto, o En ruta, la que está pegada el parque de Ametzola, en Gordóniz. Hubo otras. Y hay otras que aun no se han asociado y por lo tanto no pueden celebrar el Día del Libro en Berastegi.
Con paraguas sobre los plásticos de los stand para reforzar la protección del género, y pasando trapos para secar los libros, pero con ganas de «estar con los lectores, que eso es este día», decían desde detrá de algunos mostradores. El lectorado respondía a la llamada desde casi primera hora, pocos pero en goteo constante. «Que sea una lluvia de libros y de lecturas, de flores y de fiesta», dijo Muniategi, y algo de eso hubo. María Eugenia Salaverri vendía en una hora y media cinco ejemplares de su último libro; Jon Arretxe -que también habló en el acto de inauguración- nada más llegar ya había firmado alguno. Y todos con una sonrisa.
El libro, el tejadito a dos aguas, «nos da tranquilidad, sosiego, conocimiento, diversión, es casi casi reaccionario por el modo en que vivimos, en el que todo es veloz», decía Cámara. Reguera animaba «a la gente a que se rebele», ya que los lectores son «gente con imaginación», y por lo tanto «capaces de abstraerse del poder y empoderados». Y el alcalde concluyó que los libros recogen las cosas fundamentales de la vida, memorias del pasado y sueños de futuro, y que tras la lectura se es más libre. «Y si somos más libres, tendremos más capacidad de construir un mundo nuevo».
«Aparece el cadáver de una mujer joven en la ría y lo primero es saber quién es y después saber quién la ha asesinado», comienza a contar Javier Sagastiberri, que hace solo una semana veía ya impresa su sexta novela, «la segunda de la segunda serie» (la protagonizada por las ertzainas Ana Larburu e Idoia Sagardu). 'Muerte en la ría' viene «con perspectiva de género, como dice mi editor. Porque esta mujer es una abogada de Neguri que trabaja en un despacho feminista radical que defiende a mujeres maltratadas, violadas y abusadas de diversas maneras, y a medida que avanza la investigación los lectores van a ver ese mundo y a los violadores, maltratadores y dueños de puticlubs». Sagastiberri, donostiarra que lleva muchos años en Bilbao, publicó su primera historia en 2016 y desde entonces no falta a un Día del Libro ni a una feria en la ciudad. «La última vez fue en El Arenal y la verdad es que me fue muy bien», sonreía.
«Vemos mucho interés por parte de los bilbaínos, aunque el tiempo no acompaña. Les gusta venir, compartir las lecturas, muchos se conocen y hay buen ambiente». Este era el primer análisis de Ane y Sara en sus primeras horas vendiendo los libros en el stand de La Saturnina, una de las librerías 'debutantes' en la celebración. La dueña, Vanesa, «nerviosa y un poco preocupada por la lluvia pero con muchas ganas», estaba en el local de Basurto por la mañana y eran ellas dos las encargadas de la venta en Berastegi. Y más que de la venta, de promocionar la gestión de la librera. «Ella da visibilidad a autores diversos, eso es muy importante. La Saturnina es inclusiva y eso se nota en lo que ha traído al Día del Libro», explicaban. A media mañana ya habían vendido, entre otros títulos, un ejemplar de 'Del buen uso de los árboles', de Francis Hallé, y uno de 'Un lugar soleado para gente sombría', de Mariana Enríquez. De hecho, se lo habían recomendado a un lector con tanto afán que el hombre había ido a darse una vuelta por los stands y había regresado al cabo de un rato para comprarlo.
Por dos razones fundamentales iba a la calle Berastegi ayer por la mañana Mónica Crespo, lectora, autora de 'Las madres secretas', profesora de talleres de escritura y coordinadora de los Diálogos con la Literatura en el Siglo XXI de la Biblioteca de Bidebarrieta. Una era encontrarse con su amiga Txani Rodríguez, que iba a estar firmando ejemplares de 'La seca' en el puesto de la librería Cámara. Otra era hacerse con, precisamente, 'Un lugar soleado para gente sombría', el libro de Mariana Enríquez. Pero para empezar ya le salió una tercera razón: acercarse a saludar a la gente de La Saturnina, porque es allí donde imparte algunos de sus talleres y porque reconoce el valor de este tipo de negocios del libro. «Es un espacio que dinamiza el barrio, que hace de todo y que tiene una gran variedad de lecturas».
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