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La libertad de expresión en el mundo del arte viene sufriendo llamativas sacudidas en los últimos años. El caso más reciente afecta al cómic, con ... intentos de amordazar algunas de sus viñetas más icónicas. Ha ocurrido con 'Maus', la obra magna de Art Spiegelman -único premio Pulitzer concedido a una novela gráfica-, tras ser prohibida su lectura por una junta escolar de Tennessee hace unas semanas.
'Maus' retrata el Holocausto con ratones y gatos, en representación de judíos y nazis, respectivamente, pero a algunos padres del condado de McMinn no les gustaban ciertas «palabrotas», el dibujo de «un desnudo» y temas como el suicidio o la matanza de niños. Este caso de censura, que ha tenido el efecto contrario al buscado -las ventas del cómic de Spiegelman se han disparado- no es el único y recuerda a 'Farenheit 451', la novela de Ray Bradbury, bien llevada al cine por François Truffaut, que trata sobre la quema de los libros ante el regocijo de los censores en una sociedad alienada.
A principios de la década de los años 50 nació en EE UU la mítica editorial E. C. Comics, anfitriona de un sinfín de páginas ilustradas, salpicadas de crímenes y horror. Sus ventas se dispararon, ante los atónitos ojos de los bienpensantes, creándose una fértil hornada de guionistas y dibujantes. A pesar de la tristemente famosa 'caza de brujas' del senador McCarthy, la influencia de los tebeos de terror presentados por el sarcástico Guardián de la Cripta continúa latente. Cabeceras como 'Tales from the Crypt' o 'The Vault of Horror' siguen siendo objeto de estudio y pasto de coleccionistas.
La historia de E.C. Comics vertebra el ensayo 'Cuando los tebeos eran peligrosos' (Es Pop). Su editor y traductor, Óscar Palmer, quita hierro a la situación: «No es comparable la censura que sufríamos aquí durante la dictadura, que contaba con cuerpos gubernamentales para implantarla. La que pueda darse ahora, salvo casos contados, depende principalmente de la presión ejercida a posteriori por particulares indignados y empresas que no quieren herir sensibilidades para no perder mercado».
'Los pitufos negros' ahora son morados y Tintín mejor que no viaje al Congo. «Reeditar obras alterándolas para acomodarlas a criterios modernos me parece un ejercicio cínico», apunta Palmer.
'Maus' es una obra autobiográfica esencial en la historia del cómic. Spiegelman, descendiente de supervivientes de Auschwitz, ofrece su particular visión del Holocausto con animales antropomórficos. Sin concesiones a la lágrima fácil, con un estilo de dibujo tan simple como expresivo, el autor exprime el lenguaje del cómic a conciencia.
Óscar Palmer
Editor
El boicot ha provocado que algunas librerías se ofrecieran para que los niños leyeran gratis la obra, y se recaudaron más de 80.000 dólares para repartir copias gratuitas a estudiantes.
El dibujante leonés M. A. Martín sufrió en sus propias carnes la prohibición de sus viñetas en Italia en 1995. La claridad de su trazo choca con la crudeza sus historias, influenciadas por Burroughs, Ballard, la música electrónica y las nuevas tecnologías. 'Psychopathia Sexualis', el trabajo que le dio a conocer, está empapado de sexo, sangre y vísceras. Salió airoso de las denuncias, pero «a día de hoy todavía hay librerías que se niegan a vender mis cómics. Es como si hubiera ciclos de puritanismo. La época victoriana, los años 50 y ahora esto».
M. A. Martín reconoce que el secuestro de cómic generó una campaña de publicidad gratuita. «Es un arma de doble filo», puntualiza Palmer. «En un caso como el de 'Maus', donde la prohibición ha sido localizada y puntual, es evidente que ha contribuido a que la obra vuelva a estar en boca de todos y experimente un pico de ventas. Sin embargo, ¿qué otras obras no se estarán prohibiendo o retirando y no nos enteramos?». Por ejemplo, 'Hitler SS', del historietista francés Phillippe Vuillemin, sigue prohibido en España.
«El tema merece un debate», denuncia el divulgador Ricardo Mena, también editor. «La Ley Mordaza, si se lee a fondo, permite censurar de manera legal. En España se ha notado en la música, pero en cualquier momento podría aplicarse a cómics, cine y demás».
Máximo responsable de Blog de Cómics, vio cómo uno de los títulos de su catálogo -'Haw!', de Iván Brunetti- fue ninguneado. «Era un cómic muy bestia, pero realmente hilarante», relata. «No estaba llegando a las librerías. Cuando pregunté a algunas tiendas me dijeron que era la propia distribuidora la que no les había ofrecido el cómic. La censura se puede aplicar de diferentes maneras».
David Rubín
Dibujante
A Irene Márquez, autora del semanario 'El Jueves', le denunció un conocido youtuber, cuyo nombre prefiere no citar, porque se sintió insultado por un chiste gráfico. La responsable de 'Eso no está bien' (Autsaider Comics) se las vio en los tribunales con sus ácidas viñetas. «Hay veces que este tipo de denuncias ponen de manifiesto lo enferma que está la persona que mira». No tiene claro que la polémica pueda beneficiarla. «Puedes hacerte muy conocido, pero también perder ciertos trabajos al mismo tiempo».
«Con ese tipo de políticas y comportamientos, que fomentan la censura y la ocultación en vez de la reflexión y el análisis, lo único que se consigue es mermar la capacidad de análisis de la sociedad y fomentar creaciones cada vez más irrelevantes, más preocupadas por no ofender que por aportar algo», subraya el reconocido dibujante gallego David Rubín.
La prohibición de la lectura de 'Maus' en un plan de estudios de niños de 14 años, ya adolescentes, subraya la infantilización de la sociedad. «Ninguno de los tebeos que leía a esa edad estuvo nunca en un plan de estudios», concluye Óscar Palmer, que ya devoraba por entonces 'El Víbora' y todas las revistas ochenteras de Toutain. «Y sin duda era parte de su encanto».
La cultura de la cancelación se abre paso como forma de protesta entre los usuarios de internet. La repudia total a una persona, organización o empresa, por un supuesto comportamiento inaceptable, se extiende principalmente a través de la redes sociales. No hay lugar para la ironía. Toda obra que se mueve en el filo es susceptible de entenderse al revés. Malos tiempos para la sátira. En 2019 el Consejo Escolar de Providence, que aúna a una treintena de escuelas católicas de Primaria, apoyó la iniciativa de quemar numerosos libros que se retiraron de las bibliotecas, entre los cuales se encontraban ejemplares de 'Astérix' o 'Tintín'.
«La censura retroactiva es un temazo», señala el divulgador y editor madrileño Ricardo Mena. «Esos cómics se podrían utilizar para enseñar cómo eran las cosas antes y cómo son ahora. Las obras sin contexto no se entienden. Ahora tenemos que leer en obras con textos pidiendo perdón y explicando que algunas cosas son fruto de una época. Eso, dentro de lo que cabe, me parece bien, porque no censura, simplemente informa y explica. Pero tener que explicar eso dice muy poco del lector y nuestra educación a día de hoy».
A David Rubín, que leyó 'Maus' con 16 años, en su primera edición española en 1989, le preocupa «cómo puede llegar a afectar esa situación al sector creativo, a los artistas, escritores, cineastas... Que se instale la autocensura en los propios creadores y que modifiquen su trabajo debido al miedo a posibles ofensas. Obras que nacen mutiladas. Contenido asumible y blandito, olvidable y poco relevante».
El responsable de las páginas de 'Beowulf' o 'El héroe' tuvo que borrar una pistola de una portada de 'Robocop' que preparaba para el mercado estadounidense. «Uno de los episodios coincidió con un terrible tiroteo que fue tristemente célebre allí. Es como quitar el escudo al Capitán América. Es algo infantil e hipócrita, máxime en un país donde te puedes comprar armas en el hipermercado o te regalan una escopeta al domiciliar tu nómina en el banco».
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