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Gabriela Consuegra dice que su padre le enseñó a vivir con alegría. Borja Agudo
Gabriela Consuegra: «Mi padre no era excepcional, era bueno, y eso es importantísimo»
Gabriela Consuegra

«Mi padre no era excepcional, era bueno, y eso es importantísimo»

La venezolana Gabriela Consuegra, exiliada en Galicia, narra en su novela el proceso de duelo por la muerte de su progenitor

Domingo, 11 de julio 2021, 01:02

Hay un momento en el libro 'Ha pasado un minuto y queda una vida' (Temas de Hoy) en el que todo podría haber derivado en otra historia muy distinta. Otra historia en el libro y en la realidad, porque lo que la venezolana Gabriela Consuegra narra en estas páginas es la enfermedad y muerte de su padre en un hospital de su país, además de su propio exilio a Galicia y su proceso de duelo, que no consiste, como todo el mundo le dice, en «superar el dolor, sino en aprender a convivir con esas ausencias que son tan duras». Lo que ha aprendido es «que el dolor sigue ahí, pero ahora sé que mi padre vive en mí, que yo soy sus ojos en el mundo y vive lo que yo vivo, que lo que me enseñó influye en cada decisión que tomo. Y eso me ayuda a sobreponerme».

Cuando ingresan a su padre, Álvaro, en la que parece la última vez, la narradora consigue, no sabe cómo, convencer a los médicos de que el paciente no quiere que le alarguen la vida, que lo intuben, que le impongan más tiempo. Quiere morir ya, si así ha de ser. La hija primero explica, luego grita, discute, casi pierde el sentido, sabe que es ahora o nunca; si no hacen caso de lo que intenta transmitir (la última voluntad de su padre), no sabe en qué puede derivar la enfermedad, por cuánto tiempo y con cuánto sufrimiento. «Es de lo peor que viví. Es la idea de la muerte digna, de escuchar la voz de la persona que aun puede decidir, frente a política o religión. Su decisión es intocable. No cabe otra voz», sostiene.

Es un gran tema, y eso que no es el tema principal de una novela que ha sido la manera de Consuegra (nacida en Caracas en 1993, reside en Galicia desde 2016) de elaborar el duelo

Tal y como queda retratado en el libro, Álvaro Consuegra «no era un ser excepcional, sino una buena persona, un apoyo para los demás, que decía que hay que ir con espejos retrovisores, con empatía, sin hacer daño», recuerda su hija pequeña. «No era excepcional, era bueno. Y eso, que no lo parece, es importantísimo. Tener conciencia, tener ese compromiso, eso me lo enseñó él».

También que la vida te puede dar muchos palos y contra eso poco se puede hacer, pero que siempre está en tu mano echarle alegría para afrontarlos. «La alegría sí es una decisión personal. Yo antes no era tan alegre, pero ahora siento que es mi responsabilidad, porque él ya no puede».

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