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Con una voz vanguardista a la vez que antigua, Olga Tokarczuk ha sabido reincorporar el mito en la literatura más actual y ofrecer sus libros ... al lector como si fueran obras rescatadas de otro tiempo. Así presentó la directora de Anagrama, Silvia Sesé, a la premio Nobel de 2018, que acaba de publicar en esa editorial su novela 'Los libros de Jacob'; con una curiosidad bien medida e intencionada: la paginación empieza por la 'última' página, la 1064, y termina por la 1, un desafío al tiempo del relato.
La autora polaca (Sulechów, 1962) estaba en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), espacio donde se desarrolló una rueda de prensa presencial y virtual. El sábado llegará a Bilbao para participar en el festival JA!, en el que le entrevistará el periodista Jesús García Calero (Sala BBK, 20.30 horas, entradas gratis en la web del certamen.
El Jacob de Tokarczuk es un pieza de escándalo. En la segunda mitad del siglo XVIII, recorrió los imperios de los Habsburgo y el otomano; profesó tres religiones; se autoproclamó Mesías;reunió discípulos y creó una secta que practicaba, según algunos rumores, ritos orgiásticos y bacanales; buscó la transcendencia en el apogeo del racionalismo, en el Siglo de las Luces. Con semejante personaje no es de extrañar que le costara diez años construir la novela, entre el trabajo de investigación y la escritura.
Cómo no, el libro tiene una lectura contemporánea. «El mesianismo también está hoy presente, porque necesitamos nuevas voces que cuenten la historia de otra manera. Y no creo que esos anuncios de lo que va a venir procedan ahora de la religión, sino de lo que nos están contando los movimientos sociales», expresó.
A su juicio, los relatos «sirven como herramienta potente y profunda para comunicar personas y pueblos, nos abre a la empatía con otros seres, humanos y no humanos. No creo en la literatura nacional, en algo específico a una nación determinada. Todas las literaturas comparten cosas, hablan de los mismos temas. Por eso podemos unir lo que se escribe ahora con lo que se escribió antes, en cualquier parte».
Tokarczuk no solo habló de su concepto de la novela como artefacto que supera el concepto lineal del tiempo, que puede de delante hacia atrás y que incluso puede prescindir de la dimensión temporal, como ella ha practicado en alguna de sus novelas. También defendió la superioridad de la imagen sobre las palabras: «Un empleo de la lengua robusto e inteligente está al servicio de la fortaleza de la imagen».
No obstante, reconoció que ahora presta más cuidado a lo que escribe por cómo se pueda interpretar o, mejor, malinterpretar. «Cuando empecé a publicar, hacía tiempo que había desaparecido la censura en Polonia. Ahora, algo que he escrito de manera natura, tengo que reescribirlo para no herir a algunas personas. Mido el efecto de mis palabras porque sacar de contexto está moda. Lo que puede ser para mí una broma llega a internet en minutos. ¿Me estoy autocensurando? No lo sé. Pero tampoco sé cómo se puedo solucionar este problema».
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