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Bruno pardo Porto
Miércoles, 15 de agosto 2018, 00:25
Antes de contar sus ventas por millones, Joël Dicker (Ginebra, 1985) tuvo que escribir cinco libros que nadie quiso publicar. Sin frustrarse, nunca cejó en el empeño de convertirse en novelista. Preguntaba, limaba errores, pulía tramas... Tecleó una y otra vez sin descanso, dejando las ... vacaciones de lado, rechazando las invitaciones de sus amigos; así hasta llegar a 'La verdad sobre el caso de Harry Quebert', que se convirtió en un gran fenómeno editorial en 2012. Desde entonces, ya convertido en un superventas del suspense, ha publicado 'El libro de los Baltimore' y, ahora, 'La desaparición de Stephanie Mailer' (Alfaguara).
– Vuelve con la misma premisa con la que alcanzó el éxito: un crimen pasado que no se cierra y sigue marcando vidas.
– El interés de la historia no es tanto el crimen en sí mismo, sino todas las consecuencias que tiene en la vida de la gente que está alrededor y que tiene un vínculo con ese hecho. Y cuanto más tiempo pasa, mayores son las consecuencias, que se van perpetuando. Creo que eso es lo que me interesa realmente: el efecto del tiempo que pasa.
– Y el crecimiento de los personajes, me imagino.
– El corazón de la novela son los personajes. El crimen es menos importante.
– ¿Sigue rechazando la etiqueta de novela negra?
– Sigo dudando. Sí: hay policías, hay una investigación, al final del libro descubrimos el culpable… Pero estos elementos de novela negra no son los que constituyen el libro.
– El libro tiene elementos de suspense, pero desde el primer momento, desde la primera frase del libro, ya intuimos el destino de Stephanie Mailer.
– Es un personaje que da título al libro, pero que dura media página. ¿Por qué le da título a la novela? Porque es el elemento que desencadena todo. Sin ella no hay historia.
– Hay varios momentos en la novela en los que algunos personajes se lamentan de la situación actual del periodismo. ¿Echa de menos el tiempo en el que todo el mundo compraba el periódico en papel?
– Lo echo de menos. Y me inquieta. Me inquieta que haya gente que no lea periodismo de verdad. Me inquieta que la gente no se informe cuando lee cosas en internet. Si hay que pagar por un artículo, la gente no lo lee. Si uno quiere algo que necesita, tiene que pagar. No entiendo a las nuevas generaciones que con las películas, con la prensa o con la música no quieren pagar. Quieren que sea todo gratis. Y no puede ser gratis.
– Bueno, en internet también hay contenidos de calidad.
– Pero existe un consumo perezoso, por así decirlo. Hacemos click en los vínculos gratuitos, leemos algo en Facebook sin comprobar nada… Para mí es una locura. Gracias a internet tenemos acceso a los periódicos del mundo entero. A todos. Sin embargo, se lee cada vez menos. Y no entiendo por qué.
– La dedicatoria del libro termina con un «¡Leamos!». Es una invitación a la lectura, parece que casi desde un punto de vista lúdico.
– Es una invitación a integrar la literatura en la vida cotidiana, a incluirla no solo como placer, sino como fuente de conocimiento, de riqueza. Lo serio también puede provocar placer. No son cosas antagónicas.
– ¿Le preocupa el futuro de la lectura?
– Me preocupa. Estamos en un mundo en el que la gente no presta tanta atención a los demás ni al mundo que les rodea. Están ensimismados, viendo imágenes sobre ellos mismos. Hemos perdido esa costumbre de estar con un libro, de llevar un libro en el bolsillo para los momentos de espera. Y es una pena, porque hay gente que está pagando un gran precio por no leer.
– ¿Qué precio?
– Hace poco leía un artículo académico de un científico noruego que decía que, según los datos que maneja, el cociente intelectual de los jóvenes está disminuyendo. Y estoy seguro de que es así.
– Durante la promoción de 'La verdad sobre el caso de Harry Quebert' decía que el éxito «siempre llega después del fracaso».
– Efectivamente. 'Harry Quebert' es mi sexta novela, pero las otras cinco fueron rechazadas por las editoriales. Y porque me rechazaron, me preguntaba cómo podría escribir un libro de éxito. 'Harry Quebert' no hubiese podido existir sin los cinco fracasos anteriores. Gracias a los fracasos se avanza, se progresa. Cuando se tiene éxito desde el principio no se aprende nada.
– Bueno, ahora me gustaría saber qué llega después del éxito.
– Cuando no tenía éxito tenía que hacer tiempo para escribir. Hacía sacrificios: no me iba de vacaciones o no me iba a cenar con mis amigos. Una vez que tienes el tiempo, tienes que preguntarte por qué continúas escribiendo, cuál es la razón. Muchas veces no escribo para ver si tengo el mono de escribir.
–¿Y por qué sigue escribiendo?
– Porque es un acto indispensable para mí. Me devora esa necesidad.
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