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José María Lassalle fue secretario de Estado de Cultura y Agenda Digital. Zigor Aldama
«Estamos enseñando a la IA a mentir»

«Estamos enseñando a la IA a mentir»

La IA superará la inteligencia humana a mediados de siglo y supone el mayor reto de una sociedad que aún no se ha dotado de la gobernanza necesaria para afrontarlo

Domingo, 25 de agosto 2024, 00:58

Frente a quienes alaban las bondades de la inteligencia artificial y se centran en los avances que puede propiciar en el terreno tecnológico, José María Lassalle abandera una visión más tenebrosa en la que, desde el punto de vista humanístico, aprecia la amenaza que supone la posibilidad de que corra «descontrolada y a velocidad de vértigo hacia la meta de una consciencia que la hará creerse perfecta». En su último libro, 'Civilización artificial' (Arpa, 2024), este profesor de Filosofía que ejerció de secretario de Estado de Cultura y Agenda Digital, explora un mundo en el que la IA superará las capacidades cognitivas del cerebro humano.

O sea, que alcanzará lo que se conoce como la singularidad tecnológica, un momento en el que tomará conciencia de sí misma y superará a la inteligencia humana. «Ya se han comenzado a imitar las redes neuronales, la bioquímica del cerebro, recabando datos inconscientes para copiar sensaciones como la angustia, el placer o el miedo», analiza. «Incluso estamos enseñando a la IA a mentir», apostilla.

Parece ciencia ficción, pero Lassalle avanza que ese 'sorpasso' puede suceder hacia la mitad de este siglo. Y no es el único que piensa así. Esa IA general está a la vuelta de la esquina y es «un factor que desestabilizará nuestras sociedades y para el que no tenemos gobernanza política». El autor vaticina que supondrá «un cambio tan revolucionario que afecta a la condición humana», y que será una transformación sin parangón por su intensidad y rapidez. Por eso, considera indispensable que «se ancle éticamente su desarrollo».

El papel de Europa

Es una preocupación que comparte también el grueso del mundo empresarial. Buena muestra de ello es el debate que surgió durante el almuerzo que Lassalle compartió con EL CORREO y con empresarios vascos en Bilbao, invitado por la compañía de IA Decidata. Ejecutivos de marcas como CAF, Arteche, Idom o Egile mostraron su inquietud por asuntos como el exceso de regulación europea, que para algunos supone un lastre a la innovación, o el impacto que va a tener en el mundo del trabajo.

«La inteligencia artificial debería parecerse al ser humano al que aspira ser el europeo»

«Creo que la regulación que crea seguridad jurídica es una ventaja competitiva porque crea una sociedad donde las reglas están claras. Se evita así que esto sea una jungla», responde Lassalle, convencido de que «Europa tiene capacidades para desarrollar una inteligencia artificial propia» que haga de contrapeso a las que llegan de Estados Unidos y de China en un momento de enfrentamiento geopolítico frontal, en el que uno busca maximizar el beneficio económico de los datos que recaba y el otro incrementar con ellos el control sobre la población.

José María Lassalle fue secretario de Estado de Cultura y Agenda Digital. Zigor Aldama

«Es más, los datos de los europeos son los más valiosos, porque tenemos 500 millones de habitantes muy diferentes, altamente formados, con conocimiento de varias lenguas y una cultura asentada en la tolerancia, la empatía y la resiliencia». Por todo ello, Lassalle reivindica que «la inteligencia artificial debería parecerse al ser humano al que aspira ser el europeo».

Propósito y valores

Menos optimista se muestra en referencia al impacto de la IA en el trabajo, y no tiene reparo en asegurar que «a medio y largo plazo es en gran medida sustitutoria del ser humano». Sin embargo, también huye del determinismo y cree que ese extremo no tiene por qué llegar si se hacen bien los deberes políticos. «El ser humano tiene que seguir siendo la medida de todas las cosas. Tenemos que ser capaces de concebir una inteligencia artificial que tenga un propósito claro y que funcione como un auxiliar de la inteligencia humana».

«Las armas autónomas buscan maximizar la letalidad de la acción sin condicionantes humanos»

¿Pero, en todos los campos? ¿Deberían los políticos también utilizar la IA para tomar sus decisiones y avanzar hacia una tecnocracia? Lassalle hace una pausa y niega con la cabeza: «La política debe ser un reducto esencialmente humano. Creo que dejarla en manos de las máquinas y definir su idoneidad con una inteligencia estadística aplicada a una inteligencia artificial me parece una renuncia inasumible».

Algo parecido piensa del uso de la IA en la guerra. «Ucrania y Gaza se han convertido en laboratorios de inteligencia artificial, donde las armas autónomas evitan que le tiemble el pulso al que dispara y que sienta de pronto una tensión moral de ver que esa persona podía ser él. Buscan maximizar la letalidad de la acción, sin condicionantes humanos como la proporcionalidad del medio, algo básico en la guerra. O sea, que no puedes matar a niños o no puedes derribar moscas a cañonazos», afirma, ratificando la necesidad de instilar valores éticos a la IA y cerciorarse de que esté siempre supervisada.

Predictibilidad y equivocación

Por si fuese poco, Lassalle reivindica el error como un elemento inherentemente humano que se debe proteger frente a una IA que tiende hacia la perfección: «Nuestra inteligencia nace de una vida que está abierta a la acumulación de errores y de ensayos que hacen que, desde nuestra imperfectibilidad, queramos aspirar a la perfección aunque ésta sea imposible». Pone como ejemplo algo más concreto: la forma en la que plataformas como Netflix van afinando las recomendaciones que hacen a los usuarios. «Van interpretando cuáles son nuestros gustos para ir apartándonos de algo que es esencialmente humano, la equivocación. Y lo que esa predictibilidad hace es ir borrando lentamente la lógica de ensayo-error que acompaña a nuestro comportamiento».

«Hay que desarrollar una IA abierta, humanista, con capacidad de competencia frente a las de Estados Unidos y China»

Esto puede resultar especialmente preocupante si el contenido en esas plataformas comienza a producirse -mediante IA o no- para satisfacer estos gustos conocidos, reduciendo así también la posibilidad de avanzar e innovar, y sobre todo de sorprender. «Somos sociedades lo suficientemente maduras para entender que podemos hacer una inteligencia artificial más humana y humanista sin cuestionar las oportunidades que tiene para generar modelos de negocio o para desarrollar un mejor conocimiento de las audiencias y de nuestros clientes», analiza el filósofo. «Todo ello sin incurrir en el mayor de los errores, que sería dejarnos por el camino la economía social de mercado que tanto nos ha costado construir, predirigiendo demasiado los comportamientos y arrebatándonos el derecho a equivocarnos».

Desafortunadamente, los poderes que ahora están avanzando más en el desarrollo de la IA son mercantilistas y autoritarios. El aliciente para ir por delante lo dejó muy claro Vladímir Putin en 2017: «Quien gane la batalla de la inteligencia artificial se hará con el control del mundo». Es un escenario poco optimista, pero Lassalle insiste en que el pesimismo que impregna su visión «no bloquea la acción, sino que contribuye a la acción crítica para impulsar un diseño de la IA abierto, compartido, humanista, que permita a Europa desarrollar una inteligencia con capacidad de competencia frente a la que están desarrollando Estados Unidos y China».

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