![Congelados para resucitar](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201905/25/media/cortadas/cryonics25-kHDF-U80291767071LG-624x385@El%20Correo.jpg)
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Un hombre de 96 años falleció en una residencia de ancianos de Alemania el 16 de febrero. Inmediatamente, los médicos pusieron el cuerpo a 6º C y avisaron al equipo de emergencias de Cryonics Germany. Once horas más tarde, tres técnicos de esa entidad sin ... ánimo de lucro, integrada por partidarios de la criogenización, empezaron a preparar el cadáver para su congelación y, siete días después, llegaba a las instalaciones del Cryonics Institute, en Michigan (Estados Unidos). Allí espera la resurrección en un contenedor lleno de nitrógeno líquido. Como otros 173 cuerpos.
«Hay en el mundo más de 2.000 cadáveres en esa situación», asegura Francisco Lledó, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Deusto que acaba de publicar, junto con la bioquímica Susana Infantes, un libro sobre la realidad legal y científica de la criopreservación. En 'Aspectos jurídico-científicos de la criónica en seres humanos: el derecho a vivir después de la muerte' (Dykinson), los dos autores exploran la viabilidad de una técnica que ya insinuó Benjamin Franklin en una carta en 1773.
Fue, sin embargo, Robert Ettinger, físico de la Universidad de Michigan, el primero que propuso la congelación como un sistema para superar la muerte en su libro 'The prospect of inmortality' (La perspectiva de la inmortalidad, 1962). Cinco años después, se criopreservaron los primeros cadáveres humanos en California y cuando en 2011 murió Ettinger, considerado 'el padre de la criónica', su cuerpo fue almacenado en frío en el Cryonics Institute, empresa que había fundado en 1976. Allí sigue, ahora junto con el del anciano alemán fallecido en febrero, sumergido en nitrógeno líquido a -196º C a las afueras de Detroit.
Todos los criopreservados son cadáveres. Están muertos. «La criogenización tiene que llevarse a cabo inmediatamente después de que la persona es declarada muerta para evitar así las lesiones cerebrales que suceden rápidamente pasados cinco o diez minutos de la muerte», explica Lledó. De ahí que las firmas que ofrecen este servicio –a precios que oscilan entre las decenas de miles y los cientos de miles de euros– pongan énfasis en una rápida actuación de sus técnicos para, nada más morir el cliente, administrar al cuerpo sustancias que protejan al organismo del enfriamiento y, cuando estas ya han hecho su trabajo, sumergirlo en nitrógeno líquido. «Los crioprotectores son soluciones tóxicas que pueden modificar el ADN», advierte Infantes.
Hasta el momento, lo que se ha hecho, explica la bioquímica, es congelar, tanto cadáveres humanos como de animales. «No se ha intentado revivir todavía ningún cuerpo humano. Ni se ha hecho público que se haya intentado con alguna de las mascotas criopreservadas». En su libro, que han presentado en Bilbao en un acto organizado por la asociación Mujer Siglo XXI, Infantes y Lledó se muestran totalmente escépticos sobre la posibilidad de que alguna vez puedan volver a la vida los cuerpos ahora crioconservados. «No hay garantías de que las personas congeladas con la tecnología de hoy puedan ser revividas alguna vez», sentencian. «Cuando en el laboratorio criopreservo células, es tan difícil que vivan... Imagina lo que puede ser un cuerpo humano con sus órganos», apunta la bioquímica.
Es algo que admiten las compañías que se dedican a la venta de la vida después de la muerte. «La preservación en frío (crioconservación) aún no es reversible con la tecnología actual, pero esto no dice nada acerca de las capacidades de la tecnología futura», indica en su web Alcor, firma que asegura tener congelados a 122 hombres y 42 mujeres. «Nadie puede garantizar el éxito, porque nadie puede garantizar el futuro», reconoce el Cryonics Institute, que cuenta en España con quince socios, personas que esperan ser congeladas nada más morir para revivir en el futuro cuando haya cura para la enfermedad que los haya matado o el rejuvenecimiento sea posible.
Tras admitir que hoy no existe tecnología capaz de revivir a los muertos, la firma fundada por Ettinger echa el anzuelo al potencial cliente: «Una cosa que podemos garantizar es que, si no se inscribe para criogenizarse, no tendrá ninguna posibilidad de ser revivido en el futuro». Vende un sueño, como la lotería. Infantes y Lledó creen que la criopreservación es, hoy en día, «pura quimera, utopía científica, lo que convierte en la actualidad a la criogenización en un servicio imposible». Cuando contratamos un servicio de este tipo, estamos dando «un cheque en blanco al prestador», para empezar porque nos fiamos de que va a mantener el servicio durante décadas. Los candidatos a criogenizarse, dicen los autores, son gente que tiene «mucho dinero y mucha fe».
La ciencia ficción cinematográfica nos ha acostumbrado a que los astronautas, sean los de la 'Discovery' de '2001: una odisea del espacio' (1968) o los de la 'Nostromo' de 'Alien' (1979), hagan la mayor parte del viaje en animación suspendida, metidos en una especie de ataudes con sus funciones vitales al mínimo hasta que llegan a destino. Aun a la velocidad de la nave humana más rápida, el viaje a otros mundos puede llevar años y, a otros sistemas estelares, milenios. Por eso, si no se recurre a elementos fantásticos como el hiperespacio, los agujeros de gusano y las velocidades hiperlumínicas, hay dos soluciones: las naves generacionales –inmensas y donde las generaciones se suceden– y la animación suspendida, en la que, como en la criogenización, el frío también es clave, aunque el sujeto se mete en el sarcófago a dormir, no muerto.
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