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Salió de Rusia, país en el que nació, hacia Israel a los 13 años y ahora trabaja como investigador de Ikerbasque asociado al departamento de ... Filosofía del campus de Vitoria de la UPV/EHU. No es un filósofo que se preocupe solamente por lo que ha ocurrido dentro de su disciplina, como muchos, sino que le interesa más lo que les pasa en la actualidad a los humanos y a todos los seres vivos. Los efectos de la tecnología y la crisis medioambiental son algunos de los temas que trata su obra. Después de 'Chernóbil Herbarium', acaba de publicar 'El vertedero filosófico', ambos con la artista Anaïs Tondeur y publicados por NED.
- La gente no estaba preparada para un trauma como el de Chernóbil, según el cineasta Andréi Tarkovski, al que usted cita. Desde entonces, ha habido ataques terroristas como los del 11-S y el 14-M, una dura crisis económica, una pandemia y la invasión de Ucrania. ¿Podemos acostumbrarnos a las catástrofes?
- Puede ser. Pero lo de Chernóbil es distinto respecto a las otros desastres que citas porque el trauma va más allá de lo humano, Afecta a los animales, a las plantas, a la tierra. Y los efectos de la radioactividad no se limitarán a lo que duren nuestras vidas, sino que alcanzarán a las siguientes generaciones. Tendrá efecto en el desarrollo de culturas y en los procesos civilizatorios. La radiación interfiere en las comunidades, en la descomposición de los árboles y también de las hojas, afecta a los insectos y a los hongos. Desde hace 36 años, cuando se produjo el accidente, se han sucedido incendios forestales cada vez más importantes. El elemento radiactivo se queda en el suelo y se levanta a la atmósfera con cada fuego.
sino en el suelo y se levanta al atmósfera con cada fuego forestal en Chernobyl.
- ¿La amenaza nuclear de Putin supone un peligro de las mismas características?
- Las consecuencias podrían ser similares, pero su naturaleza es distinta. Lo de Chernóbil fue un accidente. En el caso de Putin, se trata de terrorismo nuclear, una forma de producir miedo que no conoce fronteras nacionales, así que todos estamos amenazados. Es verdad que tienen una misma raíz común, el deseo de controlar el mundo por la tecnología o por la fuerza militar con el sueño de alcanzar un control total.
- ¿No es paradójico que haya tantos cálculos de riesgos y tantas predicciones para que luego sucedan tantos desastres que surgen como de improviso?
- Lo es. La tecnología está basada en el control de los procesos para conseguir unos objetivos, y sin embargo genera problemas climáticos y amenazas medioambientales que no ha previsto, que se ha olvidado fatalmente de prever o a los que no hemos hecho caso. Los riesgos no están fuera. Somos nosotros quienes los producimos y los que podemos quedar afectados por ellos. La falta de control choca con la ambición de controlarlo todo.
- ¿Por eso obsesiona la seguridad?
- Hemos querido blindar la seguridad del mundo occidental sin que nos importe la inseguridad de los otros Y eso es imposible. La invasión de Ucrania supone el fin del modelo de la seguridad del continente europeo.
- Usted dice que la 'glásnost' y la 'perestroika' abrieron la mentalidad de los rusos. ¿Supone Putin un paso atrás?
- Sí, pero ese retroceso no ha empezado ahora. Se ha preparado desde el sistema educativo y desde los medios de comunicación. Putin lleva 22 años diciendo que los años noventa desataron la inseguridad en la casa rusa, y que la democracia significa falta de orden. Lo que estamos presenciando es la culminación de ese proceso.
- ¿Cómo cree que encajarán los ciudadanos rusos lo que está pasando?
- Más que la guerra, les importan los efectos de las sanciones en la vida cotidiana. Están viendo cómo su confort desaparece, y eso ya genera descontento.
- En 'El vertedero filosófico' desarrolla la idea de cómo el mundo está acumulando basura y cómo esa contaminación llega a la producción intelectual. ¿Es Putin parte del fenómeno?
- Hay una evidente condensación del vertedero político, económico y medioambiental en Rusia. Pero todos estamos dentro de él. No vale de nada separar a los malos de los buenos y pensar que nosotros estamos en el lado de los justos. Decía Gilles Deleuze que todos llevamos un fascista dentro, al que hay que combatir. Lo mismo podría decirse del racismo.
- En vez de al filósofo ensimismado, usted representa al que se preocupa por los problemas palpables y urgentes.
- Desde hace unos 50 años, la separación entre el mente y el cuerpo no se sostiene. No podemos dedicarnos sólo a idealizaciones. Es necesario preocuparnos por aquello que nos afecta como cuerpos, como seres en el mundo.
'El vertedero filosófico'. Publicado por la editorial NED.
Annaïs Tondeur. Aporta las fotografías incluidas en el libro.
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