Gabriel Celaya, Blas de Otero y Caballero Bonald. e. c.

Caballero Bonald, el amigo de Oteiza y Blas de Otero

Admiró la unión de la poesía clásica y de lo popular en el bilbaíno, y definió al escultor como «un temerario levantador de piedras»

Lunes, 10 de mayo 2021, 01:31

José Caballero Bonald y Jorge Oteiza se conocieron en el Madrid de los años cincuenta. El escultor de Orio vivía con el apoyo económico del constructor Juan Huarte y el jerezano aspiraba a hacer carrera en la capital. Camilo José Cela le echó una ... mano colocándole como secretario de redacción su revista, 'Papeles de Son Armadans', lo que incluía ser secretario personal del autor de 'La colmena'. La primera mujer de este, Rosario Conde, confesó en 1989 a la revista 'Interviú' que su gran amor había sido Caballero Bonald. Un terremoto. Pero esa es otra historia.

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El escritor y el artista se cayeron bien y se hicieron muy amigos. Lo cuenta el primero en sus memorias, 'La costumbre de vivir', y continuó recordándole en conferencias y en otros libros posteriores. «En el fondo, era un temerario levantador de piedras empeñado en manipular pesos culturales imposibles», escribió sobre el escultor en 'Examen de ingenios'.

Se conocieron a través de amigos comunes, principalmente los artistas Manuel Viola y Antonio Saura. «Me dejó deslumbrado, más que por su obra, por su crítica de la cultura, por su personalidad como hombre de cultura», dijo en una conferencia en San Sebastián, en 1999.

También fue muy amigo de Blas de Otero, de una generación anterior a la suya. «Se hizo comunista como podía haberse hecho anacoreta. Parecía esta siempre memorizando esos versos alados oriundos de las literaturas clásicas, de los cancioneros populares, poco a poco permutados en simientes de las que luego brotarían magníficos frutos reinventados en su propia obra», escribió en un artículo el jerezano, que también fue muy próximo a Gabriel Celaya.

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Conocíó al poeta bilbaíno a mediados de los años cincuenta, «en una especie de piso franco que tenía el pintor Paco Rebés en la barcelonesa calle Milanesado, donde él vivía desde hacía algún tiempo y donde yo pasé también una temporada. No atravesaba entonces el poeta por una buena racha, pero me identifiqué de modo muy efusivo con su retraimiento, su severidad, su desamparo, esa furtiva manera de ser introvertido y de disponer de una cierta noción sacral de la poesía». Según Caballero Bonald, su amigo sólo encontró algo de paz cuando empezó a vivir con Sabina de la Cruz en Madrid.

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