Se tiende a pensar que lo de innovar es un verbo del presente. Si se echa la vista atrás, y en el caso del edificio ahora conocido como Azkuna Zentroa y antes como Alhóndiga Bilbao y antes solo como la alhóndiga se trata de un ... vistazo de más de cien años, se comprueba que no lo es. El libro 'Azkuna Zentroa-Alhóndiga de Bilbao. De almacén de vinos a centro de sociedad y cultura contemporánea', que se ha presentado en el marco del festival Gutun Zuria, da fe de que Ricardo Bastida innovó lo suyo cuando se encargó de levantar un bloque enorme para sustituir a los otros que servían de alhóndigas por toda la ciudad y que, como señalaban los vinateros, no respondían a sus necesidades. Muchos años después, y como ya tampoco respondía a las de una sociedad en constante cambio, se reiventó; lo hizo tras mucho plan, debate y obra, y así fue como se convirtió en el centro de cultura contemporánea que es hoy... y que, tal y como afirman los autores del libro (Arantxa Pereda y Mikel Bilbao) y el director de AZ, seguirá evolucionando en un futuro para poder dar respuesta a lo que venga.
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origen
Nacidas para almacenar granos y vinos, licores, jabones y aceites, entre otros productos, las alhóndigas de Bilbao fueron unas cuantas y algunas son aún visibles callejeando. No otra cosa que almacenes fueron el actual Museo de Pasos de Semana Santa, en Iturribide, y la sede de la BBK con fachada a la plazuela de los Santos Juanes (alhóndiga de La Alberca). Hasta los bajos de las escuelas de General Concha. A principios del siglo pasado, el Ayuntamiento compró los terrenos que hoy ocupa Azkuna Zentroa para construir el gran almacén que necesitaba una ciudad que llevaba tres décadas extendiéndose más allá del Casco Viejo y sus arrabales y que aumentaba en población a pasos acelerados.
Bastida se hizo cargo. Primera innovación: utilizar el hormigón armado, que es cierto que ya había sido usado en la ciudad pero no era el material más común. Otra: decorarlo hasta con escudo y torreones, a lo grande. No solo era monumental por dimensiones, sino también por estética. De paso pegaba con las viviendas burguesas de alrededor. El lugar era privilegiado y había que ponerse a tono. Y además, señalan Pereda y Bilbao, Bastida nunca renunció a lo decorativo, ni en la vivienda obrera. En el caso de la Alhóndiga Municipal, por si le decían algo, ya escribió que las cúpulas no aumentaban el coste «ni en un 1% de su valor total» y sin embargo por tan poco «el ornato público sale muy beneficiado».
proyectos
Para inspirarse, y subvencionado por el Ayuntamiento, el arquitecto viajó por Europa. En Bruselas encontró un buen ejemplo, el Entrepôt Royal, que con el tiempo viviría una vida paralela a la del almacén bilbaíno. La obra estuvo terminada para 1909, y una década más tarde sufrió un incendio que fue protagonista de los periódicos. Habría que esperar hasta los años 80 para que volviera a copar portadas, cuando ya había cesado toda la actividad original y la ciudadanía se preguntaba qué iba a ser de aquella mole en el centro de la ciudad. En los 70, una alcaldesa propuso venderla a una constructora para que hiciera viviendas; la gente se movilizó en contra y propusieron ya un centro cultural.
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Se pensó, más adelante, en centro cívico social. En museo de arte vasco contemporáneo. De nuevo en centro cultural. Un proyecto de Oteiza se desarrolló hasta la maqueta y luego fue descartado. Se ofreció al Guggenheim de Nueva York. Fungió de aparcamiento. Y de 'Pasaje del Terror'. Monumento desde 1998, a punto estuvo de ser Palacio de los Deportes, pero en 1999 Iñaki Azkuna fue elegido alcalde y apostó por la cultura, el ocio y el deporte integrados en un solo edificio, algo novedoso. «La Alhóndiga tiene que ser rompedora», dijo en su momento. Habría que esperar hasta 2007 para conocer los diseños de Philippe Starck y hasta 2010 para poder entrar. Y todavía ha seguido innovando, hasta hacerse centro de sociedad y cultura contemporánea.
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