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Puede que sea una anécdota apócrifa, pero se cuenta que cuando un crítico acusó a Liberace de no ser Rubinstein, el pianista más extravagante que haya existido jamás contestó airado: «¡Rubinstein no es Liberace!» Tenía razón: el viejo Ruby, como muchos lo llamaban, nunca llegó ... hasta el escenario subido en un Rolls Royce plateado y vestido con un abrigo-capa de piel de zorro valorado en 300.000 dólares de los de hace medio siglo. Pero es que Wladziu Valentino Liberace (pedía expresamente que su nombre artístico fuera pronunciado 'Liberachi') se alejó a comienzos de los cuarenta de la senda de una carrera artística convencional para adentrarse en el mundo del espectáculo. Él lo explicaba diciendo que había dejado fuera de la música clásica «las partes aburridas». Los críticos lo crucificaron pero los organizadores de grandes conciertos en Las Vegas lo adoraban. Otra diferencia con Rubinstein. Aunque las dos más importantes estaban en su forma de interpretar y en sus ingresos. En esto último, el artista que salía a actuar con peluquín, atuendo de reina del carnaval de Tenerife e incontables anillos de gran tamaño en los dedos ganaba por goleada al polaco que reinventó a Chopin. El próximo jueves se cumplirán cien años de su nacimiento.
Liberace no tuvo una infancia fácil. Nacido en Wisconsin (EE UU), hijo de un italiano y una polaca, pronto dio muestras de su talento, pero apenas pudo recibir unas pocas clases de Música porque en la familia no sobraba el dinero. Sin embargo, de alguna manera consiguieron que la criatura llamara la atención del compositor y pianista polaco Ignacy Paderewski (que fue durante unos meses primer ministro de Polonia, tras la Primera Guerra Mundial) y entre gira y gira por EE UU lo tomó como alumno.
Ese contacto con uno de los grandes de la música era el hecho excepcional en el transcurso de una infancia y adolescencia mucho menos glamurosas. El resto de los días, su afición por el piano y la cocina, su rechazo hacia cualquier deporte, sus insólitas indumentarias y, también, sus modales lo convertían en objeto de burla de sus compañeros de la escuela. Con todo, pudo trabajar la técnica pianística y debutar en los escenarios. Allí salía vestido de manera convencional, con traje negro y sin concesiones a la heterodoxia que luego convertiría en religión.
A los 20 años tocó el Concierto para piano Nº 2 de Liszt junto a la Sinfónica de Chicago. Las críticas fueron buenas, pero quizá aquel día descubrió que su camino era otro. Fue como una revelación: la vía hacia la fama y el dinero estaba en la mezcla de la clásica con el pop y en su propia conversión en un 'showman'. Así que se acabaron los severos trajes oscuros y los pianos negros como la noche. Asumida ya su nueva personalidad, Liberace cubrió su piano con purpurina y espejos, lo adornó con un candelabro que terminaría por ser una de sus señas de identidad, acompañó sus actuaciones de largos parlamentos repletos de frases de doble sentido y halagos al público y convirtió en marca de la casa tocar temas 'a petición de los asistentes'.
Nace el 16 de mayo de 1919 en West Allis, Wisconsin, EE UU.
Formación. Comenzó a tocar el piano a los 4 años y recibió clases de Paderewski.
Espectáculo. A partir de los 20 años mezcló clásica con pop y se convirtió en una estrella de las grandes salas de Las Vegas. Ganó seis discos de oro, tuvo un programa de TV, intervino como actor en series como 'Kojak' y tocó en la Casa Blanca. Murió el 4 de febrero de 1987.
Tras actuar en clubes nocturnos, bares, bodas y todo tipo de fiestas, se trasladó a Hollywood y se convirtió en una estrella de los cercanos hoteles de Las Vegas, donde llegó a cobrar más de 50.000 dólares por semana. Sabía que su Chopin no era auténtico y que su Chaikovski -la versión del Concierto Nº 1 que suena en el filme 'Misery' es la suya- estaba convenientemente adulterado, pero no engañaba a nadie. Aunque vendió muchos discos -ganó seis discos de oro en una época en la que eso respondía a cifras millonarias-, sus mayores éxitos estuvieron en la televisión, donde sus programas alcanzaban cifras enormes de audiencia.
Su popularidad lo llevó a actuar para el presidente Truman en sus famosas veladas en la Casa Blanca y conquistar el Madison Square Garden, un escenario con capacidad para más de 20.000 espectadores. Los patrocinadores se lo rifaban y lo colmaban de regalos de gran valor -una limusina Cadillac, por ejemplo-, las empresas mercantiles pugnaban porque las representara y él no solía hacer ascos a nada porque lo necesitaba para mantener su alocado tren de vida. Incluso aceptó ser la imagen de una compañía de pompas fúnebres. También participó como actor en algunas series de TV y logró una estrella en el Paseo de la Fama.
En el mayor momento de fama, fue objeto de varios documentales televisivos sobre su figura. En ellos aparece mostrando el lujo disparatado de su casa, diseñada por él mismo en torno a temas relacionados con el piano. Allí lo mismo aparecía tomando un baño de espuma en un espacio para el que el adjetivo 'barroco' se queda muy corto que levantándose de la cama en una habitación en la que el techo está decorado con un retrato suyo al fresco.
Solo hubo un aspecto de su vida que quedó fuera de los focos, aunque no pudo evitar las especulaciones. En su momento se difundieron algunas noticias sobre aventuras amorosas con varias mujeres, incluida la provocadora Mae West (que era 26 años mayor que él). Hoy se sabe con certeza que Liberace era homosexual y tuvo varias relaciones con hombres que luego lo chantajearon, amenazándolo con desvelar una tendencia sexual cuya aceptación social aún era complicada en esos años.
Otras historias menos comprometidas las contó él mismo en unas memorias tan exhibicionistas como lo fue todo en su vida, tituladas 'The wonderful private world of Liberace' (El maravilloso mundo privado de Liberace). También creó un museo donde mostraba coches, pianos y otras pertenencias, que estuvo abierto hasta 2010. Cuando ese museo bajó la persiana, Liberace ya era solo un recuerdo lejano. Había muerto el 4 de febrero de 1987, a los 67 años, a consecuencia de la enfermedad que diezmó el mundo artístico de esa época: el sida. Para entonces, hacía tiempo que su declive en el 'show business' era evidente.
A sus 74 años, Michael Douglas vive un excelente momento profesional gracias a la serie 'El método Kominski' y hasta aparece en la película del momento, 'Vengadores: Endgame'. Esta nueva etapa de éxitos se la debe precisamente a Liberace, a quien el actor encarnó en 2013 en 'Detrás del candelabro'. Su director, Steven Soderbergh, no encontró ningún estudio que la financiara por ser una historia «demasiado gay». Al final, pudo rodarla gracias al canal por cable HBO. Douglas obtuvo el Globo de Oro por bordar al pianista con más pluma de todos los tiempos.
Si Soderbergh se hubiera limitado a quedarse en la fachada de lentejuelas no habría tenido problemas. Pero su retrato no oculta un escabroso episodio ocurrido en 1982, cuando su chófer-amante (encarnado por Matt Damon) le demandó por 110 millones de dólares. Scott Thornson tenía 24 años por entonces (Liberace, 62) y había convivido con el músico durante cinco. Exigía su parte después de la ruptura, pero el pianista negó que fuera homosexual y que, por supuesto, hubiera compartido su cama con el criado. El juicio duró dos años; al final, Thornson se conformó con 95.000 dólares.
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