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Estos críos que echan a correr, entre charcos y barro, tendrán ahora cerca de 50 años. Estaban a punto de jugar un partido de fútbol en una campa de Sestao cuando Juantxu Rodríguez (1957-1989) les animó a salir en una foto. No le costó ... ganarse su confianza: «Él era uno de los suyos. Un chico nacido en Cáceres, criado en Portugalete, que sentía pasión por la vida. Todo su trabajo refleja esa intensidad. Tenía una mirada muy especial», recalcaba ayer Elisa Pavón, cuñada y representante de la obra del fotorreportero que perdió la vida hace 30 años en Panamá, cuando una bala del Ejército de Estados Unidos se cruzó en su camino.
«Ahora vamos a hacerle justicia. Ha llegado la hora de reivindicar su figura y su trayectoria. Basta de hablar de su muerte. Basta de volver a publicar esa imagen atroz de Juantxu en el suelo. Ha llegado el momento de recuperar todo lo que nos dejó. ¡Que fue muchísimo! De verdad, no tengo suficientes palabras de agradecimiento... No puedo evitar que se me salten las lágrimas. El Archivo Histórico de Euskadi ha aceptado la donación de su legado fotográfico. Decenas y decenas de miles de imágenes que abarcan dede 1979 a 1989. Un tesoro lleno de vida que, por fin, vuelve a casa», añadía Pavón poco antes de recibir en nombre de la familia el Premio de Fotoperiodismo 'in memoriam' que han otorgado este año la Asociación de Periodistas y el Colegio de Periodistas Vascos. Treinta años después de su fallecimiento, el trabajo de Juantxu Rodríguez se mantiene más vivo que nunca.
Talante de artista
No era corresponsal de guerra
A excepción de una serie de fotografías que realizó en Estados Unidos, becado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), todo lo demás quedará en manos de los responsables del Archivo Histórico de Euskadi. «Ni nosotros mismos sabemos muy bien todo lo que hay. ¡Existen cajas y cajas! Y las temáticas son tremendamente variadas. Lo mismo estampas de la Margen Izquierda que escenas de boxeo, retratos de travestis, imágenes de la Movida madrileña... Un material ingente que se va a catalogar y digitalizar para colgar en la Red. Será accesible a todo el mundo y, además, absolutamente gratis».
No hay mayor gratificación para un autor que la posibilidad de divulgar su trabajo sin cortapisas. «Y más todavía cuando hablamos de alguien tan generoso como Juantxu. Era un hombre que conquistaba. Te ganaba para que bajaras la guardia. Y él hacía lo propio. No se sentía propiamente un periodista, sino un artista que volcaba su alma. Dejaba parte de sí mismo en cada foto». Elisa Pavón no llegó a conocerlo pero, en calidad de representante, defiende su trabajo desde hace 27 años.
Un empeño que comparte con toda la familia, amigos y colegas. El galardón póstumo que se le concedió ayer, en un acto celebrado en la Sala BBK, se decidió por unanimidad. «Pena me da, eso sí, que el padre de Juantxu no esté aquí para verlo. Le llenaría de orgullo. Adoraba a su hijo». En apenas 10 años de trayectoria, el fotógrafo portugalujo tuvo oportunidad de dejar una huella imborrable. Era un maestro de la luz. Y, por cierto, no se ganaba la vida como corresponsal de guerra. Estaba cubriendo un reportaje sobre los jesuitas en América cuando el Ejército de Estados Unidos desembarcó para derrocar a Noriega. En Panamá murió con la cámara al cuello. Tenía 32 años y un sinfín de proyectos.
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