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Es curioso que el discurso grandilocuente de la ministra Maroto y su llamamiento a reclamar obras de arte expoliadas por el franquismo no tengan paralelo y concreción en el texto legislativo sobre la memoria histórica que precisamente impulsa el Gobierno al que pertenece. Pero, afortunadamente, ... este 'passepied' discursivo no deslució el fondo del solemne acto desarrollado en el museo del Parque, donde lo sustancial era la restitución a los Sota de dos cuadros incautados injustamente durante el franquismo, la tardía reparación moral a una familia castigada por los vencedores de la guerra y también el homenaje a su notable impronta en el Bellas Artes, ya sea como decisivos mecenas o también como sociedad civil sensible y responsable con las artes y sus instituciones, antes y después de la contienda.
Pero, naturalmente, el acto de ayer no puede sino generar también una serie de lecturas para el futuro. La primera para el Gobierno, puesto que su credibilidad en la materia menguaría sustancialmente si el ministro Bolaños no incluye en la tramitación parlamentaria de la Ley de Memoria Histórica el protagonismo activo del Gobierno en la investigación y en la restitución dinámica de las obras y bienes incautados en la Guerra Civil o procedentes del expolio nazi.
La segunda para las instituciones vascas y para el propio Museo de Bellas Artes, obligados por igual a plantear mejores instrumentos de estímulo fiscal que incentiven y premien la colaboración esforzada de la sociedad civil con la cultura pública. Y no menos importante, finalmente, la obligación que heredan las nuevas generaciones de la familia Sota, apremiadas a continuar con su trabajo el compromiso y el ejemplo de sus ancestros en favor de nuestro patrimonio cultural, ahora desde las premisas de la tolerancia y la pluralidad ideológica.
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