Koldo Mendaza, el fotógrafo artesano
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Como todo el mundo, Koldo Mendaza quiere gustar y caer bien. Hasta de por sí resulta bastante simpático en su naturalidad. Es lo que lleva por adelantado. Sabe comunicar de forma agradable y sencilla, casi sin querer, sin retóricas ni aires sublimes. Próximo y 'colegui' ... en el trato personal, estas y otras cualidades tan empáticas me imagino que transmitirá también en el día a día a sus alumnos de fotografía en la Escuela de Artes y Oficios. No es, pues, Koldo de una simpatía impostada y hueca de un 'jajá-jijí' para vender optimismos falsos y otras evanescencias más o menos risueñas y chulis entre el público.
Obras: 50 fotografías en blanco y negro.
Lugar: Sala Amárica.
Hasta cuándo: 27 de marzo.
Koldo Mendaza es así, luminoso, pero curiosamente sus fotografías apuestan por una infinita gama de grises yendo más allá del blanco o del negro. Mismamente como su autor, esas instantáneas tienen la cualidad de salir al encuentro de la gente con el valor añadido de venir a buscarnos. Existen esos momentos espontáneos de 'feedback'. Instantes directos y sin subterfugios, casi coloquiales, que destierran las sentencias maximalistas en pro de asumir, en cambio, el derecho de pensar cada uno a su manera. Mucho de ello abunda también en la narración del vídeo que acompaña a su actual muestra con la inserción amena y sin pedantería de frases positivas y alentadoras abiertas a cualquier expectativa. Con la libertad absoluta para tomar o ignorar cualquier planteamiento.
Este fotógrafo y profesor vitoriano no vende ni da soluciones para las labores creativas frente al objetivo, para que ese clic de la cámara mute inmediatamente como piedra filosofal «en un tesoro para el cofre». En todo caso, Koldo difunde mapas, direcciones adónde y por dónde ir: unas posibilidades de acción. Eso es todo ni más ni menos. Que no es poco. Que «cada uno es lo que ve y ven sus ojos», nos transmite en el audiovisual. Que cada persona desarrolle así a simple vista -nunca mejor dicho- su propio camino, su propia aventura que, con imperfecciones y tropiezos, con inseguridades, será en cualquier caso el ritmo de una vida propia. De una actividad fotográfica singular. Ni mejor ni peor que otras.
Entiende este hombre la fotografía como pregunta, como una cuestión técnica de representación que ayuda a avanzar, nunca como extensión de una respuesta definitiva que de manera auto-satisfactoria pueda dejar a alguien inmóvil y estancado en un punto del camino. Lo que vale es eso tan manido pero tan cierto como centrarse en el proceso, en la aventura, en vez de en el resultado. Hay que gastar suelas y de paso estimular las neuronas. Andar y asumir riesgos, así las imágenes de Koldo Mendaza. Nada de límites, nada de poner puertas al campo: sencillamente 'No se puede meter el mar en un cuadrado'.
Hay que aprender a volar, a levantar la vista y mirar hacia la inmensidad del mar o... del cielo. es una más de las orientaciones, que no lecciones, de Koldo. Respetando el mismo espíritu, lo registraba también con otras palabras Eduardo Chillida: «Más vale cien pájaros volando que uno en mano». La ilusión siempre es real: como el horizonte sirve para caminar. Así este álbum de instantáneas sencillas con el valor apreciable de lo cotidiano, sin grandes poses; la búsqueda premeditada de una belleza imperfecta en sus múltiples definiciones, incluso encontramos esa faceta de retratar con la imagen desenfocada para replicar sobre el soporte de un papel revelado otros añadidos que son igual de válidos. Ciertamente todo es real porque existe, porque se halla presente y está ahí para el fotógrafo.
Y eso; sobre la técnica fotográfica de Koldo Mendaza, qué. Por supuesto que la fotografía ha cambiado una barbaridad por la tecnología, modificando soportes y marcando otras formas de trabajar. Y otros tiempos. Pero lo visual es siempre infinito, como la interpretación de la realidad. Cada persona es una biografía dueña de su propia experiencia vital, con sus vivencias y recuerdos, con su memoria y su imaginación, con su sentido estético de la realidad.
Es el fotógrafo en su interpelación consigo mismo, interrogándose con lo que desea y busca, y encuentra, así las cincuenta instantáneas que ahora nos muestra lúcido pero sin sucumbir a los avances y la pirotecnia moderna de la imagen: así sigue Koldo Mendaza estando paradójicamente a la moda. Atrapando el ritmo de la vida. Dejando transcurrir el tiempo.
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