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La conservadora del Guggenheim Lekha Hileman Waitoller escogió un vídeo de Peter Fischli y Peter Weiss como punto de partida de su exposición con algunas obras de la colección del museo que desafían las ideas tradicionales sobre lo que el arte debería ser. Se titula ' ... El curso de las cosas', título ambiguo y humorístico, porque anuncia algo solemne y lo que en realidad se ve son objetos carentes de aura, como unas ruedas en un garaje o unos globos, vertidos de líquidos y pequeñas explosiones sin otra conexión que el caos y el juego. Todo, con una premeditada baja calidad de imagen.
A partir de ese punto empezó a elaborar el relato de 'La línea del ingenio', la muestra que estará en las tres salas clásicas de la tercera planta hasta el 6 de febrero de 2022. Son obras que desafían los métodos y modos de sus respectivas disciplinas. En la misma sala que el vídeo se expone 'Hichiko Happo' de Yoko Ono, ocho lienzos encadenados sobre los que la artista ha escrito, en caracteres de la lengua japonesa, «siete fortunas y ocho tesoros». Es una pintura pero no se hizo en un estudio, sino en una performance en el auditorio del museo a raíz de su exposición de 2014, delante del público, lo que desafía la imagen del pintor solitario.
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Jenny Holzer recibe al visitante con una escultura de texto y luz, materiales en principio ajenos a la disciplina en la que en teoría se inscribe.
A la derecha, cuelgan del techo unas planchas de aluminio agujereado, agrupadas con el nombre de 'Objeto de reflexión' por la artista Alyson Shotz. «Son la gravedad y los puntos de tensión lo que da forma a la pieza, no el proceso de añadir y quitar materia propio de la escultura», explica la comisaria. En vez de la mano del creador, la física de los materiales genera los espacios de la obra.
A estas alturas de la muestra, ya se adivina con claridad lo que se propone Hileman Waitoller, exhibir obras que cuestionan los cánones establecidos o históricos de su género sin salirse enteramente de él.
Una impresión que se hace fuerte en la segunda sala, cuando irrumpe el humor de Georg Baselitz a través de cuatro cuadros, de una serie de dieciséis, con títulos que no tienen nada que ver con la imagen. Uno de ellos se titula 'Esclarecimiento como un hilo blanco, el sueño de Kiki sobre Praga'. En él aparecen Lenin y Stalin, según el de modelo de una foto de ambos, y lo hacen cabeza abajo.
El artista germano quería romper la clásica relación entre imagen pictórica y narración, la idea de que un cuadro cuenta una historia y significa algo. En la intención de Baselitz está la idea de fracturar el sentido de la pintura para fijarse en la pintura misma a través de unos óleos de gran formato. Que las dos figuras estén al revés, incidió la comisaria, también neutraliza la tentación de añadir alguna historia sobre los protagonistas. Lo que hay es lo que se ve. Ni más ni menos.
Los lienzos de Baselitz comparten espacio con obras de Antonio Saura -entre ellas una interpretación de 'Perro semihundido' de Goya, probablemente el cuadro que más le influyó- y de Alex Katz.
La tercera sala abre con 'La erección matutina de Kathreiner' de Sigmar Polke, título del cuadro que esta vez sí tiene que ver con lo que está pasando en él, ya que de una cama sale un trozo de madera recta en cuya base el artista alemán pintó dos testículos, En ella hay narrativa o narrativas, planteadas con humor e ironía, característica que se reitera en la exposición.
Según explicó Hileman Waitoller, Kathreiner era la marca de achicoria que utilizaban los alemanes con menos recursos después de la Segunda Guerra Mundial. Y también hay mucho de actitud iconoclasta en los procesos, ya que para componer la obra utilizó trozos de lienzos de otras cuyo resultado no le satisfacía. Es un cuadro hecho con materiales innobles y a partir de fracasos anteriores, lo contrario de la épica del artista.
Dos obras del trío conceptual canadiense General Idea, procedentes de la colección Tubacex (en depósito en el Guggenheim), otras dos de Julian Schnabel -una de ellas con unos platos que dan volumen escultórico a la pintura- y sendas de los vascos Prudencio Irazabal y Erlea Maneros Zabala completan el recorrido
En él también se encuentran Cristina Iglesias y -a través de 'El hombre de Nápoles'- Jean-Michel Basquiat, quien llevó el arte antiartístico, popular y urbano, del grafiti al lienzo tradicional, a las galerías y los museos.
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