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«Mis citas en Bilbao son tres: el Pedro Olea, el Guggenheim y una tienda de muebles en la Gran Vía que tiene un neón maravilloso, con la que tengo una relación casi familiar». José Sacristán tendrá tiempo para todo eso porque desde hoy ... hasta el domingo el «templo» del Arriaga se consagra a su 'Señora de rojo sobre fondo gris'. Ha agotado entradas dentro de una gira que se prolongará hasta 2022, repitiendo en plazas como Madrid, Barcelona y Valencia.
Después de sesenta años en escena, nadie quiere perderse la que quizá sea su despedida. «Va a ser muy difícil que yo encuentre otro texto que me ocupe como me ocupa este». No solo porque evoca «la memoria del amor capaz de vencer a la muerte», sino «por lo que tiene de homenaje a un amigo». De cómo conoció a Miguel Delibes, de su «maestro» Fernando Fernán Gómez y de sus padres habla mientras repasa títulos esenciales de su trayectoria. Los recuerdos fluyen «porque tengo el privilegio enorme de que mi vida y mi trabajo van de la mano». La amistad con Pedro Olea se fraguó mientras rodaban 'Un hombre llamado Flor de Otoño', una película que «abrió la brecha con el tema de la homosexualidad» y le valió su primera Concha de Plata en el Festival de San Sebastián.
Con otra de sus grandes amigas, Concha Velasco, compartió escenario el 23-F. «Hicimos la función de noche de 'Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?' como medida contragolpista. ¡Y tuvimos gente! Eso sí, en la función había referencias a Franco y, sin ponernos de acuerdo, Concha y yo evitamos nombrarlo. Luego supimos que estábamos en una lista de los que había que dar una colleja». Tampoco suspendieron en Bilbao pese a que él tenía «un catarro fortísimo. Pasé una noche siniestra a base de cortisona y me tuve que bajar del piano llorando, de la rabia de no poder cantar».
pegado a la realidad
Parte de la magia que se respira en 'Señora de rojo sobre fondo gris' viene de otra función estrenada en 1989. Fue mientras preparaba 'Las guerras de nuestros antepasados' cuando Sacristán conoció a Miguel Delibes. Les unió el personaje de Pacífico Pérez, «una criatura maravillosa» que cuenta su vida a un médico en un sanatorio penitenciario, pero también algo más profundo: sus raíces. «El encuentro no fue de escritor a actor, sino por las cosas de los pueblos. Nos intercambiamos los apodos, el nombre que se da a las tierras. Él conocía a mis padres, campesinos. Nos caímos fenomenal».
- ¿Qué tienen las novelas de Delibes que parecen escritas para el teatro?
- Lo que tenía Miguel es algo que solo tienen los muy grandes. En sus manos la palabra era una herramienta, como un apero, y nunca la usaba con la premisa del enunciado y la pontificación. Con un lenguaje sencillo, a veces rudimentario, era capaz de alcanzar cotas líricas y dramáticas impresionantes y bajar a las profundidades del conocimiento del alma humana. Su lenguaje es casi machadiano, desordenas una frase de Miguel y el párrafo se viene abajo. Con él todo fluye como algo manejable y vivible. Lo difícil es encargarte de personajes estúpidos en historias estúpidas con cierta pretensión de grandiosidad.
Los dos amigos hablaban mucho de la muerte y compartieron ausencias. 'Las guerras de nuestros antepasados' fue la primera novela que escribió Delibes tras la muerte de su esposa, Ángeles, con solo 48 años. Durante aquella gira Sacristán perdió a su madre, «la Nati, que era para mí... Cuando le dimos tierra en Chinchón, tuvieron que sujetarme porque me tiré al hoyo. La Nati tenía lo suyo, como el Venancio. Intenté hacer la función, pero no pude».
la prosa de delibes
Recuerda al detalle «con luces y sombras» su paso por Bilbao con esta obra. La programaron días antes de la Aste Nagusia «y la ciudad estaba desierta, como en un relato de Ray Bradbury. Daba miedo», aunque en las últimas funciones el Campos Elíseos, que entonces estaba «bastante cochambroso», se llenó «hasta la bandera». Así ganó su primer Premio Ercilla, «al que le doy muchísima importancia». Tiene cuatro, el último por toda su trayectoria.
También fue galardonado por su trabajo en 'Almacenados' (2004), donde interpretaba a un encargado a punto de jubilarse que comparte un almacén vacío «y un trabajo que no supone hacer nada» con el joven destinado a sustituirle. A él siempre le ha gustado acercarse a los jóvenes. «Acabo de hacer un corto en Reus y me ha encantado charlar con el director de fotografía, el guionista... a veces para discutir y regañar. Amo profundamente mi trabajo y todo lo que se mueve alrededor. El encuentro con los jóvenes es formidable. Hay mucho talento, corazón, voluntad y amor al trabajo»,
El hombre que mejor ha encarnado al español medio tenía que ser un gran Quijote. Le ha dado vida en teatro y en el musical 'El hombre de la Mancha', que abrió camino al género junto a Paloma San Basilio y consiguió que Fernando Fernán Gómez, su «amigo y maestro», fuese a verlo. «Iba muy poco al teatro y me dijo: si siempre fuera así de entretenido, iría más».
- ¿De verdad Fernando Fernán Gómez iba poco al teatro?
- Y decía: «No me gusta hacer teatro porque me jode que la gente me mire cuando trabajo. ¿Voy yo a ver al sastre cuando hace el traje o al carpintero cuando hace el armario?». Cosas de Fernando, que luego hizo teatro maravilloso y siempre jugándosela como empresario: un Tolstoi, un Ibsen, un Andréiev...
Sacristán se define como «un Quijote por aspiración, aunque sin mi parte de Sancho Panza no iría muy lejos. Yo necesito el borrico al lado, el pie a tierra. Soy de Chinchón, vengo de gente de campo, hay una realidad de la que me cuesta prescindir. Incluso me gustan los refranes».
Con esa sabiduría se ha metido en la piel de villanos como el protagonista de 'Muñeca de porcelana' -cuyo autor, David Mamet, le felicitó personalmente- antes de vaciarse en 'Señora de rojo sobre fondo gris'. La novela le dejó «fascinado», pero Delibes siempre le decía: «No quiero que nadie le ponga cara a ese personaje, porque ni siquiera yo le he puesto la mía». Poco antes de morir permitió una lectura dramatizada y sus hijos dieron la autorización para llevarla a escena. La noche del estreno, uno de ellos se le acercó. «Me dijo: 'En la reunión familiar yo me opuse a que se hiciera en teatro y vengo a darte las gracias, porque esta noche es como si hubiera vuelto a ver a mi madre'».
Sacristán está en lista de espera para vacunarse del coronavirus, «que no es ninguna broma». A sus 83 años, cuida su salud y su voz, esa «herramienta» que le hace inconfundible. «Empecé cantando en registro de tenor ligero, ¡imagínate! Nunca he llevado una vida muy despendolada, pero el tabaco y los años... Cuando preparaba 'El hombre de La Mancha', decidí volver a clase y dejar de fumar, salvo dos o tres Farias mini por la noche. Luego tuve un percance con su majestad la tensión arterial y lo dejé totalmente». Como madrileño trata de tomarse con calma los efectos del «tsunami murciano» que ha dejado al descubierto «gran parte del miserabilismo de la clase política. Y yo insisto en esto: nos representan. Por más que digamos que hay niveles de responsabilidad, muchas veces parece que los políticos no hacen sino satisfacer a sus aplaudidores. Igual que los actores elegimos un repertorio porque tenemos un público que nos sigue, el despropósito, el insulto y la aberración satisfacen a un gran sector de la sociedad. ¡Qué pena! ¡Qué profunda tristeza!».
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