De Johnny Depp a Luis Medina
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La Justicia aquí es casi igual de pop que la de EE UU, pero sin el trile del negocio multimediaEl gran espectáculo audiovisual de la semana ha sido el juicio que enfrenta a Johnny Depp con Amber Heard, pareja tan distópica como capaz de convertir un solemne proceso judicial por difamación en circo de telerrealidad o en reflejo festivo de una justicia pop, consumible ... con palomitas desde el sofá o incluso digerible con la avidez morbosa por los trapos sucios de Hollywood. A diferencia de la Justicia española, mucho más acomplejada aunque no tan alejada de lo circense -véase el paseíllo torero de la dupla Medina-Luceño o su juez devenido mediáticamente en preceptor regañón de colegio de curas-, la norteamericana no solo da para un género cinematográfico o televisivo, sino también para una audiencia multimillonaria. El caso Depp contra Heard ha sido el favorito de YouTube con sus directos y sus revelaciones sabrosas -alcohol por aquí, drogas por allá…-, mientras que lo de Luisito Medina solo ha dado para la cara pesimista de Piqueras en el informativo de la noche o para un romo debate en las tertulias de media tarde. Los americanos inventaron hace tiempo el género procesal con gran aparato epistemológico, incluso con tramoya artística y figurantes multirraciales en el jurado popular. Sí, pero ahora se han superado en el metraje y en la dramatización, en la instantaneidad y en la audiencia, creando con el sumario secuelas, precuelas y recuelas o también convirtiendo la naturaleza jurídica del proceso en 'script' aprovechable para el negocio multimedia. Ya vimos en su día y en directo la larga huida de O. J. Simpson en un todoterreno, prólogo de otro largo juicio con audiencia millonaria y base para una serie exitosa. Naturalmente lo de Depp contra Heard es aún más comercial por la celebridad hollywoodense de los implicados, cosa que promete una entrega especial de 'American Crime Story'. En España la Justicia es casi igual de pop, solo que sin aprovechar el trile del negocio multimedia. Una pena, porque las filtraciones de Corinna y Villajero o la instrucción interminable de García Castellón darían para más de un taquillazo.
Cine
El cine y su narración hecha de imágenes hicieron imborrable el recuerdo de Romy Schneider, la Sissi del infortunio o la amante visual de Alain Delon, Dutronc o Trintignant en el papel couché, belleza fotogénica suprema y personaje de carne y hueso tan vulnerable, quebradizo, como deificado en su éxito y en su celebridad. Murió el 29 de mayo de 1982, hace ahora 40 años, tras una noche de silencio, como el título del libro de Sarah Briand sobre ese final triste y solitario de una mujer herida en el alma, acostada con tan solo 43 años e idealizada a la mañana siguiente como recuerdo eterno para la memoria. La vemos todavía como musa del cine de autor en los 70, con Luchino Visconti, Claude Sautet, Orson Welles, Andrzej Zulawski y muchos otros, aunque también como mito y representación del antagonismo entre Eros y Tánatos, entre la pulsión de vida y el deseo inconsciente de muerte. Una mujer verdadera, más real que sus propios personajes en la ficción cinematográfica, convertida ahora en un espejo para mirar la alegría y el drama, la vida y la muerte o el pasado y su memoria viva.
Plataformas
Es curioso ese sentimiento de amor-odio que generan las grandes plataformas de 'streaming'. Por ejemplo, en el estudio sobre el sector audiovisual publicado esta semana por una entidad de gestión de derechos de autor, los directores de cine consideran que las plataformas generan empleo y aumentan la producción española, aunque ven igualmente que su negocio perjudica a las salas y que en la promoción de las películas no se les cita. Curiosa ambivalencia, porque si no es por las plataformas la supervivencia del cine durante la pandemia hubiera estado muy amenazada. Un sentimiento mejor hacia las plataformas es el manifestado esta semana por el presidente de la patronal norteamericana de salas de cine, al recomendar a Netflix que proyecte también sus películas en esas salas. Consejo de un buen samaritano, seguramente, tras conocerse la caída de abonados en Netflix…
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