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Ladies and gentlemen, con todos ustedes Ignacio Javier Gurruchaga Iriarte, el primer showman vasco. Lleva 65 años de histrión y todavía canta como dios el ' ... Whola Lotta Rosie' de AC/DC. Este domingo 26 de marzo ha vendido todas las entradas en el Arriaga bilbaíno con sus 'Historias extraordinarias' (19 horas), un recorrido por la historia de la Orquesta Mondragón salpicado con sketches basados en la obra de Poe. Pasen y vean, la función va a comenzar.
Viaje con nosotros hasta la calle San Bartolomé de San Sebastián en 1958. Rincones oscuros, garajes y putas. Allí creció el hijo único de un ferroviario del Urola y una cocinera de señoronas con toldo en la playa de Ondarreta. Una familia nacionalista represaliada por Franco, que confiaba en que su hijo siguiera una tradición de txistularis. Sin embargo, el pequeño Javier prefería asomarse al Bulevar para descubrir a Orson Welles y Cantinflas en el festival de cine. A los 14 años trabaja de botones en un banco y crea su primer grupo, Calígula. Se tiñe el pelo de naranja con henna y encuentra en Bayona unas gafas redondas como las de John Lennon.
«Mis padres me dijeron con 14 años que no tenían para pagarme una carrera, que me buscara un poquito la vida», rememora. «En el verano del 72 ya estaba de botones en un banco. Me pagué los estudios de saxofón y llegué hasta segundo de Filosofía y Letras. 'No nos gusta lo que haces, Javier', me decían mis aitas. 'Pero mientras te dé dinero...'. Hubieran preferido que fuera txistulari, como la familia de mi madre, aunque sabían que con el txistu no se ganaba mucho. Eso sí, preferían la caja de ahorros al banco, porque tenía más prestigio».
Gurruchaga todavía se acuerda de los dos temas de los Beatles que tuvo que cantar a los 16 años para sacarse el carné oficial de circo, variedades y espectáculos del sindicato vertical: «'Something', de George Harrison, y 'I'm so Tired', de Lennon y McCartney. Lo del carné suena un poco a bombero torero, pero en Calígula teníamos nuestros estudios de música». Llamar la atención es muy poco vasco, pero el joven Javier se transformaba encima de un escenario. «Hay de todo, pero es cierto que los vascos tenemos un carácter muy para adentro», reflexiona. «Yo siempre he sido de dar la nota desde chaval. Mis calificaciones escolares no eran buenas en conducta, pero aprobaba todo en junio. Era de los primeros de la clase y los profesores no se quejaban porque el chico estudiaba, aunque les resultara un coñazo».
La Orquesta Mondragón nace en 1976 y toma su nombre del frenopático de la localidad guipuzcoana. Cuando llegan a Madrid en 1978, en los albores de la Movida, se creían que era una orquesta de cámara contemas de Sorozábal. La Mondragón entendía cada canción como una ceremonia pagana con su carismático cantante como sumo sacerdote. Rock a cargo de músicos experimentados y letras provocadoras escritas por Eduardo Haro Ibars, Joaquín Sabina, Moncho Alpuente o Luis Alberto de Cuenca: 'Viaje con nosotros', 'Pasen y vean', 'Caperucita feroz', 'Ponte la peluca', 'Corazón de neón'...
«Hace dos años y medio murió Popotxo y hace unos meses Juan Calleja, el guitarrista que estuvo con nosotros durante más de veinte años. Es ley de vida, el tiempo es implacable», lamenta el cantante. Emilio Ruiz Barrachina prepara un documental sobre el grupo para conmemorar su 50 aniversario. «Cuando empiezas, no sabes que vas a durar tanto, la vida es así de surrealista. Hemos trabajado en lo que nos gusta, cantar y entretener, eso es lo importante».
Aquel chaval «influido por Lou Reed y Fellini» comenzó su carrera «con un permanente corte de mangas a la dictadura de la que veníamos». «En la Mondragón siempre hemos hecho lo que nos ha dado la gana en el escenario. Ahora todo eso se contempla con esta filosofía que impera de lo políticamente correcto, tan autocensuradora. Han cambiado mucho las cosas. El puritanismo moral viene de la sociedad, tanto a derechas como a izquierdas».
Gurruchaga jura que si ahora no canta tanto 'Ellos las prefieren gordas' no es por la censura, «sino porque tenemos muchas canciones y elegimos las más rockeras». Por cierto, la letra de aquel tema –«ya no se llevan las delgadas, porque su carnes secas no nos saben a nada»– era del llorado Eduardo Haro Ibars, «un rebelde muy divertido que murió diciendo: ahí os quedáis con ese mundo».
A la chita callando, Gurruchaga, cinéfilo impenitente, ha aparecido en medio centenar de películas a las órdenes de algunos de los mejores directores españoles: Almodóvar, Berlanga, Aranda, Uribe... Nominado en dos ocasiones al Goya, elige sus cuatro títulos favoritos y admite el encasillamiento. «'El rey pasmado', 'Tirano Banderas', 'Si te dicen que caí' y París-Tombuctú'. También he hecho películas más alimenticias. Dentro de poco seré un falangista violento que asesina a Lorca en 'La comedia sin título'. He repetido personajes: rey, cura, embajador, fascista... Siempre con mala retranca. Para ser un encantador panadero nunca me han llamado».
Javier Gurruchaga también es historia de la televisión gracias a un talante surrealista que brilló en 'La bola de cristal' y 'Viaje con nosotros', donde patentó aquel gag memorable en el que mostraba el desgaste de Felipe González con un enano clavado al expresidente. Y ahí ha estado cuando tocaba mojarse contra ETA o en el 'No a la guerra', del que se cumplen veinte años. «A los que nos pronunciamos entonces nos crucificaron un poquito. En esto de la política conviene tener muy cuidado donde te metes», advierte.
Quien compra nuestro billete, compra la felicidad. Javier Gurruchaga no contempla la jubilación a los 65 años porque para él significa «tener un pie en la fosa». Hace dos años recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. «Me la entregaron los Reyes, a mí, que soy de familia republicana. Sentí como cuando me dieron el diploma en cuarto de bachiller. Una carta de ánimo para seguir luchando. Hay gente que está deseando jubilarse porque no ha trabajado en lo que le gustaba. No es mi caso». Si no quiso aparecer en la serie documental de HBO sobre el caso Arny, tampoco quiere recordarlo. «¿Tú la has visto? ¿Está bien? Salí absuelto de aquello. Con todas las cosas sobre las que podemos hablar, prefiero no tocar el tema».
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