«Imanol pasó de héroe a villano de un día para otro»
Harkaitz Cano | Escritor ·
Recrea la intensa vida del cantautor vasco, doblemente exiliado por el franquismo y después por ETA, en una mezcla de ficción y documentaciónSecciones
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Harkaitz Cano | Escritor ·
Recrea la intensa vida del cantautor vasco, doblemente exiliado por el franquismo y después por ETA, en una mezcla de ficción y documentaciónSus amigos de juventud lo apodaron «el faquir» porque tenía una larga melena, dormía boca arriba y con los brazos cruzados, pero se llamaba Imanol Larzabal y fue un cantautor muy conocido. En la novela 'Faquirraren ahotsa', que se presentó ayer en Durango, ... Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) recrea su intensa vida -desde la militancia en ETA hasta las amenazas que recibió tras el asesinato de Yoyes-, fundamentándose en una metódica labor de documentación y en las licencias de la ficción. Cano, que acaba de recibir el Premio Rosalía de Castro, confiesa que fue un vínculo sentimental lo que le decidió a narrar esta historia: «Cuando empecé a escribir poemas de adolescente, escuchaba mucho sus discos. Gracias a él -añade- llegué a poetas como Alfonsina Storni, Mikel Arregi o Jon Mirande».
- ¿Hasta dónde llega la ficción y hasta dónde, la realidad? Algunos nombres son reales, por ejemplo el de Paco Ibáñez, pero otros los ha cambiado.
- Creo que la clave la da el nombre del protagonista, Imanol Lurgain. Como homenaje al verdadero Imanol, que se apellidaba Larzabal, he conservado su nombre de pila; por respeto a él, le he cambiado el apellido. El hecho de mantener o no los nombres reales se debe, ante todo, a cuánto me he alejado en cada caso de la cronología y de los testimonios que me han narrado en las entrevistas. La mayoría de los personajes tienen también apodos, que son la esencia atómica de la literatura: cada sobrenombre es un acto de creación en sí mismo, y a su vez, denota la rebeldía de quien no se conforma con los nombres que otro dio a las cosas y trata de rebautizarlas para reconquistarlas y recolocarlas en el mundo. El mismo Imanol lo hacía constantemente. Rebautizaba las ciudades en las que vivía, e incluso daba nombres a los apartamentos: Torrevieja era para él, Tombuctú.
- Truman Capote dijo que le divirtió escribir hasta que se exigió descender al fondo de los detalles. No sé si usted se divertirá escribiendo, pero, desde luego, ha trabajado los detalles con minuciosidad. ¿Cómo se ha documentado?
- Me gusta cambiar de estrategia con cada novela. En este caso opté por entrevistarme con gente que conoció a Imanol Larzabal de cerca. Hablaba con ellos y tomaba notas. Después ha habido un proceso para despegarme de lo que me han contado. También pasé por una crisis a la hora de manipular ese material, tan sensible, en la que me cuestioné mi legitimidad para hacerlo. Pero la ficción permite rellenar los huecos, sintetizar personajes, especular… Llegado un punto, es importante dejarse guiar por la intuición para tratar de contar algo que trascienda los meros testimonios. Ello tiene algo de sacrilegio o profanación, y toda novela que cuente la vida de alguien lo es en un sentido o en otro. Profanar es sacar del templo, pero también puede significar restituir, dado que lo que está dentro del templo estuvo una vez fuera.
- La vida de Imanol concentra buena parte de nuestra historia reciente.
- Ciertamente: la lucha antifranquista, el proceso de Burgos, el exilio en los 70, amnistía y regreso a casa, transición, el boicot que sufrió tras su contundente posicionamiento contra ETA… Imanol es uno de esos personajes que actúa como pararrayos o como catalizador. De todas formas, me gustaría subrayar que la novela es, ante todo, la vida de un cantante que atraviesa todo ese túnel de acontecimientos convulsos. Me he querido centrar bastante en la relación del cantante con su voz y en vivencias más íntimas. Diría que en casi todo lo que hizo en su vida, incluso en algunas decisiones que se han interpretado en clave política, predominaba en su forma de actuar la vocación del artista volcado de una forma libre y radical en su trabajo.
- Usted lo describe como alguien generoso, de hondas convicciones, pero huye de la hagiografía porque también lo muestra inmaduro, egocéntrico, algo mezquino con la cantante que le hacía los coros…
- No hay que olvidar que perteneció a una generación que soñó con cambiar el mundo y acabó conformándose con transformar el ambiente de un auditorio durante un rato… En París conoció a los grandes cantautores de la época: Moustaki, Barbara, Colette Magny, Paco Ibáñez… Él soñaba con ser uno de ellos cantando en euskera, algo que se reveló complicado a pesar de su talento. En mi opinión, Imanol fue un ser extremadamente sensible, y la sensibilidad extrema tiene los dos polos: una sutileza que te lleva a ser capaz de tocar el cielo con la punta de los dedos y un vulnerabilidad que bordea cierto sesgo vanidoso. Todos tenemos nuestro ego, y me apetecía hablar sobre ello. Creo que estos claroscuros humanizan al personaje y nos ayudan a entender mejor su fragilidad.
- Siempre se mostró contrario al uso de la violencia. Cuando le ofrecieron colaborar con ETA, con aquella ETA de finales de los 60, él ya dijo que jamás cogería un arma.
- Él se ve a sí mismo claramente enmarcado en la vertiente cultural de la lucha. En un inicio concebía solamente la canción como un instrumento de resistencia contra el franquismo, pero más tarde, sobre todo a raíz de su exilio en Francia, descubrió las posibilidades de su voz y se fue abriendo a nuevos estilos. Recibió clases de canto en París y se dio cuenta de que podía dedicarse a ello.
- Hay una escena muy dura en la novela: él cruza la frontera -vivía en París- con todo lo obtenido por la venta de las 10.000 primeras copias de su primer disco. Se lo entrega a un contacto que le espera en Barcelona, quiere que todo lo que ha ganado sea para los presos. Nadie se lo agradece.
- Esa escena está basada en un testimonio muy concreto, y fue más o menos como se cuenta. Era otra época: ¿quién vende hoy 10.000 ejemplares de un disco y dona todo su dinero? No me atrevo a decir cuál de las dos cosas resulta más inverosímil…
- La muerte de Yoyes -Lurdes Arakis en la novela-, a quien nunca conoció, pero a quien se sentía muy unido, fue un punto de inflexión en su vida, sobre todo, tras participar en el concierto homenaje.
- Se posicionó muy claramente contra ETA tras su asesinato y muchos le dieron la espalda o dejaron de llamarle para dar conciertos. Incluso dejaron de poner sus discos… He notado que bastante gente tiene una espina clavada con Imanol. Aunque algunos se lo achacan a su carácter, hay una sensación colectiva bastante general de que se le dejó solo.
- Apenas había pasado un año desde la fuga de Joseba Sarrionandia en uno de los altavoces que instalaron en Martutene para un concierto de Imanol.
- De un día para otro pasó de héroe a villano. Siendo como son dos hitos del imaginario de este país, la huida de Sarrionandia de la cárcel y el asesinato de Yoyes fueron dos de las partes más complicadas de escribir: como la fuga se ha mitificado mucho opté por rebajar su halo épico y dejarlo en un sucinto diálogo en comisaría. En el caso de Yoyes, tan dramático, me aproximé a los hechos mediante un experimento formal más arriesgado.
- Una curiosidad: el personaje que usted recrea no tenía ni cuenta corriente ni tarjeta sanitaria. ¿Tampoco el verdadero Imanol?
- Hasta donde yo sé, renegaba bastante de todo lo que rezumaba institucionalidad u oficialidad: se resistía a cotizar y, en efecto, carecía de tarjeta sanitaria hasta que tuvo que someterse a una operación, ya en su edad madura. En Osakidetza no daban crédito.
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