Imanol Arias (Riaño, León, 1956) debe pesar los mismos kilos que cuando hizo 'La muerte de Mikel'. Los 66 años asoman en el rostro de un actor que ha sufrido en los últimos tiempos y que atesora el bagaje vital necesario para encarnar un personaje ... esencial del teatro moderno, el Willy Loman de 'Muerte de un viajante' (teatro Arriaga, desde este miércoles y hasta el sábado). Arias no puede caminar por Bilbao sin que todas las cabezas se giren. Locuaz, amabilísimo e intenso, el actor que ha encarnado a Antonio Alcántara durante 22 temporadas solo quiere «olvidar» y que se resuelva el juicio por fraude fiscal en el que se enfrenta a una petición de 27 años de cárcel.
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–Cuando usted hace teatro no se anda con chiquitas: Calígula, el coronel de García Márquez y ahora Willy Loman.
–Sí. Juego los 90 minutos. He hecho teatro de manera tan distanciada en el tiempo que cuando te acostumbras al confort profesional eliges proyectos para crecer. El teatro es muy concierto, muy de intérprete, vas descubriendo que el acceso a los grandes no tiene que ver con eso que has pensado de joven que hay que hacer. Tiene que ver con la escucha y con un cuerpo que vibra. Te vas haciendo mayor y van saliendo cosas. Para enfrentarte a cosas tan grandes tienes que tener previsto que puedes caerte, como me ha pasado con a mí con estos ensayos, que me ingresaron para dormir durante cuatro días. No eres el mejor. Y lo bueno es que te escuchen, cuando te escuchan todo se crea. Vas viendo cómo van creciendo las funciones hasta que un día, bum, se redondea todo. Lo notas en el público, en los técnicos, en el ambiente... Y ahí empieza tu viaje.
–'Muerte de un viajante' sigue absolutamente vigente: el trabajo determina lo que somos en la vida.
–La obra está escrita en 1949. Su estructura dramática parece de una serie de HBO: flashbacks, escenas oníricas... Arthur Miller decía que 'Muerte de un viajante' no se puede entender solo como una crítica salvaje al capitalismo americano, es una tragedia que roza el ridículo del humor. El personaje está tan empecinado en su error que llega a extremos no humanos. Esta obra sigue enseñándote por la forma trágica de interpretarla.
–Das tu vida a una empresa y un día descubres que a la mínima te dan de lado. Ese despertar es brutal.
–El único que aprende en 'Muerte de un viajante' es el hijo del protagonista, que intenta huir de ser el reflejo del padre. ¿Qué vende Willy Loman? No se sabe, aunque regala medias. No fue un gran vendedor, pero ha trabajado todos y cada uno de los días. Mi aita también fue viajante. Y a los 63 años, si ya no quieres seguir vendiendo por ahí, te dicen que te prejubiles. Tenemos tan asimilada la maldad del capitalismo americano que nos mentimos a nosotros mismos, como Willy Loman, que está convencido de que es un gran vendedor. Vale más muerto que vivo, porque vivo ha valido muy poco.
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–Los actores no conocen esa vinculación a una empresa por la intermitencia y la incertidumbre de un trabajo.
–Es una profesión con un estado muy carente. Hay mucha gente que desea trabajar en esto, pero algo así como el 93% tiene que compaginarlo con otro trabajo. Fernán-Gómez decía que el trabajo tiene que dar para pagar el alquiler, educar a tus hijos, hacer tus pequeñas cosas, afrontar tus deberes como ciudadano y, como los actores somos unos hijos de puta, pagar el taxi que te devuelve a casa después de cenar. Para esa vida completa le da a un tanto por ciento muy pequeñito.
–Tiene dos hijos actores, algo ha hecho mal.
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–Sí. El segundo tuvo un grupo, The Layabouts, rock muy duro, en inglés. Pero yo creo que después de diez años se dieron cuenta de que ya no eran los jóvenes del FIB. Y que tampoco eran los Foo Fighters. Jon hizo dos series de mucho éxito, 'Instinto' y 'Perdida'. Estos chicos han vivido en una familia de actores con un padre que no ha parado de trabajar. Yo, por mi condición y mis orígenes, soy feliz trabajando. Nunca lo he hecho por acumular, pero siempre he estado en permanente trabajo. Si me iba un año a Buenos Aires a hacer 'Calígula', se venía Pastora y metíamos al chaval en el King's College.
–Nunca ha sido un padre ausente.
–No, pero tampoco un padre totalmente comprometido. Mis hijos han convivido con El Lute, con 'Anillos de Oro', con Antonio Alcántara...El pequeño ha tenido un padre con bigote y una segunda madre a la que quiere mucho que es una señora rubia. Mi hijo pequeño es más parecido a mí, le gusta trabajar continuamente. Cuando no te puedes dedicar del todo a unos hijos pero estás presente, te gustaría tener la excusa de ser algo maldito.
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–Tiene 66 años, en otra profesión estaría ya jubilado.
–No lo pienso mucho. Siempre que he intentado hacer otra cosa me he considerado un empresario bastante inútil. Monté un negocio de fabricación de robots para limpieza de aires acondicionados con ingenieros. Como había estudiado en la Escuela de Armería... Estaba muy bien de dinero y me arruiné.
–¿Sigue teniendo bodegas?
–En la primera no me ha ido mal, vendí mis acciones a Emilio Moro. Y ahora tengo una participación en Juan Gil Family, que un día me preguntó cuál era el vino de Antonio Alcántara. Hacemos Bruto, un vino de 9,5 puntos, Monastrell brutal, que está entre los mejores vinos del mundo. Pero no soy un hombre de negocios. Si hubiese trabajado en una empresa, a los 66 años estaba en el Pantano de San Juan criticando...
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–¿'Cuéntame' ha sido una bendición o una maldición?
–Es un hecho insólito que te toca. Tú mismo, con tu soberbia, te colocas en un lugar en el que tienes que tener pleno. Te ven millones de personas actuando, eres un personaje muy querido durante veinte años. Y cada vez que tienes un error es tremendo, porque te sientes doblemente jodido. Tenías la responsabilidad de un pleno, que creo que no hay que tenerla en la vida. 'Cuéntame' ha sido en ese sentido uno de los exámenes más duros de mi vida.
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–Ha llegado a hablar de «vacío artístico» en estos veinte años.
–No podía ejercer mi curiosidad, era un hombre constreñido por la popularidad. Con películas y series de las que se ha hecho cargo otros queridos compañeros.
–Antonio Alcántara debe mucho a su padre.
–Mi aita tenía ese concepto de hombre de trabajo a muerte, de criterios sólidos, de autoritario débil y muy sentimental. Era un hombre con capacidad de encantar. Todos los dichos de Antonio Alcántara son de mi padre. Era una máquina de poner motes cariñosos. Nos dejó hace quince años; de los 21 años de 'Cuéntame', hay quince que no recibo la llamada el viernes del protagonista, que era maravilloso. Mi aita fue árbitro, presidente del Club de Fútbol de Ermua... Cuando llegó al pueblo trabajaba en la fábrica pero también cobraba los recibos del suministro de agua. Todos los emigrantes gallegos de Ermua conocían a Manu Arias. Nunca le fallaba nadie.
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–Ha saldado su deuda con Hacienda. ¿Cuál es su situación legal ahora mismo?
–Nadie ha entrado en la cárcel. Hemos tenido que pagar todos los intérpretes que tuvimos sociedades limitadas, que nos fueron recomendadas. Eso entró en contradicción con el famoso mundo de los derechos, que solo se pueden cobrar a través de una sociedad. Decían que teníamos sociedades para pagar el 30% en vez del 50%. La ley lo permitía. Había regularizaciones y yo pagaba la multa cuando tocaba. Y después viene el caso Nummaria, un despacho que se interviene porque tiene grandes nombres. Si miras los 30 imputados hay un señor con bigote y una rubia. Nunca levanté dinero fuera, al revés, lo traía y lo legalizaba. Tenía una AIE (Agrupación de Interés Económico) con una oficina en Londres. 1.500 euros que servían para cuando rodaba en Argentina, porque sacar dinero allí es muy difícil. Ese era mi entramado, y me acusan de levantamiento de capitales... Ahora la cosa se ha complicado, porque están enjuiciando a la jefa de la ONIF que entró en el despacho e hizo la detención. Lo que sé es por la prensa. Quiero olvidarme de esto.
–¿Ha tenido que escuchar muchos reproches en este tiempo?
–Públicamente nunca. A partir de ese momento yo no leo prensa, no leo comentarios, he cerrado mi vida pública totalmente y he tomado la decisión de que nunca más voy a tener una opinión. Porque soy mayor y solo voy a hablar de mi experiencia artística. Una vez salía de un notario en la calle Goya de hacer uno de los ingresos gordos a Hacienda cuando una gitana de las del romero cogió el dinero y me llamó ladrón. La única vez que yo recuerde. Los procesos penales tienen una pena del Telediario, siempre hay una falta de presunción de inocencia. Las cosas se alargan... Han pasado seis años y el juicio a lo mejor tarde otros tres. Yo por tener una foto en tu periódico diciendo «he ganado» no me voy a arruinar ni a quitarme estos años feliz trabajando en el teatro. Tengo a mi hijo pequeño viviendo conmigo. Y como quiere ser actor y músico se va a quedar quince años más... He renunciado a cualquier opinión pública que me dignifique, ya no quiero ser modelo para nadie. Quiero ser un artista lo más desconocido posible, que ya es imposible, para que el público disfrute. No tengo nada más, y eso ya es mucho.
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