Ibarrola, el mundo obrero en la ría cubista

En la producción de los años setenta del artista vasco, que está gozando de una creciente atención, se centra la muestra 'Ibarrola en la ría: agua, hierro, fuego y aire', comisariada por Irrintzi Ibarrola (hijo del creador) y compuesta por 17 óleos de gran formato. En ellos aparecen trabajadores, astilleros y altos hornos, el mundo industrial de la Margen Izquierda con sus estructuras metálicas, andamios y escaleras exteriores.

En una sala se exponen además una veintena de dibujos relacionados con los cuadros. «Lo recuerdo dibujando siempre. Como para otros muchos artistas, el dibujo era su laboratorio. Cuando pensaba que ya estaba acabado, escribía la palabra 'vale'. Luego veías esa imagen en un lienzo», evoca Irrintzi.

La década de los setenta en los que se fija la exposición de Itsasmuseum «es un periodo muy concreto de su evolución. Precede a la eclosión del artista que se adentra en la naturaleza», sintetizó el comisario en presencia de la diputada de Cultura, Lorea Bilbao, y de representantes Laboral Kutxa, entidad que patrocina la muestra.

Del arte de denuncia social para crear conciencia obrera, Ibarrola pasa a una forma de hacer más reflexiva y menos urgente pero sin desligarse del universo del trabajo, en este caso a través de la ría del Nervión. «Decía que se había convertido en el estereotipo de artista militante y en casa vimos con sorpresa cómo volvía a la geometría, a la cromática y a la interacción de los espacios de su época de Equipo 57».

El artista conservó «la reivindicación social y recuperó los primeros elementos vanguardistas de su carrera, a los que había llegado a través de Fernand Leger y Piet Mondrian», explicó Irrintzi Ibarrola. El espacio plano y analítico del cubismo, que da la espalda a la perspectiva renancentista, se hibridó con el mundo obrero, incidió el comisario.

Cargaderos de mineral, barcos en construcción, fábricas, remos, chimeneas, obreros en su trabajo o con sus familias y naves industriales configuran la estética del pintor en este periodo, según el recorrido de la exposición de Itsasmuseum, que finalizará en enero de 2022.

«Tal vez por ser hijo de obreros y por haber sido también obrero siempre me ha interesado todo lo que el hombre da forma con su trabajo. Desde joven ha entrado en mi pintura el mundo de las fábricas, de las herramientas, de las formas artesanales, con sus texturas, su materialidad, sus colores», escribió el artista, como recoge el catálogo de la muestra.

Al ritmo que la transición política del franquismo a la democracia iba ganando terreno, Ibarrola también se embarcó en su propia transición desde la militancia comunista sin resuello hacia un camino más personal.

Los años sesenta habían sido extremadamente duros para el creador. Estuvo en la cárcel de 1962 a 1965 y de 1967 a 1969. A medida que avanzaba la siguiente década, fue aflojando su autoexigencia militante para reconectar con el artista de vanguardia que había sido, sin renunciar a su compromiso político, que también lo tenía Equipo 57. «Después del Bosque Oma y de los cubos en el puerto de Llanes, yo creo que su íntima frustración es no haber pintado sobre la superficie del mar», resumió su hijo.

A esta exposición en Itsasmuseum se une la que se desarrolla en la Sala Rekalde sobre el trabajo de Ibarrola en la naturaleza y con materiales naturales, en cartel hasta el 4 de julio. El interés por su trayectoria creativa va en aumento. La galería José de la Mano de Madrid dedicó recientemente una exposición a la obra en blanco y negro también de los setenta que, como la de Itsasmuseum, refleja el viraje del artista hacia un territorio más personal. El siguiente paso, según comentaba este martes su hijo Jose Ibarrola, estaría en un exposición sobre toda su carrera, que no se ha hecho nunca.