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«El movimiento es un lenguaje universal que pertenece a todos si solo abrimos nuestros sentidos y escuchamos. Escuchar sin interferencias, escuchar sin juzgar, escuchar ... en silencio y permitir que el movimiento pase a través del cuerpo». Son palabras de la bailarina y coreógrafa egipcia Karima Mansour que se pronunciarán hoy en Bilbao, como en muchas ciudades del mundo, con motivo del Día Internacional de la Danza. Como cada año, el Instituto Internacional del Teatro (ITI) invita a un profesional a poner en palabras eso que significa el movimiento. Otros las leen aquí y allá. Y de paso más personas ofrecen parte de lo que saben hacer con sus cuerpos a una audiencia que está invitada a sumarse, de manera completamente gratuita, a la celebración.
En la capital vizcaína, la protagonista es la bailaora Adriana Bilbao. A las doce, se colgará de la Grúa Carola y bailará al son del vascofrancés Beñat Achiary, con textos de Itxaro Borda y en recuerdo del pasado minero vasco en 'Burdina/Hierro'. Este encuentro entre tradiciones en teoría distantes es, en palabras de Adriana, «un reconocimiento a la figura del trabajador, minero u obrero, a la de la mujer, que también trabajaba en las minas, y a esa interacción Norte-Sur» que a ella la ha llevado a hacer el camino contrario, de Bizkaia a Andalucía.
«Norte-Sur, flamenco y música de Iparralde. Nos gustaba esa mezcla, esa fusión, porque es lo que significa la danza: que somos parte de un todo, no una mirada concreta, sino evolución y mezcla. La danza nos habla de no encorsetar miradas, ni lenguajes, ni lugares», explica Luque Tagua, de la sala La Fundición, donde la bailaora creó la pieza 'Burdina/Hierro' durante una residencia. «Eso es lo que conmemora este Día Internacional».
La danza habla de lo humano. «Y en un momento en el que nos hablan de fronteras, la danza nos da espacio para respirar y para mirar a los ojos del otro», insiste Tagua. Lo apunta Mansour en su manifiesto, también. «La danza es donde la cultura se comparte y las fronteras caen en el espacio de la inclusión y la unidad, a través del lenguaje tácito de la universalidad». Alicia Otxandategi, programadora del festival bilbaíno de teatro y danza contemporáneos BAD, lo expresa con un «todo cabe en la danza porque a través del cuerpo podemos expresar todo». El montaje que Eva Guerrero estrenó el viernes en el Teatro Barakaldo -el mismo espacio al que Adriana Bilbao lleva el suyo el 3 de mayo- encarna esta idea. «El cuerpo y el movimiento son universales, la máquina perfecta que es el cuerpo es más grande que la palabra».
Para crear 'Gorpuztu' ha estado investigando un par de años ese movimiento en la práctica de muchas religiones. Se ha puesto en contacto con budistas tibetanos, un maestro sufí, católicos, musulmanes, una comunidad judía progresista, taoístas chinos... Y lo compartido, pese a que tanto se insista en la diferencia, manda. Es universal: «Somos coreografía, movimientos repetidos, y eso en la religión es muy visible. Son gestos que se repiten», describe. Los dioses serán diferentes, pero la actitud es similar: levantarse, sentarse, arrodillarse, usar las manos, detenerse, seguir esas «coreografías» establecidas. Lo que hacen Guerrero y la bailarina Garazi López de Armentia es llevar a su dicurso y transformar en su cuerpo todo eso que han visto y aprendido.
Además de proclamar que «bailar es como una medicina»- en el Día Internacional de la Danza Guerrero reivindica más espacios, más fechas, para los profesionales del sector. 'Gorpuztu' no tiene agenda cerrada, y no es un caso raro. «Somos casi 60 compañías vascas y en los teatros de la red pública se programan unos tres montajes al año. Eso no puede ser. La danza está realmente abandonada y hay que volverlo a decir. No podemos permitir esa comodidad institucional», dice.
En el festival BAD encuentran su sitio muchas propuestas locales. Y los años de experiencia le dan a Otxandategi otra razón de peso para hacer caso a las reivindicaciones del sector, cuya asociación vasca (ADDE) ha celebrado su día con talleres para profesionales y estudiantes de danza en Bilbao. «Es la disciplina que más ha evolucionado, que más fusión realiza, que utiliza el cine, la performance, la palabra, la escultura, la música, todo», explica. De hecho, muchos de los creadores actuales no se definen solo como coreógrafos o bailarines y sus propuestas van más allá de etiquetas. Es lo que tiene «el arte del cuerpo».
Karima Mansour, a quien este año han encargado la redacción del manifiesto, es conocida por haber llevado a Egipto la danza contemporánea, o al revés. Tras graduarse en Cine en Egipto, hizo lo propio en la London Contemporary Dance School y al volver a casa, tras siete años fuera, fundó la primera compañía independiente egipcia en 1999. No había nada allí para que pudiera desarrollarse como ella quería y por eso creo la Maat for Contemporary Art, que aún existe, con la que sigue bailando y haciendo coreografías dos décadas después. En 2011 fundó además el Cairo Contemporary Dance Centre, para que otros aprendan... sin necesidad de haberse formado anteriormente en danza. Lo que buscan, dice Mansour, es el talento. Y, como es consciente de que la falta de recursos es una gran guillotina de talentos, hasta el 95% de los alumnos del centro reciben beca.
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