Una cita de Orson Welles que arrancaba «Primero va la vida y luego el cine» dicha al comienzo de la pandemia provocó que el mundo de la cultura mostrara sus uñas a José Manuel Rodríguez Uribes (Valencia, 1968), a quien al tercer mes ... en el cargo le tocó la pandemia. Desde entonces, este filósofo del Derecho, que dirigió la Oficina de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo y fue delegado del Gobierno en la comunidad de Madrid, trata de salvar los muebles de un sector que no recobrará la normalidad hasta que vuelva el público.
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-Durante estas semanas de confinamiento hemos comprobado que la cultura es un bien de primera necesidad.
-Sin duda. Alguno lo sabíamos ya, pero el conjunto de los ciudadanos nos hemos dado cuenta de la importancia de la cultura en nuestras vidas. Nos ha consolado en los peores momentos, nos ha entretenido para recorrer estas semanas difíciles de confinamiento y soledad para algunos. La cultura nos ha divertido y nos ha formado. Todas esas dimensiones se han visto acentuadas durante el encierro. Eso nos ha llevado a formular medidas de ayuda y protección a las industrias culturales y a verla como lo que es, un derecho de los ciudadanos y un ingrediente de nuestra condición. La dignidad humana que nos distingue tiene que ver con esa capacidad que tenemos de crear belleza y pensamiento. Por eso no se pueden entender las sociedades humanas sin cultura. Es un bien de primera necesidad y una parte importante de nuestra economía, que supone el 3,2% del PIB si incluimos la propiedad intelectual y los derechos de autor.
-¿Teme que en los próximos presupuesto la cultura, que siempre ha sido la Cenicienta, salga perjudicada tras esta crisis inédita?
-Yo voy a hacer todo lo posible para que no sea así. En las negociaciones futuras de presupuestos debemos tener presente lo importante que ha sido la cultura en estas semanas de confinamiento. La cultura no es un capricho, un adorno, sino una necesidad humana.
-Usted aboga por un pacto de Estado con comunidades y ayuntamientos.
-Sí. Un gran pacto enmarcado en la reconstrucción del país. Con comunidades, ayuntamientos, industrias culturales y sociedad civil. La cultura como pilar fundamental del Estado social y democrático de derecho junto a la educación y la sanidad.
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-En la Constitución no están al mismo nivel.
-Ese sería el último paso, exigiría una importante reforma constitucional. La cultura no está entre los derechos fundamentales especialmente resistentes, como tampoco lo está el derecho a la salud. Cuando haya consenso social y político y superemos esta crisis deberíamos afrontar esa reforma de calado.
-El decreto de ayudas al sector del 5 de mayo no deja de ser un parche para muchas empresas que necesitan del público para salir adelante.
-El propósito de esas ayudas específicas de 80 millones de euros es paliar el daño causado por la falta de público en este tiempo, un complemento a las medidas tomadas con anterioridad, como los créditos ICO y los ERTES. Vimos que hacía algo específico para la cultura. Eran ayudas que servían para recorrer la desescalada hacia la nueva normalidad: cines, teatros… También hay ayudas importantes de las comunidades autónomas, como en el País Vasco, donde he mantenido una relación fluida con el consejero. Gracias al decreto se han puesto en circulación 780 millones de euros para las industrias culturales. Vamos a ver ahora cómo transcurren las próximas semanas. Los datos de la epidemia son esperanzadores, aunque empezamos a ver brotes en el mundo en lugares que parecían controlados. Las dificultades de la vuelta del público están ahí. Combinar la cautela de las exigencias sanitarias y la actividad plena de los espectáculos es un equilibrio difícil que tenemos que conseguir progresivamente.
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-Hay actividades donde parece imposible conciliarlo. Por ejemplo, los grandes festivales de música. ¿Qué va a pasar con ellos?
-Los macroconciertos, a día de hoy, tienen muchas dificultades. El decreto de la nueva normalidad ya no contempla porcentajes de aforo, sino el uso de mascarillas, una distancia de metro y medio y que no haya aglomeraciones. A partir de este lunes serán las comunidades autonómas quienes valorarán si se pueden celebrar. Pero yo lo veo muy difícil, de la misma manera que me cuesta ver espectadores en los estadios de fútbol. Ahí pueden producirse aglomeraciones y hay que se muy cauteloso. Todo lo demás está empezando: el cine, los museos, los archivos, las bibliotecas…
-¿Ya ha hecho las paces con los 21 artistas que le enviaron una carta, entre ellos Antonio López y Luis Gordillo, «alarmados ante la falta de sensibilidad y comprensión» del Ministerio y que consideraban «ridículas» las ayudas destinadas al arte contemporáneo?
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-Estoy haciendo algunas paces… Empecé con Juan Echanove, que también me dijo algunas cosas gruesas. Al día siguiente le llamé por teléfono y nos entendimos enseguida. Yo le comprendí. Esta crisis nos pone a prueba a todos. Además de lo más trágico, que es la pérdida de vidas humanas, están todos los efectos secundarios, entre ellos el estado de ánimo. Aparecen demandas acuciadas por la sensación de incertidumbre. El decreto también ayuda al arte contemporáneo, aunque es cierto que no ayuda a todos los sectores por igual. Las galerías de arte y los museos pueden volver a la actividad con mayor facilidad que el teatro o la danza. Mi última presencia pública antes de confinarnos fue a ARCO, que se pudo celebrar. Hemos adelantado las ayudas a la Fundación Artium de Vitoria para que tengan oxígeno. Queremos darle un empujón a Tabakalera… El arte contemporáneo está muy presente en el Ministerio y tenemos grandes proyectos con los directores de museos como el Reina Sofía. En relación al País Vasco, también hemos apoyado al Festival de San Sebastián, a la ABAO y al Museo Marítimo de Bilbao.
-¿Qué va a pasar con la colección Thyssen?
-Hasta diciembre del año pasado -yo soy ministro desde el 13 de enero-, se tomaron algunas decisiones que tenían que ver con llegar a un acuerdo con la baronesa para que mantuviera el grueso de su colección privada en el Thyssen. A cambio, por lo que he leído, ella pidió algunos cuadros. Y el 'Mata Mua' estaba al margen de ese acuerdo que suponía para ella 7 millones al año por tener la colección completa. Como bien sabe usted, el Museo Thyssen tiene la consideración de museo nacional. En febrero me informan de que hay que cerrar formalmente el acuerdo y que algunos cuadros van a salir. Hay una resolución por silencio administrativo con el 'Mata Mua' del 13 de diciembre que autoriza su salida. Es decir, que yo me encuentro todo decidido. La Administración no puede ir contra sus propios actos, así que no podía revertir el proceso. He hablado con la baronesa y retomaré las conversaciones para ver si llegamos a un acuerdo. Le voy a pedir que el 'Mata Mua' tiene que volver. Vamos a hacer una valoración técnica por especialistas de lo que significa tener la colección en el Thyssen y le voy a trasladar a la baronesa que, ahora mismo, después de la pandemia, con esta crisis económica y social no estamos en la misma situación que el año pasado.
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-¿Confía en que haya dotación presupuestaria para la ampliación del Museo del Prado?
-Ya la hemos aprobado. Yo querría retomar la negociación con Hacienda para los presupuestos de Cultura. Vivimos todavía de unos presupuesto de cuando era Secretaría de Estado, porque con el Partido Popular la cultura tenía el rango de Secretaría de Estado. Nuestra voluntad es tener unos presupuestos propios. En eso estábamos cuando llegó la pandemia.
-En este tiempo de confinamiento hemos consumido contenidos por internet sin descanso, lo que ha disparado los índices de piratería. También se ha producido el fenómeno de creadores que regalaban su obra en la Red. ¿No corre el peligro de devaluarse la cultura?
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-Sin duda. Ese el envés de lo que hablábamos antes. Cuando en enero y febrero pedí datos de la piratería me informaron de que íbamos muy bien. En marzo, abril y mayo ha subido exponencialmente. Tiene sentido, con todo el mundo en sus casas. Pero debemos proteger la cultura de los usos ilegales y concienciar. Todos los creadores hacen un trabajo que debe ser remunerado. Ese altruismo durante la pandemia hay que agradecerlo porque nos ayudó a resistir, pero eso no nos puede llevar a pensar que debe ser gratis. No podemos pensar que como la cultura no tiene que ver con bienes materiales estrictos es gratis.
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-Las negociaciones para abordar los derechos de propiedad intelectual también están en su cartera en esta era de las 'fake news'.
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-Tenemos que trasponer dos directivas de la Unión Europea, una que tiene que ver con la propiedad intelectual y otra relativa al mundo audiovisual que incluye los videojuegos. Está bien abrir y flexibilizar, pero hay que ser proteccionistas con cuestiones que valoramos, como los derechos de autor y la propiedad intelectual. Tenemos que combinar de manera equilibrada todos los elementos porque todos tienen sus razones.
-¿Cuándo van a empezar a pagar impuestos en España las grandes empresas de internet que nos suministran contenidos culturales?
-Esa reflexión la tenemos muy madurada en el consejo de ministros. No depende de mi ministerio, sino de Hacienda, Economía e Industria. Todo el mundo entiende que si un negocio físico paga impuestos, también tienen que hacerlo los negocios virtuales, sobre todo porque son los únicos que han podido realizar su actividad en estos meses e incluso han salido reforzados. Europa seguramente también tomará una decisión lo más homologada posible, pero el Gobierno de España tiene muy clara su posición.
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-Parece difícil evitar las aglomeraciones en los estadios de fútbol. ¿Cuándo regresará el público a las gradas?
-El decreto de la nueva normalidad incluye un artículo específico que afecta a la Liga de fútbol y a la ACB. Han comenzado sin público, y cualquier decisión que se pueda tomar en las próximas semanas la valorarán el Ministerio de Cultura a través del Consejo Superior de Deportes, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas. Mi tesis es que, de momento, lo prudente es que no haya público. Y cuando lo haya tendrá que ser en todos los estadios a la vez por un criterio de equidad. Los aficionados sabemos que el público, el fáctor campo, es muchas veces el jugador número doce.
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-¿No habrá público entonces en toda esta temporada?
-No lo sabemos, depende de la evolución de la pandemia. Yo lo veo difícil.
-¿Teme que algún club de fútbol quiebre?
Espero que no. Hemos hecho un esfuerzo muy grande estas semanas con las federaciones deportivas, no solo de fútbol sino de otros deportes más vulnerables. Se han destinado 50 millones en subvenciones. Ese acuerdo con la Liga y la federación supone que hayan vuelto los partidos, que sean televisados y que un porcentaje de esos derechos audiovisuales se destine a la ayuda de otros deportes minoritarios. Un ejemplo de solidaridad en el deporte. El fútbol también ayuda a la normalidad, a una cierta conciencia colectiva de que vamos por el buen camino. También hemos garantizado a los deportistas del programa ADO sus becas y ayudas económicas para que puedan entrenar y prepararse para Tokio.
-Cuesta entender que un club de fútbol que paga cantidades obscenas a sus jugadores pida ayudas públicas.
-Ellos no han recibido nada, las ayudas han sido para las federaciones deportivas. Los clubes se financian de otra manera. Esta crisis debería servir para hacer un examen de conciencia colectivo en el mundo del fútbol sobre los salarios desorbitados. Hubo algunos gestos valiosos al principio de la pandemia de algunos futbolistas que se redujeron el sueldo.
-Otros salieron exhibiendo su nuevo Bugatti.
-Sí, efectivamente. Clubes como el Madrid, el Barça y el Athletic de Bilbao han hecho gestos de solidaridad. Tenemos que aprender de la crisis.
-Bilbao ha sido ratificada como sede de la Eurocopa el año que viene. ¿Teme posibles boicots al jugar aquí la Selección española?
-No lo creo. El consejo de ministros ya ratificó la candidatura de Bilbao. Me parece muy positivo, Bilbao es una ciudad con un excelente equipo y no tiene por qué producirse ningún tipo de problema. Al contrario, si vuelve el público se vivirá en su momento con la pasión e ilusión de lo que significa mayoritariamente el fútbol.
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-Esta semana se ha reunido con los taurinos. ¿Qué salió de esa reunión?
Aclaramos malos entendidos del pasado e hicimos un poco las paces. Me agradecieron mi respuesta al piloto Lewis Hamilton en las redes sociales, que calificaba la tauromaquia de asquerosa y decía que en España enseñábamos a los niños a matar. Me pareció un despropósito. Su opinión es legítima, puede pensar lo que quiera, pero su manera de expresarla es una ofensa para muchísimas personas. Los toros están reconocidos desde 2013 como un ámbito cultural, hay una ley aprobada en el Parlamento y están vinculados a este ministerio desde 2010. Mi mayor preocupación es que puedan empezar cuanto antes la temporada con todas las precauciones posibles. A ellos les preocupa la situación de las cuadrillas y otros temas que son competencia de las comunidades autónomas. También les trasladé que no me gusta que se ideologice la Fiesta, que Vox se arrogue la defensa de los toros. Ellos me reconocieron que tampoco les gustaba que un partido político se metiera en ese ámbito.
-¿Qué cultura ha consumido durante el confinamiento?
-He visto series, he leído bastante libros que tenía aparcados, como 'Salvar el fuego', de Guillermo Arriaga, último Premio Alfaguara, que es una maravilla. Y algún ensayo también ha caído.
-¿Qué serie ha devorado?
-'Peaky Blinders', que me está gustando mucho. También he visto la última de Terrence Malick, muy de él, muy larga, con una banda sonora espectacular. Un poco lenta. Y he vuelto a ver 'Érase una vez en Hollywood', de Tarantino, que me pareció extraordinaria cuando la vi en el cine.
-¿Ha ido ya a alguna sala?
-Estuve en el cine Doré en la reapertura de la Filmoteca con 'Amanece que no es poco'. Soy devoto de ella, con mis amigos a veces recreamos los diálogos que nos sabemos de memoria, aunque no llego a ser 'amanecista'. Perdimos a Cuerda en febrero y el año que viene será el año Berlanga. Me gustaría culminar este año con unas grandes jornadas sobre Benito Pérez Galdós y Miguel Delibes. A ver si lo podemos ir haciendo cada vez con más normalidad.
-Al inicio de la pandemia pensábamos que íbamos a salir mejores y ahora comprobamos que se ha reforzado el pensamiento dogmático y reaccionario. Hasta la propia ciencia se pone en entredicho.
-A veces escuchamos declaraciones llamativas, como las de un rector de universidad, el templo de la razón, haciendo consideraciones profundamente antimodernas, poco racionales, basadas en sus creencias personales y no en la ciencia y la experiencia. Pero creo que la mayoría hemos percibido la importancia de la sanidad, de quienes tienen la posibilidad de curarnos cundo enfermamos. La ciencia es el único recurso que tenemos para tomar decisiones racionales, pero no lo sabe todo. Nos viene bien una cura de humildad para tomarnos más en serio el mundo que vivimos. Durante mucho tiempo hemos creído que podíamos progresar sin límite, que somos la especie animal con todo el protagonismo. Y ahora hemos comprobado adónde conducen los excesos. Somos finitos y vulnerables. Y a partir de ahora, hasta que haya una vacuna, toca vivir con la incertidumbre, y eso lo llevamos muy mal.
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