'Fidelio' desencadena ovaciones
1000 funciones de la ABAO ·
Juanjo Mena saca lo mejor de la BOS para hacer justicia a la ópera de Beethoven, un canto a la libertad en un montaje eficaz con la pujante soprano Elena Pankratova1000 funciones de la ABAO ·
Juanjo Mena saca lo mejor de la BOS para hacer justicia a la ópera de Beethoven, un canto a la libertad en un montaje eficaz con la pujante soprano Elena PankratovaTodavía no había llegado al atril cuando llovieron los aplausos. No le dieron tiempo a inclinar la cabeza en señal de saludo. En cuanto asomó los rizos, cayó el chaparrón. Anoche quedó claro que los aficionados echaban de menos a Juanjo Mena (Vitoria, 1965). Ha ... pasado mucho tiempo desde su última aparición en la temporada lírica de Bilbao. Casi una década. Entonces triunfó por todo lo alto con 'Billy Budd' y ahora lo ha vuelto a conseguir con un título muy complicado. Una ópera como 'Fidelio', de Beethoven, no está al alcance de las batutas novatas. El maestro vitoriano se lanzó con brío y terminó exhausto, con los ojos brillantes, feliz por el deber cumplido. Eran poco más de las diez de la noche cuando se interpretó el último compás de la función número 1.000 de la ABAO, con los coros y la Orquesta Sinfónica de Bilbao a todo gas. Un final apoteósico, típico del compositor alemán.
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El público tardó unos segundos en reaccionar. Muchas emociones. Pero en cuanto se espabiló, ovacionó a los cantantes (sobre todo a la protagonista, la soprano rusa Elena Pankratova) y se incrementaron los decibelios con Mena y la BOS. Sin olvidar a los integrantes del Coro de Ópera de Bilbao, que no solo cantaron francamente bien, sino que sobrecogieron en su papel de reclusos. Su paseo por el patio de la cárcel en el primer acto, como zombis y en harapos, tocó la fibra sensible de todos los presentes. Ese aullido que lanzan ('libertad, libertad, ¿volverás algún día?') desgarra las entrañas. Beethoven no se andaba con paños calientes a la hora de abordar las ansias de libertad. Y tampoco se quedaba corto cuando trataba el amor, entendido como la suprema lealtad. El compañerismo (o la fraternidad) era un término sagrado para el autor del 'Himno a la alegría'.
Más funciones. Martes y viernes; y lunes 3 de diciembre.
Elenco. Elena Pankratova, Peter Wedd, Tijl Faveyts, Anett Fritsch, Mikeldi Atxalandabaso, Sebastian Holecek y Egils Silins.
Orquesta. Sinfónica de Bilbao, con Juanjo Mena.
Coro. De Ópera de Bilbao.
Dirección de escena. J. C. Plaza.
'Fidelio' es una historia de amor y coraje, en tiempos de horror y tortura. Una joven disfrazada de hombre se infiltra en el hogar del carcelero de su marido. Todo sea por rescatarlo de la mazmorra donde el desdichado lleva más de dos años. La historia original de la ópera se ambienta a finales del siglo XVIII en Sevilla, pero el espectáculo de ayer rompe con todas las coordenadas de espacio y tiempo. La indumentaria y el decorado con guiños a Chillida (ya sea por la losa de 1.500 kilos que oscila sobre el escenario o las grecas de los vestidos de las mujeres) no se identifican con ninguna época. Tampoco hay muchas referencias a la capital hispalense: tres naranjos suspendidos fantasmagóricamente en el primer acto y el 'skyline' con la Giralda al final de la obra. Todo lo demás queda en manos de la imaginación del público. No se sobreestimula al espectador; algo muy de agradecer porque ayuda a concentrarse en la música. 'Fidelio' tiene hechuras sinfónicas. Se basta y sobra para imponerse al personal.
El genio de Bonn era un enamorado del sonido orquestal, mucho más que de las voces. Tiene un ímpetu y texturas inconfundibles. Ya en la propia obertura, que Mena acometió con empuje, se aprecia el papel predominante de los instrumentos de viento, sobre todo del oboe, con timbre incisivo y heroico. Desde los primeros compases se anticipa la gesta de la protagonista. Pero hay que esperar. Esta ópera tiene contrastes radicales: empieza con un formato ligero de 'Singspiel' (diálogos entreverados con pasajes musicales), asociado tradicionalmente a temas cómicos, y deriva en una historia aterradora. Es una obra bisagra, a medio camino entre las exquisiteces del siglo XVIII y el dramatismo tremebundo que alumbrará más tarde el romanticismo con Weber, Verdi, Wagner...
En 'Fidelio' todo arranca con un clima doméstico, banal y hasta frívolo: Jaquino (Mikeldi Atxalandabaso) lanza los tejos a Marcelina (Anett Fritsch), con melodías de corte mozartiano, sin que nada haga presagiar el contexto de horror y tortura en el que trabaja el padre de Marcelina, un celador llamado Rocco (Tijl Faveyts). Así lo dicta la partitura: al principio domina la trivialidad y hasta el infantilismo. En una ópera, la verdad, lo que sienten los personajes, radica en la música; las palabras pueden mentir pero nunca la música. Pese a todo, el director de escena, José Carlos Plaza, se permite algunas licencias en el montaje del Teatro de la Maestranza de Sevilla para enriquecer la dramaturgia. Juega a las muñecas rusas. Hay un micromundo, la vida hogareña del carcelero, y un macromundo de espanto que conviene enseñar al mismo tiempo. De ahí que entre chascarrillo y chascarrillo, con Jaquino, Marcelina y Rocco en primera línea, muestre escenas de torturas que recuerdan a Guantánamo y Abu Ghraib.
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También da una vuelta de tuerca al personaje de Jaquino, un bobalicón sin fuste que en la versión de José Carlos Plaza aparece con visos de maltratador, aferrado a una botella de alcohol. Un enfoque que ayer permitió admirar el talento del tenor Mikeldi Atxalandabaso. Gran actuación la suya, al nivel de Anett Fritsch en el rol de Marcelina. La soprano alemana se ganó las simpatías del público. Irradia luz. Lástima que su personaje tenga la desdicha de haberse enamorado de Fidelio... Ya es mala suerte.
Uno de los momentos mágicos de toda la historia de la ópera es el cuarteto del primer acto, 'Mir ist so wunderbar' (Qué sentimiento extraño). La atmósfera de trance se refuerza con la iluminación en el montaje del Maestranza de Sevilla. La música de Beethoven nunca deja indiferente. Y menos en un aria como 'Abscheulicher! Wo eilst du hin?' (¡Oh, abominable! ¿Adónde te diriges?), también en el primer acto, cuando se interpreta con el furor que imprimió ayer Elena Pankratova. Muy bien la soprano rusa como mujer enamorada, capaz de pulverizar todos los obstáculos para liberar a su marido.
Marcelina se lleva el gran chasco, cuando se desvela la identidad sexual del joven misterioso que está empeñado en conocer al preso Florestán (Peter Wedd), el enemigo número uno del gobernador Don Pizarro (Sebastian Holecek). ¿Qué haría Florestán para ganarse el odio de Don Pizarro? Enfrentarse a la tiranía, ni más ni menos. Y lo paga carísimo. En la primera intervención de Florestán, al principio del segundo acto, se ve y escucha la desesperación de un hombre honesto. Tanto el preludio instrumental como la portentosa aria 'Gott, welch Dunkel hier! (¡Dios, qué oscuridad) exigen intérpretes de muchos quilates. Juanjo Mena le sacó el jugo a la Sinfónica de Bilbao y el tenor inglés Peter Wedd se entregó con bravura. Eso sí, el esfuerzo vocal le terminó pasando factura. Los agudos no se proyectaron con demasiada limpieza.
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Todo se precipita cuando llega el villano de la historia, Don Pizarro, con intención de asesinar a Florestán. En ese instante Fidelio le hace frente y descubre su naturaleza femenina. «¡Antes deberás matar a su esposa!», le increpa. La tensión se dispara cuando la mujer agarra una pala (otra licencia que se toma Plaza, suele ser una pistola) y le avisa: «¡Una palabra más y eres hombre muerto!». Duelo de altura entre el bajo barítono austriaco Sebastian Holecek –muy creíble como gobernador sádico– y la soprano rusa Elena Pankratova. Momento ideal para que se advierta la llegada del bueno-buenísimo de la obra. Se trata de Don Fernando, el ministro del rey, amigo de Florestán y única esperanza de un final feliz. El barítono letón Egil Silins aparece de blanco impoluto, con sombrero y bastón. Un lujo. No es habitual tener a un cantante de su categoría en un papel tan pequeño. Maravilloso el momento en que se descubre la cabeza y se inclina ante Leonora (verdadero nombre de Fidelio) para que libere de sus cadenas a Florestán: «Eres tú, noble mujer, tú sola a quien corresponde liberarlo». Los grilletes quedan abandonados en el proscenio, bajo la luz de un foco. Son pequeños detalles que hacen grande a una producción.
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