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Uno pasa a la posteridad por lo que hace y, a veces, también por lo que no. Es el caso del famoso arquitecto estadounidense de origen chino Ieoh Ming Pei, que ha fallecido este viernes después de haber vivido 102 años y de haber firmado ... construcciones emblemáticas como la pirámide del Museo del Louvre en París o el Banco de China en Hong Kong. Aunque el mundo le recordará por estas obras, para los bilbaínos también pasará a la posteridad por la huella que pudo haber dejado en la villa... y no dejó. Porque Ming Pei ha sido para la capital vizcaína el eterno aspirante a autor de grandes proyectos que nunca pasaron del papel a la realidad.
Considerado el último maestro de la arquitectura moderna y ganador del prestigioso premio Pritzker en 1983 -algo así como el equivalente al Nobel de arquitectura-, el nombre de Ming Pei empezó a sonar aquí y allá en ese Bilbao de mediados de los noventa que era un hervidero de proyectos factibles y también de muchos castillos en el aire. Una de las veces en las que más cerca estuvo de firmar algo potente en Bilbao fue en 1990 cuando se le encargó una solución urbanística para el que antaño fuer el astillero Euskalduna.
Ming Pei ideó dos torres integradas que bautizó como 'Bilbao Emblematic Building' y que estaban llamadas a ser una 'puerta' a la ciudad. Hasta vino a Bilbao a presentar su proyecto en 1992. Aunque parece ser que en ese momento ya se sabía que esas torres nunca llegarían a levantarse porque ese enclave iba a acoger el Palacio Euskalduna. Así que Ming Pei se quedó compuesto y sin esas torres gemelas que popularmente habían empezado a conocerse ya como 'las torres del chino'. En aquella época, él mismo anunció que no participaría en el concurso restringido sobre el diseño de Abandoibarra que se proponía convocar el Ayuntamiento de Bilbao: se vio sorprendido por la voluntad municipal de invitarle a competir con otros cuatro profesionales, algo a lo que se negó por edad y por trayectoria. Dicen de él que no le gustaba competir. Y eso, para una arquitecto de su renombre es algo bastante excéntrico.
También fue otro de los candidatos para dar forma al Guggeheim, ese edificio en el que estaban puestas todas las esperanzas de la ciudad que después, con los años, se han cumplido con creces. En febrero de 1991 se produjeron los primeros contactos para buscarle 'padre' y en la primavera de ese mismo año su director, Thomas Krens, y Frank Gehry viajaron a la capital vizcaína para escoger el emplazamiento idóneo del futuro museo. La visita del arquitecto canadiense reveló que era ya la primera opción de los Guggenheim para firmar la obra; pero, al estar financiada con fondos públicos, la ley obligaba a sacarla a concurso. Así que aquel verano se organizó un certamen internacional al que, tras barajar nombres como los de Renzo Piano, Aldo Rossi o Ming Pei, se invitó a participar al japonés Arata Isozaki, a los austriacos Coop Himmelblau y al propio Gehry. Se les dio una suma de 10.000 dólares y apenas tres semanas para presentar una idea no especialmente definida, ya que el proyecto se hallaba aún en pañales. No hace falta decir que Ming Pei volvió a irse de Bilbao de vacío.
Tiempo más tarde, en enero de 2007, su nombre volvió a sonar fuerte para un proyecto estrella, aunque, de nuevo, volvió a perder todo el fuelle de la noche a la mañana. Y no fue un rumor. El propio Iñaki Azkuna sorprendió a más de uno al desvelar que Ieoh Ming Pei fue la primera opción barajada por el Ayuntamiento para la Alhóndiga. El alcalde hizo esta confesión en público, en una rueda de prensa celebrada en una sala del interior del edificio y en compañía de Philippe Starck, que no pareció concederle demasiada importancia -igual ayudó el hecho de que no había traducción simultánea del castellano al francés-. «Hubo urbanistas de pro, y lo digo aquí, delante de Starck, interesados en el que proyecto lo dirigiera Pei», dijo Azkuna. En esta ocasión, tampoco pudo ser. «Nos destrozaron la idea en siete días» porque «dos funcionarios» que no identificó se enteraron y se movieron para convencer a la oposición de que era mejor que la obra estuviera en manos municipales. Corría el mandato anterior, cuando Azkuna gobernaba en minoría.
Tras sonar el nombre de Ming Pei también como 'reclamo' en el anuncio de la llegada de alguna potente cadena hotelera a la villa, el arquitecto volvió a convertirse en eso, un aspirante que no llegó a cuajar ninguna de sus ideas en el 'botxo'.
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